“Me encomendé a Juan Pablo II y salvé la diabetes”

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Aunque científicamente algún especialista podría dar una explicación, lo cierto es que la fe puede llevar a muchas cosas y el haber superado un estado delicado de salud entre diciembre y enero pasados tiene que ver con haberse encomendado al papa Juan Pablo II, sostiene convencido Benjamín Ibáñez Rosales, quien en 1990 preparó alimentos para el Pontífice durante su visita a la ciudad de México.

 

El oaxaqueño de 66 años, profundamente católico y con 30 años de experiencia en el arte culinario polaco y muchos más en el mexicano, reconoce que aquel 6 de mayo de 1990 cambió su vida con el hecho de haber tenido un acercamiento con el Papa, quien halagó los platillos que él preparó.

No sólo cambió su vida por el prestigio que le dio cocinar para tan importante personalidad, sino que como católico Ibáñez señala que es el representante de Jesús y lo que eso implica. “Cambié como persona para bien, dejé cosas negativas que mi esposa y quienes me rodean podrán decirlo”.

Recuerda aún la sencillez y calidez de Juan Pablo II, quien tuvo aquel día acercamiento con los responsables del pato, del ganso, de la pierna de borrego, la ternera y los chiles rellenos estilo oaxaqueños y otras cosas más que el máximo representante de la Iglesia católica y 34 personas más degustaron esa ocasión, entre los que se encontraban Joseph Alois Ratzinger, el actual papa Benedicto 16, y el ex nuncio Girolamo Prigione.

El chef del restaurante El Rincón Polaco, quien es originario del barrio de San Sebastián, en Tezoatlán, Oaxaca, donde es mayordomo y no falta a las fiestas patronales de su pueblo cada año, admite que al estar con Juan Pablo II sintió tranquilidad, paz, confianza. “Era una persona muy especial y sencilla”, dice.

“No como cuando fui a preparar algunos platillos con Carlos Salinas, ni nos saludó. O cuando fuimos con [Manuel] Camacho [cuando era regente], ni se despidió, es más, ni probó nada, ahí lo dejó. Ahí hay una gran diferencia”.

Agradece sanación

Por eso, recuerda aún con pena el día en que falleció Juan Pablo II, cuya imagen la tiene en un altar de su hogar, junto con otras como la de Cristo. “Cuando escuché por las noticias que había fallecido, aunque ya sabía que estaba grave, sentí algo desde los pies hasta la cabeza, como cuando se muere alguien muy querido”, reconoce Ibáñez, quien se ve en varias fotos junto al Papa colgadas en las paredes del restaurante, al lado de otras con personalidades polacas como Lech Walesa, ex presidente de Polonia.

Benjamín Ibáñez, quien aplaude la beatificación de Juan Pablo II, confiesa haber aprendido a rezar el rosario a partir del que le obsequió el Pontífice, junto con otras cosas otorgadas aquel 6 de mayo de 1990. Le agradece su recuperación, luego de que a cusa de la diabetes bajó casi 10 kilogramos en diciembre pasado y que gracias a la atención médica y a lo que asegura él haberle pedido a Juan Pablo II con oraciones obtuvo su sanación en unos cuantos días.

El Universal