Pues ya estamos en marzo, a saber, y por si no nos habíamos dado cuenta. Entre el barullo político, los dimes y diretes de unos contra otros; la detención de políticos adversos a la 4-T; el que la pandemia ‘está que se va, que se va, que se va… y no se ha ido…’; la inflación que está a punto de turrón;
…La inseguridad que es la tragedia de nuestro país, imparable e impune; lo del homicidio de 8 periodistas en apenas dos meses de 2022 y no se valora en su dimensión exacta la vida-muerte de periodistas-libertad de expresión, y el odio que predomina en una sociedad polarizada por mandato supremo. Entre todo esto, marzo parece que pasa desapercibido.
Pero no, no y no: En México marzo es propicio para la memoria sin olvido. Por ejemplo, el viernes pasado se celebraron los 84 años de la Expropiación Petrolera. Parece que fue ayer. El 18 de marzo de 1938 el entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas del Río, michoacano-jiquilpense él, expidió el decreto de la Expropiación Petrolera…
…Hazaña que consistió en la apropiación legal del petróleo que explotaban 17 compañías extranjeras que tenían el control de la industria, para convertirse en propiedad de los mexicanos. Fue muy bueno esto.
… Aunque la verdad, luego, los mexicanos-gobierno, han hecho un verdadero desastre de abuso, incapacidad y saqueo de las arcas petroleras mexicanas. La empresa está hoy en la lona y por más que intentan reanimarla nada contiene su desaliento. ‘Lástima Margarito’. En este momento mexicano no hay nada de qué presumir en materia petrolera.
Este marzo se celebra el 216 aniversario del nacimiento de don Benito Juárez García, zapoteca oaxaqueño ilustre. Un hombre de Estado, este sí. Hombre de leyes hechas y derechas. Su país era primordial en su vida. Y aunque se empeñó en defender la soberanía mexicana de amenazas externas también metió la pata por aquel tratado McLane-Ocampo.
Esto es: El 14 de diciembre de 1859 se firmó en el puerto de Veracruz el Tratado McLane-Ocampo, conocido también como el Tratado de Tránsito y Comercio México-EUA. Los firmantes fueron Robert McLane, enviado especial del presidente estadounidense James Buchanan y Melchor Ocampo, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Benito Juárez.
En el artículo 1, el Tratado McLane-Ocampo concedía a los ciudadanos y bienes de los Estados Unidos un derecho de tránsito a perpetuidad por el istmo de Tehuantepec, enclave entre los estados de Oaxaca, Veracruz, Tabasco y Chiapas.
En el artículo 3 el gobierno mexicano se comprometía a no interceder en el tránsito de las mercancías estadunidenses que circularan por el istmo, salvo aquellas destinadas a consumirse en México.
El artículo 5 permitía la participación del ejército estadounidense “con el consentimiento o a petición” del gobierno de México para ayudar a la defensa de los puertos y las rutas de dicho territorio en cuestión; sin embargo, esas fuerzas militares podrían actuar sin previo consentimiento “en caso excepcional de peligro imprevisto o inminente para la vida o las propiedades de ciudadanos de los Estados Unidos, quedan autorizadas las fuerzas de dicha república para obrar en su protección.”
El artículo 7 cedía a perpetuidad el derecho de paso entre las ciudades de Camargo o Matamoros, por la vía de Monterrey hasta el puerto de Mazatlán. El artículo 10 estipulaba que, a manera de compensación por la pérdida en rentas con este acuerdo, el gobierno mexicano recibiría cuatro millones de pesos, la mitad de los cuales se pagarían al firmarse el Tratado” Aprovechados los gringos ¿no? Pero nada: el Congreso de EUA no aprobó el acuerdo y nada.
Son dos fechas históricas fatales en marzo. La expropiación que fue un acto de justicia y rebeldía y de ética política, pero que ha derivado en este desastre que vemos hoy con el tema petrolero: “El Niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros de petróleo el diablo” escribió Ramón López Velarde en la “Suave Patria”.
Y por otra parte la situación que vivía Juárez y el país en tiempos de guerras que parecían interminables, las arcas vacías y un gobierno asediado por todo el mundo, de tal forma que lo que pudo ser una solución a la larga pudo ser una tragedia. Pero nada. Suerte de perro amarillo. Y lo que quedó de México en su extensión territorial es lo que hoy tenemos y somos.
Es historia y Herodoto dice que “Quienes no recuerdan su pasado… “etc. Por lo pronto el domingo 20 de marzo estalló la primavera en México. Esto también es importante. ¿Cómo no va a ser importante para un país, para una sociedad, para un minuto a minuto luego de dos años aciagos que hemos vivido?
Por supuesto la pandemia que, precisamente por estos días cumple dos años y nos ha dolido. Y nos duelo por el enorme dolor que propició a todos y, en particular a las familias que tuvieron la desgracia de perder a un ser amado. Para ellos, todos, nuestra solidaridad y amor.
Pero también tiempos de recapitulación vendrán pronto y sabremos si las malas políticas de salud conducidas por el subsecretario arrogante e incapaz pudieron ser la causa del exceso de defunciones y dolores humanos en México. Ya se sabe que la historia no es esa tía buena que todo lo ve y todo lo perdona: al contrario. Ya vendrá esa recapitulación…
Mientras tanto eso: tenemos derecho al sol, al aire libre, al color de vida, a buscar la felicidad hasta debajo de las piedras. Tenemos derecho a ella. Tenemos derecho a recuperar el tiempo perdido y sí, mantener los cuidados usuales para garantizar nuestra salud y al mismo tiempo pensar que ojalá las cosas fueran tan… así, como dijera Carlos Pellicer: “Aquí no suceden cosas de mayor trascendencia que las rosas”.