Zopilotes del coronavirus: Moisés Molina

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La palabra zopilote es muy mexicana. Viene del náhuatl “zopilotl”, compuesta de “zotl”: inmundicia, y “piloa” que significa colgar”.

@Cuauhtemoc_1521

“El fin del poder” de Moisés Naím es ya indiscutiblemente un clásico que, especialmente en estos tiempos, se remite a las pruebas.

Las tesis centrales que a lo largo del libro el autor trata de comprobar giran en torno a que en estos tiempos el poder es más fácil de ganar, más difícil de conservar y más fácil de perder.

 

Esta ha sido la historia reciente de México desde la alternancia, reproducida en casi la totalidad de las entidades federativas.

 

En esa lógica es que PRI y PAN principalmente, han perdido sucesivamente elecciones a todos niveles.

 

La irrupción de MORENA en la escena electoral mexicana ilustra de forma inmejorable las tesis que Naím expone de manera lúcida.

 

Esa irrupción, al amparo de las escandalosas historias de corrupción del sexenio pasado, que no habrían sido tales sin el innegable poder de las redes sociales, trajo consigo nuevos rostros y nuevos nombres.

 

Una nueva clase política desplazó a los políticos experimentados de otros tiempos con sus debilidades, vicios y fortalezas innegables y a los técnicos que hicieron también aportaciones relevantes para la construcción y consolidación de nuevas instituciones, principalmente en el campo de la democracia y la macroeconomía.

 

Paradójicamente esa nueva clase política ocupó los espacios de representación y las funciones públicas de la segunda línea en jerarquía y hacia abajo a los estados y municipios.

 

Si revisamos uno a uno los nombres más prominentes del gabinete presidencial encontraremos mujeres y hombres con pasado y genética priista o formados al amparo de este partido. Esto aplica en primerísimo lugar a nuestro Presidente.

 

La nueva clase política restante cuyo desempeño, usted amable lector, podrá conocer de primera mano ahí donde usted vive, trajo consigo el inevitable inconveniente de la improvisación y, salvo honrosas excepciones, advino sin la altura de miras, la claridad en el pensamiento y en la acción, y la solidez en la preparación imprescindible para construir sobre bases ciertas el cambio prometido.

 

Con la nueva clase política vinieron -reitero, salvo honrosas excepciones- genéricos intercambiables sin idea de la política ni de la administración pública y, ni siquiera, con voluntad de prepararse, instruirse y ponerse al corriente para no aprender echando a perder.

 

Representar en un cargo de elección, gobernar y administrar son cosa seria. El cambio prometido debió haber venido, en principio, con un cambio de actitud.

 

La realidad se impone, al demostrar que el no mentir, no robar y no traicionar quedaron exponencialmente en el cliché, como palabras que se fueron ahuecando a fuerza de repetirlas en automático como padre nuestro.

 

Y a ello hay que sumarle la preexistencia de una clase política ambiciosa y corrompida que encontró acomodo en los espacios de representación de la 4T y que hoy lucran con la tragedia.

 

Son personajes, mujeres y hombres, que indolente o estúpidamente se autopromocionan altavoz en mano, haciendo auténticos mítines en medio de la contingencia, mandando pegar sus rostros en bolsas de despensa o “descontándose” un ridículo sueldo que no es el que realmente ganan. Ellos nunca pierden.

 

Usted y yo sabemos que Jalisco nunca pierde y esa es su filosofía.

 

Ahora ellas y ellos también conocen la tesis de Naím: el poder hoy se pierde mas fácilmente y es más difícil de mantener que antes.

 

El pueblo dirá si lo aprendieron o no demasiado tarde.

 

Se tenía que decir.