El banquillo de los Celtics desbordó a los Lakers para igualar la serie

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08:46 El banquillo de los Celtics, los jugadores que aparecen al final de los títulos de crédito, han devuelto el equilibrio a la final. En una competición en la que los roles están preestablecidos de forma robótica, los suplentes de Boston Celtics reventaron a los Lakers con un último cuarto en el que se saltaron todos los guiones.

En la NBA los jugadores de banquillo aparecen al final del primer cuarto; disfrutan de unos minutos en el segundo; reaparecen al final del tercero y cuando restan diez minutos vuelven al banquillo para animar, mover la toalla y ceder sus sillas en los tiempos muertos. Es su misión, salvo en casos excepcionales. Doc Rivers obvió los protocolos gracias a Robinson, Tony Allen, Wallace y Davis. La intensidad y el acierto de los cuatro acabó con unos Lakers exhaustos y reabre el debate por el anillo. Si Gasol y Kobe no cuentan con la ayuda de Bynum –le volvieron a traicionar las rodillas– y algún miembro más del quinteto titular, porque el banquillo «laker» no cuenta, el título se complica y mucho.

Glen Davis fue la base sobre la que se asentaron los Celtics en los momentos más exigentes. «Big Baby» es un jugador atípico. Es un cruce, en volumen y tamaño, entre Shaquille O’Neal y el griego Schortsianitis. Su tendencia al sobrepeso se reduce a medida que avanza la temporada del mismo modo que aumenta su influencia en el juego bostoniano. Entre el cansancio de Gasol y la fragilidad interior de Odom, Davis fue un martillo pilón en el arranque del último cuarto. Los Lakers habían llegado hasta ese punto por delante (60-62) gracias a las rachas en el tiro exterior de Kobe y a la constante producción de Pau. En el fondo de armario no había nada más. Fisher, desaparecido; Artest, en su mundo; Bynum, en el banquillo lastrado por sus rodillas y los suplentes se limitaban a hacer bulto.

A las ganas de Davis se sumó la intensidad en ataque de Robinson. El base procedente de los Knicks y dos veces campeón del concurso de mates es otro raro. Su juego es ajeno al orden habitual de los Celtics. Antes del partido se aísla con unos cascos más grandes que su cabeza. Durante la sesión de tiro no se separa de ellos y en el partido también va a lo suyo.

Su anarquía se tradujo en seis puntos vitales en el despegue del último cuarto. Atrás, los culpables fueron Tony Allen y Rasheed Wallace. El primero minimizó los daños de Kobe con una defensa de libro. Fue la sombra del escolta y provocó que todos sus puntos en el último cuarto no fueran decisivos. Wallace, el jugador con más técnicas en la historia de la Liga, hizo idéntica labor de desgaste por dentro con Gasol. Cuando volvieron los titulares, a tres minutos del final, la misión estaba cumplida (85-74).

larazon.es