Francisco Ángel Maldonado, el abogado libre: *Francisco Ángel Maldonado Martínez

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Lo recuerdo como si fuera ayer, era marzo de 1998 y yo participaba en mi primer concurso de oratoria, cómo olvidar ese certamen en lo que hoy es el Teatro Juárez y era la sede del Poder Legislativo de Oaxaca. Ahí estaba mi padre, sentado en primera fila, ansioso de ver participar a su hijo. Me había preparado mucho, recuerdo que durante muchos meses el viejo corría conmigo en el cerro de Monte Albán y ahí me enseñó a modular mi voz. Descubrí que mi padre no solo era abogado litigante sino que tenía dos pasiones que lo motivaban igual que la abogacía : la oratoria y el periodismo. En mi primer concurso de oratoria de 1998 no gané, de hecho en la segunda fase rompí en llanto, tenía apenas 13 años y el pánico escénico me invadió. Ahí mi viejo me enseñó la primer gran lección de vida: los límites los marcas tú, están en tu mente. Recuerdo que nos fuimos caminando del Llano a la Proveedora Escolar y me regaló un libro: El hombre mediocre de José Ingenieros. Ese era mi padre, el brillante abogado que nació en Romita, Guanajuato, y que escogió Oaxaca para vivir plenamente.

El litigio fue su gran pasión, soñó con formar la primera barra de abogados independientes y pasantes en derecho en Oaxaca y lo hizo, este 12 de julio, Día del Abogado, cumple 30 años que nació su barra de abogados y será la primera celebración sin Pancho Maldonado. No solo fueron las leyes y lo que significan para una sociedad, también amaba la poesía y el periodismo, así nació su periódico y su revista, que fueron referentes de la noticia y el análisis cuando en Oaxaca la opinión pública se hacía en las redacciones y la prensa. Me enseñó el amor por las letras y cómo las ideas deben ser expresadas con puntualidad y elocuencia. Orador nato, lector voraz de la historia de México. Gracias a él conocí el ajefismo, grupo brillante de jóvenes que me formaron en mi juventud, gracias a él aprendí a hablar en público. Me enseñó el amor por la palabra hablada y la palabra escrita, él deseaba que yo fuera abogado litigante pero mi mayor deseo fue y es la política.

Cuando le compartí mi anhelo de incursionar en la política, me deseó suerte y me dijo: “has escogido una carrera de altibajos, muy seria, esto no es un juego de canicas. Prepárate, la constancia, el estudio y el trabajo serán tus mejores cartas de presentación. Haz amigos y sé paciente”. Sabio papá, te recordaremos toda la vida, formaste generaciones de abogados, por ello lo mejor que nos queda hoy para recordarte es tu prestigio. Tus muestras de cariño y solidaridad fueron muchas, infinitas, sembraste y dejaste huella, nos dejas la vara alta y difícil de superar a todos tus hijos. Falleciste ocho días después de mi cumpleaños y ocho días antes del Día del Abogado. Extrañaré tus llamadas matutinas y el café que nos tomábamos en el jardín Conzatti, extrañaré tu llamada de las siete de la mañana todos los 26 de junio cuando te acordabas de mi cumpleaños, padre adorado.

Se va contigo parte de mí, te recordaré y llevo el beso que me diste la última vez que nos vimos. Me pediste recordarte en cada amanecer y en cada triunfo de mi vida, terminar mi doctorado del cual te sentías muy orgulloso y cuidar mucho mi trabajo. Me dijiste que cinco cosas son la esencia del hombre: Salud, Conocimiento, Trabajo, Cuidado de la vida y Cuidado de la libertad. Comparabas cada principio con un dedo de la mano y decías que la palma donde se unen los cinco dedos era “Administración”. Quien administra bien estas cinco cosas triunfa en la vida.

“El que a los 30 no se casa y a los 40 no es rico clava el pico”, decías con tu humor franco. Me llevaría infinitas líneas compartiendo tus sabios consejos que se quedan en el hombre que hoy soy, el que preparaste aún sin darte cuenta con tus consejos, con tus regaños, con tu amor discreto, con tus palabras desde que apenas entendía algunos conceptos hasta que concluí una maestría guiado por tu ejemplo de superación. Uno retorna tarde o temprano a las palabras que otros nos enseñaron. Las tuyas están tatuadas en mi memoria.

¡Hasta siempre, papá!

*Director General del ICAPET Oaxaca