Tabasco: “Pedacería de espejo”: Joel Hernández Santiago

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Hay lugares que duelen a uno cuando sufren. Hay lugares en donde uno quisiera que ningún daño, ningún perjuicio o tragedia ocurrieran y que sí, por siempre, predominara en estos la armonía, la paz, la tranquilidad, el trabajo, la salud, la igualdad, la justicia, el todo cumplido para todos. Tabasco es uno de esos lugares, para muchos de nosotros…

Por supuesto está la tierra de la que uno es, Oaxaca el caso. Y como dice el cursi regionalista que todos –o casi todos- llevamos dentro: “No hay tierra como mi tierra ni cielo como mi cielo”.

… Oaxaca es “la tierra del sol” que hoy más que nunca, suspiro por verla y a donde uno quiere ir a recoger el ombligo que está enterrado en aquel patio fresco y bajo aquel árbol frondoso y rozagante. Ahí mero es donde está la gente más querida, la familia, los grandes amigos y un techo y una mesa y un abrazo siempre dispuestos. 

Y también hay esos otros lugares queridos en los que fuimos recibidos con la cordialidad propia de quien nos ve con afecto, quienes nos reciben a brazos abiertos, con la sonrisa amplia y en donde se nos dijo “te queremos” y se nos dijo “no te vayas” y de donde uno no se hubiera querido ir…

… Son esos lugares en los que hay mujeres y hombres de trabajo y de lucha y de alegría que desde el primer momento le estrechan la mano a uno y es para siempre…

Si. Este texto es muy personalísimo. Y quiere serlo. Y en este caso me referiré a Tabasco, la tierra y agua que están en el sureste de nuestro país y al que hace muchos años llegaron hombres y mujeres fuertes, de carácter recio y voluntad de hierro para construir su vida ahí: Sólo así se entiende que algunos se asentaran en aquel lugar en donde, ‘al principio’ sólo había pantanos, mosquitos y “un calor de la chingada”, se dice allá mismo.

Los tabasqueños de hoy, hombres y mujeres, ancianos y niños, son herederos de esa reciedumbre; son gente fuerte y definitiva; de trabajo y esfuerzo. No se andan por las ramas cuando se tiene que decir lo que se piensa y sí: son muy apasionados…

Así lo dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador, que es de allá. Y sí: lo son; sin menoscabo de su inteligencia evidente y su carácter siempre alegre. Porque eso hay ahí, a pesar de los pesares, alegría por la vida, alegría por vivir y alegría por ser de ahí: “Por el orgullo de ser tabasqueños” decía el ex gobernador Salvador Neme Castillo.

En este momento son trece de sus diez y siete municipios, 163 mil hectáreas por los menos, los que están anegadas, bajo el agua, con gente hundida y sin solución pronta a la tragedia: son más de 160 mil damnificados que lo han perdido todo, o casi todo,  porque la vida y la dignidad persisten ahí, y aunque duelen los que han fallecido, también están los que en este mismísimo momento luchan por rescatar su vida y su futuro.

¿Quién tuvo la culpa de esta tragedia? Todos acusan a que en Tabasco estas inundaciones ocurren de tiempo en tiempo y que “la gente de Tabasco ya está acostumbrada”. No. No es así. La gente de Tabasco sabe de agua, porque viven entre ríos, lagunas y algunos municipios están bajo el nivel del mar, como es el caso del municipio del Centro. Esto es así. Pero no como esta vez y no se acostumbra al ser humano a la tragedia.

¿Hubo una mala gestión de la situación? Quizá. La naturaleza es lo que es y no lo piensa. Llueve ahí mucho, cada año, pero no tanto como para anegar a los tabasqueños. De ser cierta esa maldición, la gente no construiría sus casas en el nivel de piso y las harían con palafitos para que cuando llegaran los torrenciales y las inundaciones estuvieran a salvo. No. Lo dicho, en esta ocasión, como en 2007, fue desproporcionado.

¿Fue culpa de esos torrenciales? En parte, los frentes fríos y la lluvia torrencial de varios días. Pero también contribuyó en mucho lo que pasó con la Presa Peñitas, cuyos técnicos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), inexpertos, hicieron desfogar a niveles extraordinarios lo que desde un principio causó el mayor perjuicio.

El gobernador Adán Augusto López lo advirtió desde el 1 de octubre cuando la Comisión Nacional del Agua (Conagua) anunció que se incrementaría el desfogue de agua en la Presa Peñitas, ubicada en el alto Grijalva, de 600 a 1,100 metros cúbicos por segundo.

El gobernador de Tabasco, le pidió entonces a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) que lo hiciera de manera adecuada de lo contrario “serán los responsables de posibles inundaciones”. No hicieron caso y ocurrieron esas inundaciones, y miles de daños…

El mismo presidente López Obrador dijo el 18 de octubre que el desfogue de Peñitas “Falló técnicamente, pero que se estaba buscando prevenir” (…) “Hubo un mal pronóstico en el manejo de la presa Peñitas“dijo ese día y también anunció que se presentaría “un nuevo modelo de manejo de las hidroeléctricas, para que no se inunde la planicie de Tabasco.” Manuel Bartlett también, director de la CFE aceptaría también esta falla.

Cuando el problema ya estaba en su cresta, el gobernador anunció que demandaría a la CFE por este error grave y trágico. Bartlett contestó que “Hay gente que anda buscando a ver a quién le echa la culpa de sus torpezas” y que esta demanda “le daba risa”; el gobernador le contestó que Bartlett es un cínico, pero que eso se arreglaría en los tribunales en su oportunidad.

El presidente dijo que no intervendría en el diferendo entre los funcionarios, aunque evidentemente apoyó en su Mañanera del 11 de noviembre al hombre ‘que llegó a solucionar los problemas que heredó la CFE’, o sea Bartlett.

Con todo: en Tabasco este momento es de tragedia; en la mayor parte de su territorio y agua. Y se necesita que todos los mexicanos estemos alerta y ayudemos como se pueda; no hay que olvidar, por otra parte, que Tabasco ha contribuido a la riqueza mexicana con las enormes cantidades de petróleo que se han extraído de ahí en décadas…

Y si se dejaran de “politiquerías” todos los políticos y se dedican a solucionar hoy y para siempre el problema para Tabasco, como para Chiapas y Veracruz, entonces las cosas serían distintas…

joelhsantiago@gmail.com