La nueva comunicación política en tiempos inciertos: Francisco Ángel Maldonado Martínez*

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La comunicación política se ha convertido en un poderoso instrumento para definir tendencias electorales. A partir de las últimas décadas del siglo pasado ha cobrado singular importancia debido a que abrió nuevos canales para el intercambio de mensajes que en otro tiempo estaban restringidos por regímenes de corte autoritario. Podemos decir que es un proceso paralelo al de la apertura democrática, pues al abrirse el sistema político también se abrieron nuevos espacios de discusión para asuntos que antes solo se tocaban en las mesas de café de algunos líderes políticos. Bajo esta óptica, no es casualidad que en México el primer debate presidencial en la historia se haya registrado en 1994, casi cuatro décadas después del famoso debate entre Nixon y Kennedy, el primer debate presidencial transmitido por televisión en la historia. A los dos momentos en el tiempo los une una línea: el enfrentamiento de discursos contrarios, de ideas opuestas, de soluciones distintas. Lo que es deseable en toda democracia.

Con la llegada de un nuevo siglo, la comunicación política ha evolucionado a nuevas arenas. Nos encontramos en un momento en el que ya nada es suficiente para impactar el imaginario público. Cada día se inventan más y nuevas fórmulas de convencimiento y se aprovechan canales que antes estuvieron solo en la mente de los escritores de ciencia ficción. ¿Quién en su sano juicio en los ochenta iba a anticipar que apenas tres décadas después todas las personas llevarían consigo un teléfono móvil a todas partes? En aquella época tener un teléfono en casa era un lujo y un walkman era el mayor deseo de cualquier joven para ir escuchando música. Ni qué decir de las formas de comunicar, centralizadas por la televisión y la radio como grandes actores del flujo de información. En apenas tres décadas todo cambió; hoy nadie prescinde de un celular para contactarse de sus seres queridos o reportarse en el trabajo. Se convirtió en un bien básico que también da lugar a sanas distracciones. Se pueden almacenar miles de canciones en un móvil o acceder a listas de reproducción infinitas a partir de una aplicación como Spotify.

Si la telefonía y el ocio han visto un cambio radical en sus formas, podemos decir lo mismo de la comunicación de masas. Los espacios noticiosos tradicionales dejaron de ser fuente única de la verdad, como los noticiarios estelares de radio y televisión. Hoy las noticias se generan en segundos mientras las personas revisamos nuestras pantallas. Twitter y Facebook se convirtieron en las nuevas herramientas para transmitir noticias en vivo y en directo. Lo mismo si se trata de un Gran Premio de la Fórmula 1 o del inicio de un conflicto bélico, todo aparece en nuestro timeline sin pagar una suscripción y sin leer o escuchar a una sola persona. Los fenómenos políticos se resignifican por la comunicación, pero ahora a través de un mundo digital que expande sus horizontes sin que nos demos cuenta. Esto es fascinante al mismo tiempo que incierto, y no sabemos cómo se construirá la sociedad de mañana mientras hoy ya invertimos tanto tiempo en una realidad que es virtual. Esto es un reto para la comunicación personal, pero también para la comunicación política. Volver de las pantallas de nuestros móviles a los rostros de la gente.

Esta reflexión inicial es valiosa porque vivimos un momento crítico en la vida del país, en el que las formas de comunicar se han convertido en el asunto central, a veces por encima de las propuestas para transformar a la sociedad y el Estado. Hoy por hoy algunos de los candidatos que participan en la llamada elección más grande de la historia se han vuelto tendencia pero más por el uso que dan a sus aplicaciones móviles, como Tik Tok, que por las agendas legislativas que quieren construir. Somos testigos de la discusión del formato antes que del contenido, y esto es un fenómeno inédito en nuestra vida pública. Antes los formatos eran acartonados e incluso aburridos. Mucho se ha comentado sobre la ligera evolución de los debates presidenciales cada seis años en México, pero además de este gran episodio de nuestra vida pública, en general muchas veces el espacio en medios no es suficiente para expresar todo lo que se quiere decir, menos la forma cómo se pretende decirlo. Es precisamente aquí donde las redes sociales han irrumpido como un espacio alternativo para generar mensajes hacia el electorado al que se busca convencer de ir a votar por la opción x, y o z.

Estamos en un cambio de época por el uso de las nuevas tecnologías de la información, pero también estamos en medio de un cambio demográfico, en el que la población joven es abundante a nivel internacional. También en México los jóvenes se han convertido en los grandes electores en cada justa democrática, y sin embargo persiste de su parte una profunda apatía hacia la política como competencia por el poder. Hay que reconocerlo y hay que darle la vuelta a esta idea preconcebida. ¿Cómo hacerlo? Poniendo al centro las necesidades y sueños de las personas antes que el protagonismo político de quienes aspiran a un cargo de elección popular. La escena de esta semana ha sido un Tik Tok de un candidato en Guanajuato desde que se pone los pantalones hasta que se echa perfume y se pone el sombrero, sin que quede claro cuál es el mensaje que quiso enviar. Lo que sí quedó claro fue el centro de atención: él.

En Nuevo León se está dando un fenómeno interesante que no hay que perder de vista. Hace unos días el candidato del PRI: Adrián de la Garza, dio una estocada a la puntera en todas las encuestas: Clara Luz Flores, cuando exhibió un video que la mostraba en un diálogo cercano con el fundador de la secta NXIVM, Keith Raniere. Este golpe de efecto en la contienda por la gubernatura de Nuevo León fue inesperado y volvió a mover las tendencias electorales. No fue solo la asociación de una persona con muchos negativos, condenada en Estados Unidos por promover la esclavitud sexual de sus miembros, con una aspirante a un cargo público; sino que previamente Flores había negado dicho encuentro, por lo que la evidencia fue irrefutable y el mensaje aun más poderoso: la candidata mintió. Este tipo de situaciones toma un nuevo carácter en una época donde todo se sube en segundos a las redes, y es un ejemplo de cómo una contienda no está definida hasta que la comunicación política interviene y vuelve complejo todo. Hoy nada está escrito sobre la elección neoleonesa como nada está escrito sobre la elección en los 300 distritos federales del país, iniciada hace una semana.

En un mundo digital, donde nada está escrito, pero todo puede reescribirse, la capacidad de comunicar no es una opción, es más de la mitad del triunfo. @pacoangelm