Elecciones en Estados Unidos: virando el timón: Jacobo Alejandro Domínguez Gudini

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Hasta hace algunas semanas la estrategia electoral de Joe Biden parecía clara y definida: no jugar a ganar la Elección, sino simplemente dejar que el Presidente Trump perdiera. Pare- cía seguir el consejo atribuido al genio de Córcega, Napoleón Bonaparte: “si el enemigo esta cometiendo errores, no lo interrumpas”.

La tesis, aunque extraña y sui generis, no aparecer sino intermitentemente, no “hacer campaña” en el sentido tradicional del término funcionó. Biden, el adormilado, en realidad no lo estaba: no dormía sino “meditaba” en una inusual pero muy poderosa campaña Zen, donde, como mandata el proverbio chino se “sentó en el quicio de su casa a ver pasar el cadáver de su enemigo”.

Y estaba funcionando. Aún las encuestas más conservadoras, le daban una amplia ventaja, de al menos 10 puntos sobre el Presidente Republicano que busca su re elección, Donald Trump.

Las críticas a la gestión Trump, las contra- dicciones en el manejo de la Pandemia, la falta de acuerdo político con los Goberna- dores y hasta con los Gobiernos locales y muy especialmente su estilo personal de gerenciar la pandemia, se habían convertido en una pesada loza para la aspiraciones políticas de mantener la re elección.

Mientras, Trump debatía y trastabillaba no pocas veces, Joe Biden desde su trinchera virtual, agazapado, meditaba y esperaba el momento oportuno para salir de cacería electoral.

Por supuesto hay que decir que el sistema electoral norteamericano es un sistema de votación indirecta, en la cual es posible que los votos universales (de todos los ciudadanos) no correspondan con los votos en el Colegio Electoral, que está diseñado en una modalidad sui generis.

Ya ha ocurrido cinco veces con los Presidentes Quincy Adams, Hayes, Harrison, George W. Bush y Donald Trump, que los candidatos que tuvieron el mayor número de votos, no ganan la presidencia de los Estados Unidos de América.

Esta ventaja comparativa del modelo electoral democrático de los Estados Unidos de América, hace también que la mayoría del Partido Republicano luzca confiada. Dukakis, le llevaba 17 puntos a George Bush, recordó hace unos días el Presidente Trump, para enviar un men- saje de confianza a sus electores.

El equipo de Campaña de Trump, busco incansablemente encontrarse en los oscuros callejones de las redes sociales con Biden, para pelear. En algún intento, desesperado, lo retaban a través de anuncios espectaculares, recordando al niño abusivo que espera a Bart Simpson a la salida de la escuela.

Pero nada pasaba, aún. Biden, no perdía ni el estilo ni la compostura, fiel a la Campaña Zen. Hasta la Convención Demócrata y el nombra- miento de su compañera de fórmula: Kamala Harris.

La Senadora Harris, es exactamente lo con- trario a lo que hasta ese momento se había planteado voluntaria o involuntariamente, como estrategia de campaña de “confinamiento electoral”: ella viene del activismo, de la visibili- zación de los problemas sociales, de Derechos Humanos y sobre todo de representatividad. La carrera de la Senadora Harris, se explica a partir de darle voz, a grupos que estaban fuera del status quo, pero que, con el redimension- amiento de los roles de las “supuestas

minorías” han planteado debates de inclusión y de un aggiornamento del sistema político y del sistema social.
Las posturas de la dupla Biden/Harris, tiene claro el segmento de destinatarios de sus men- sajes y su capacidad de movilizar y sobre todo de influir en el imaginario norteamericano.

Pero también del otro lado, se encendieron las luces de alerta. Y se dio un viraje de timón. Hubo cambios en el equipo de campaña de Trump y unos días después, se encontraba de nuevo, con su discurso disruptivo, acercándose a sus bases, que gustan de sus expresiones políticamente incorrectas, relacionadas con temas que encienden la hoguera social comola ley y el orden”, los migrantes, el muro y su ya conocida miscelánea política de agenda interna pro americana.

Inmediatamente el matrimonio B/H inicio una contra ofensiva con un amplio debate sobre libertades individuales y derechos raciales.

El equipo Trump lo consiguió: Biden salió de la madriguera, fuerte en los números y con una compañera de batalla que por si misma tiene para darle tarea al Presidente Trump.

Pero cuidado. Están entrando a una nueva campiña del discurso: la polarización. Un tema que el Presidente Trump bien conoce. Que domina. Que ha navegado largamente. Es el encuentro en los mares políticos, de dos viejos lobos. Que conocen y se conocen. Que saben que la opinión pública nunca será la opinión publicada. Que saben que Estados Unidos es el único país del mundo en que puede ganar el que tiene menos votos. Si es que tiene los votos correctos.

Políticamente, para esta elección 2020 en Estados Unidos de América, tiene razón el TAO: lo importate es el camino.