Priistas oaxaqueños: bajo el manto de José Murat, entre traidores te veas… || Adrián Ortiz Romero Cuevas

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A lo largo de la última semana corrió el rumor de que la mayoría de los integrantes de la bancada local del PRI en la LXV Legislatura en Oaxaca, renunciarían a su militancia y se convertirían en diputados independientes. Ello se explica en las definiciones nacionales del tricolor a favor de una facción oaxaqueña, pero también al chantaje que se intenta generar entre los que fueron traicionados por el gran alevoso al interior del priismo oaxaqueño: el exgobernador José Murat.

En efecto, desde hace varios días se habla de la inminente renuncia a su militancia —y a su pertenencia a la fracción parlamentaria tricolor— de los integrantes de la bancada del PRI en la Legislatura oaxaqueña, a saber: Alejandro Avilés Álvarez, María Luisa Matus Fuentes, Fredy Gil Pineda Gopar y Eduardo Rojas Zavaleta. Según los aludidos, su razón para separarse del tricolor sería una: el agandalle del supuesto grupo conformado por María del Carmen Vela Ricárdez y el delegado del CEN en Oaxaca Javier Casique Zárate. ¿Es esto posible?

Evidentemente hay más de narrativa que de realidad: Ricárdez y Casique responden verticalmente al grupo que aún lidera José Murat. Ellos atienden a sus intereses —a los provechos que pondera hoy—, igual que como en su tiempo coincidieron con Avilés y varios de los que ahora se están queriendo separar del PRI, porque en aquellos tiempos todos coincidían con el patriarca Murat. Los tiempos cambiaron y parece que les duele aceptarlo.

Vale hacer un recuento de por qué la preocupación de cada uno de los priistas que hoy pretende separarse del tricolor:

Alejandro Avilés Álvarez: de entrada, no puede reelegirse porque se lo prohíbe el artículo 32 de la Constitución local. Ha sido dos veces consecutivas diputado plurinominal y la norma constitucional le prohíbe un nuevo periodo consecutivo. Así, el destino de Avilés pudo haber sido una diputación federal o una senaduría. No obstante, lo relegaron en todas esas posibilidades por la vía plurinominal y sólo le restaría buscar alguna de esas posiciones a través del voto popular —en donde nunca ha tenido buenos resultados al presentarse en las urnas como candidato.

Respecto a Avilés existe una pregunta climática para todo el priismo: ¿de verdad vale algo fuera del PRI? Porque su gran valía como diputado, como líder de la bancada priista, y como operador político que controlaba el Congreso, fue su capacidad de negociación con los representantes de otras fuerzas políticas. En otros tiempos —los de Alejandro Murat, y antes— tuvo esa cualidad porque tenía un amplio margen de negociación —con recursos económicos, políticos y de influencia para atraer a propios y extraños— al interior de la Legislatura. Hoy carece de todos esos elementos y por eso pasó de ser un actor fundamental en el Recinto Legislativo, a ser uno más de los diputados presentes.

¿Alguien querría a Alejandro Avilés en su bancada? Parece que es de dudarse porque si bien tiene los activos de una enorme experiencia en la gestión política, también parece ser alguien que salió de las bases priistas para encumbrarse, igual que como lo han hecho otros personajes en Morena. Él, pues, es tan funcional o desechable como lo son quienes fueron hechura de su tiempo y su circunstancia, pero en el partido de enfrente. Allá, tal parece, no sólo no lo necesitan sino tampoco querrían tenerlo dados los pasivos que trae a cuestas.

En el mejor de los escenarios, Alejandro Avilés correría el mismo destino que Mariana Benítez Tiburcio: alguien que fue aceptada en la bancada morenista, pero siendo fustigada de día y de noche por todos los integrantes de dicha fracción, y apareciéndose como una auténtica arribista que no encuentra aceptación en ningún espacio.

 

LA BANCADA, DESHECHA

Junto con Avilés se irían María Luisa Matus, Fredy Gil Pineda Gopar y Eduardo Rojas Zavaleta. Veamos.

De los tres, quizá la única que siempre mantuvo el decoro como legisladora de oposición fue María Luisa Matus Fuentes. Sobre ella no pesa ningún señalamiento negativo ni como legisladora ni como servidora pública, y fue una de las que siempre mantuvo cierta coherencia en sus posiciones como representante popular de oposición ante el gobierno morenista. Aún así, Matus no puede reelegirse —pesa sobre ella el mismo impedimento de Avilés contenido en el artículo 32 de la Constitución local— y tampoco fue considerada en las nuevas preferencias de la cúpula priista. Al margen de si hizo o no bien su trabajo, al no tener un destino claro podría ser una de las que abandonara las filas priistas buscando algún margen de negociación o con el régimen, o con otros partidos.

Freddy Gil Pineda Gopar es, podríamos decirlo, un volcán apagado. ¿La razón? Su responsabilidad directa en el llamado “cartel del saneamiento financiero”. Antes de ser diputado local —el único de mayoría junto con Liz Concha—, Pineda sirvió como puente para la presunta ejecución de millonarias transferencias del gobierno estatal al municipio que él gobernaba, con fines hasta ahora inciertos.

Es, junto con Cosolapa y algunas otras demarcaciones —todas ligadas a Avilés—, blanco de fuertes señalamientos que todavía falta que sean solventados ante las instancias de fiscalización respecto al origen y destino de dichos recursos. Frente a ese escenario, al otrora porro universitario no le queda más que mantener una posición ecuánime y de colaboración con el régimen; y dejar atrás los tiempos de beligerancia que lo caracterizaron.

Respecto a Eduardo Rojas Zavaleta no hay mucho que decir. Su paso por la política local fue también gracias a los débitos mutuos con Alejandro Avilés, quien le allanó el paso a la dirigencia estatal priista —sin mayor trascendencia— y luego la diputación local plurinominal la ganó en los tribunales. No ha sido alguien que se destaque por algo, más que por la amistad y los débitos con Avilés y sus secuaces.

¿Alguien querría a estos personajes en su bancada o en sus filas? Parece que no. Ellos dejaron de ser útiles como operadores y tampoco representan un capital político que se codicie. Esos y muchos priistas no entendieron que Morena pudo haberlos necesitado en otro momento, pero que hoy simplemente los suplió con figuras propias: otros operadores políticos, otros ingenieros electorales, otros corruptos y otros vendedores de humo. Hoy su valor está reducido a casi nada y por ello, más que las razones por las que abandonarían su partido —o amagan con ello para intentar abrir un margen de negociación—, lo que debería verse es si aún tienen valor fuera del PRI.

Al final, todos decidieron jugar el juego de José Murat, que ha jugado con todos siempre a favor de sus intereses, no importando si hoy traiciona a unos en favor de otros. Y hoy algunos se duelen de las mismas traiciones por las que hace poco tiempo se hicieron de la misma fortuna e influencia que hoy ven perdida. Eso pasa cuando deciden involucrarse con alguien que no niega su naturaleza.

 

EPITAFIO

Como unos auténticos payasos están quedando aquellos que otrora se rasgaban las vestiduras por su supuesta militancia priista, y por ello se distanciaron de amigos, familia e intereses. Ya los veremos haciendo fila —y rogando, como Mariana Benítez—, para que los acepten en las filas de enfrente. Vaya congruencia…

@ortizromeroc

@columnaalmargen