Coaliciones 2018: que dios nos agarre confesados: Raúl Castellanos

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De acuerdo a la definición enciclopédica, una coalición es la agrupación de partidos políticos, alianzas u organizaciones que tienen como objetivo presentar una candidatura única en un proceso electoral; pretenden con ello, obtener un mejor resultado en términos de votación al presentar ante el electorado un –supuesto- mejor candidato o un programa común que responda a distintas visiones no excluyentes en sus principios; tienen además de acuerdo al sistema de cada país la posibilidad de orientar los votos de partidos minoritarios hacia un candidato y pactar una asignación proporcional que les permitan conservar sus registros que por sí solos no lograrían.

Hasta hoy –con algunas excepciones notables, la Concertación el Chile por ejemplo-; las coaliciones más recurrentes y exitosas se dan en los regímenes parlamentarios, fundamentalmente porque las propuestas de programas de gobierno surgen de discusiones de fondo y en torno a temas específicos y sobre todo, porque al ganar una contienda, siempre está latente la posibilidad de formar gobierno y a su vez disolverlo si alguna de las partes –léase partidos- contradicen o violentan las políticas públicas pactadas. Otras ventajas son, la de poder formar gobiernos multipartidistas y el que todos los partidos que la integran –la coalición- tienen derecho de veto; se requiere que todos estén de acuerdo para que se den cambios significativos en la conducción de los asuntos del Estado.

Por el contrario, en los regímenes presidencialistas lo anterior no ocurre; los presidentes no requieren de formar o contar con una mayoría legislativa para tomar posesión del cargo; a diferencia de los parlamentarios, pasada una elección no hay obligación alguna de institucionalizar la coalición ganadora –si fuere el caso-; quien gane el poder ejecutivo puede gobernar aún teniendo una minoría legislativa surgida del o de los partidos que los postularon y también construir una mayoría en torno a proyectos legislativos con partidos de oposición, sin que ello afecte su investidura en caso de concluir o fracasar, como fue el caso del “Pacto por México” de principios del actual gobierno.

En el caso de nuestro país, donde prevalece institucionalmente un presidencialismo aún con notables poderes –incluyendo los fácticos y en la frontera de la ilegalidad-; las coaliciones recientes a nivel de la elección presidencial, por decir lo menos fueron efímeras, o mejor dicho sólo con un fin electorero; en estas, a las que se han prestado la totalidad de las “franquicias” –algunas familiares- minoritarias, destaca el Partido Verde Ecologista, que lo mismo sirve para un barrido que para un regado; “pragmatismo” que le ha redituado posiciones burocráticas de medio pelo y un buen número de curules; también este partido, en tiempos recientes ha servido para que el PRI manipule disposiciones legales en materia electoral y mande a competir por esa vía a Escuderos e hijos de influyentes líderes. Y en cuanto a las coaliciones que se han presentado en elecciones locales, particularmente algunas entre la derecha facciosa y la izquierda oportunista, todas han sido un reverendo fracaso, por decir lo menos y no entrar a vergonzosos detalles.

Frente a esta panorama electoral de facto; es evidente que transitamos por una crisis de las democracias representativas; un claroscuro entre el pasado, crisis sociales y de seguridad y trasformaciones tecnológicas; no hay respuestas ni liderazgos validos y los que han surgido parecen una fuga al pasado; los supuestos proyectos de cambio, llámense “Reformas Estructurales” se empantanaron, la economía se debate entre la recesión y la inflación, el régimen fiscal tritura a las clases medias, las de abajo ya no hay de donde, se debaten en la pobreza extrema.

Es en este escenario, donde se realizarán las elecciones del próximo año; con un sistema de partidos incapaz de afrontar las mutaciones del presente siglo, inmersos en un terrible proceso de descomposición, oportunismo, corrupción, faccionalismo; al día de hoy no contamos con partidos con real arraigo social, que no sea producto del chantaje de programas sociales –leche regalada o tarjetas clonadas-, coacción o amenazas directas. Las coaliciones que se han registrado son de ficción y de facciones, no han presentado hasta hoy un proyecto de país viable; se privilegia el inmediatismo, las ocurrencias, los “gabinetes” y el pragmatismo; y en algunos casos son tan ridículos en sus protagonismos que dan pena ajena; tal es el caso de un video que vi ayer donde Ricardito el “niño Fidencio” de la mafia azul toca un teclado y Juan Zepeda toca la guitarra–simula- al tiempo que cantan –simulan cantar- y presumen ser “de la misma banda”. Y si que son de la misma banda.

Constituidas las coaliciones, cada candidato ha firmado sus respectivas alianzas con el diablo, José Antonio Meade pasará los siguientes meses vendiéndonos la desmemoria; pretendiendo el borrón y cuenta nueva; queriendo hacernos creer que la prisión domiciliaria de Elba Esther y la alianza del PRI con el PANAL es mera coincidencia.

Ricardo Anaya defenderá ferozmente políticas emanadas de la izquierda que tanto ha criticado y desconocerá la barbarie panista y su docena trágica, le apuesta a ser el fiel de la balanza; una mezcla de ujier de la Casa Blanca y juarismo guadalupano; una candidatura construida sobre mentiras, medias verdades y los cadáveres de sus adversarios.

Finalmente López Obrador ha optado por desdeñar toda perspectiva progresista y acompañarse de la derecha confesional que representa el PES; partido que el pasado jueves avaló la aprobación de la ley de seguridad interior, la cual pretende convertirnos en un Estado pinochetista, además de ser el principal impulsor de la restricción de libertades y derechos conquistados en y por la sociedad plural que somos.

Visto en perspectiva; todas las cartas, llamémoslas coaliciones, están sobre la mesa. Tristemente, la elección del año próximo será una contienda entre derechas, como bien lo dice el periodista Emiliano Ruiz Parra. “No contamos con ninguna opción real de izquierda progresista y democrática”. Cada quien tendrá que escoger con que derecha quiere bailar y que sapo quiere tragar. No hay de otra. Deseémonos ¡buena suerte y que Dios nos agarre confesados!

¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?

RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh