Las nuevas Arcas de Noé frente al fin del mundo: Francisco Ángel Maldonado Martínez*

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¿Qué pasaría con la alimentación de quienes habitamos el planeta Tierra ante un cataclismo mundial? El fin del mundo tiene muchas posibilidades que han sido tratadas por la ciencia ficción de manera recurrente. Desde la posibilidad de que un meteorito impacte la superficie terrestre hasta que la crisis climática destruya la vida tal y como la conocemos, o bien, que una epidemia se extienda por todos los continentes. Las últimas dos imágenes, a diferencia de la primera, cada vez parecen más cotidianas y menos ficticias. Mientras que una película, “Impacto profundo”, asombraba a finales de los noventa por sus efectos especiales, y una posibilidad inaudita: la destrucción del planeta por parte de un asteroide gigantesco, luego de dos décadas el cambio climático y el surgimiento de enfermedades nuevas a raíz de virus como el Covid-19 nos alertan seriamente sobre el destino de nuestra civilización.

Cada vez que se presenta una situación desconocida que nos amenaza es normal que nos alarmemos y pensemos en quienes más nos importan. En este punto cobra sentido preguntarse, ¿qué significa prepararse para el futuro?, y ¿quiénes ya lo están haciendo? Aunque hay situaciones amenazantes, este siglo es el de la innovación científica y tecnológica para enfrentarlas.

En Noruega se construyó en 2008 la Bóveda Global de Semillas de Svalbard conocida como el “Arca de Noé” de los cultivos y situada en el Ártico, la cual tiene un millón de muestras almacenadas en su interior, que ha recabado desde que fue inaugurada hace más de una década. El Gobierno noruego, el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos y el Banco Genético Nórdico impulsaron este proyecto que culminó con la apertura de la que también se conoce como la bóveda del fin del mundo. Esta bóveda cuenta con medidas de seguridad extremas y únicas. Fue excavada a 130 metros de profundidad en una montaña de piedra arenisca, situada a las afueras de la localidad de Longyearbyen; es impermeable a fenómenos como la actividad volcánica, los terremotos y la radiación. Las semillas están almacenadas a 18 grados bajo cero y en caso de fallo eléctrico, el permafrost ártico (capa permanentemente helada) del exterior actuaría como refrigerante natural.

La bóveda es un proyecto a futuro que busca resguardar la diversidad de semillas de la Tierra frente a cualquier cataclismo, pero también puede abrirse en caso de catástrofe como una inundación o sequía que amenace a cierto cultivo con la extinción. Su fin es reconstruir la agricultura. De hecho, su misión ya se puso a prueba ante el creciente conflicto en Siria y el temor de un ataque a las instalaciones del banco de semillas que posee ese país de Medio Oriente.

Por primera vez, los científicos buscaron ayuda del Arca de Noé agrícola. El banco de genes del Centro Internacional de Investigaciones Agrícolas en Zonas Áridas (ICARDA) en la ciudad de Alepo —uno de los 11 en el mundo— con más de 135 mil variedades de cultivos estuvo severamente amenazado por la guerra civil. La reserva cuenta con semillas de trigo, granos de haba, lentejas y garbanzo, así como la colección de cebada más valiosa del mundo. Para 2012, el personal de ICARDA en Alepo huyó del país, dejando atrás el centro y su inventario. Luego de tres años y sin ninguna mejoría significante en el país los científicos alertaron que era momento de tomar las semillas de Noruega para plantarlas en Líbano y Marruecos, pues ambos cuentan con condiciones climatológicas similares a Siria. Así, se continúa con las investigaciones que han trabajado por décadas para desarrollar nuevas variedades de cosechas; con éxito han logrado un trigo resistente a las sequías y al calor.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO por sus siglas en inglés, ya ha alertado sobre la pérdida de un 75 por ciento de la diversidad de los cultivos en la Tierra. De ahí que esfuerzos como el que encabeza el Gobierno noruego sean representativos de las nuevas estrategias a seguir frente a fenómenos que nunca habíamos visto, incluidos la devastación del Amazonas y de Australia entre 2019 y 2020. Áreas naturales extensas en las que la flora y la fauna se preservaban han sido azotadas por incendios forestales sin que los gobiernos hayan dado suficiente importancia al problema. Las imágenes devastadoras y contundentes hacen pensar que la función de los bancos que preservan parte de nuestra biodiversidad es vital, ya no solo para la investigación sino también para el futuro de la humanidad. Concretamente para salvaguardar la alimentación de las futuras generaciones.

Hay que reconocer que en México, cuna del maíz y donde se preservan sus principales variedades, también se han realizado esfuerzos importantes para preservar la gran riqueza de nuestras semillas. Por ejemplo, científicos de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala, de la UNAM, conservan más de 2 mil especies vegetales en el banco de semillas más grande del país para que, si alguna deja de existir en su hábitat natural, pueda reproducirse nuevamente en el campo. Hay un criterio de priorización: a partir de bases de datos propios y del mapa de áreas prioritarias de conservación de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), el equipo de este campus de la UNAM busca por todo México plantas preferentemente endémicas, en peligro de extinción o con usos medicinales.

Frente a problemas de orden global, respuestas de orden global. Esta es la lección de las nuevas Arcas de Noé frente al fin del mundo, que nos recuerdan que hay esperanza, pero que ésta depende, en mayor medida, de la apuesta por la innovación científica y de que el futuro no se vea como una película de ciencia ficción sino como una advertencia sobre lo que estamos haciendo desde ahora para que sea promisorio y no catastrófico.

*Director General del ICAPET