Debido a circunstancias externas (septiembre negro y crisis financiera), pero particularmente internas (ausencia de reformas estructurales), la economía mexicana creció 1.7% en promedio anual entre 2001 y 2010, sensiblemente por debajo de las expectativas (6%). Las autoridades han sido incapaces de incrementar y sostener el crecimiento económico. Entre 2001 y 2003 se creció 0.2%; de 2004 a 2007 3.9%, y de 2008 a 2010 0.2% en promedio anual.
A diferencia del crecimiento, en cierta forma, la estrategia económica ha tenido un relativo éxito en lo que se refiere al control inflacionario, las medidas puestas en marcha han logrado contener el incremento de los precios. En 2000 se tenía una variación anual de los precios, medida por el Índice Nacional, cercana a los 10 puntos porcentuales, que se redujo paulatinamente hasta llegar a 4% promedio en 2010. La reducción de la inflación ha sido a costa de un menor crecimiento, de ahí que su éxito sea relativo, las autoridades han privilegiado el control de precios, al considerarlo clave en la búsqueda del bienestar de las familias.
Se debe reconocer que la economía mexicana es una de las más estables de América Latina y del conjunto de mercados emergentes, que existen sólidos argumentos macroeconómicos, pero que no crece como lo marca su potencial. Debemos pasar de la etapa del estancamiento estabilizador a la del crecimiento estabilizador. Para ello se requiere de un conjunto de acciones de política económica, básicamente una política fiscal expansiva, por medio de inversión en infraestructura, con financiamiento sano y políticas de oferta que contribuyan al aumento de la productividad de los factores.
En relación al empleo, entre 2003 y 2008 el número de personas aseguradas en el IMSS pasó de 12.3 a 14.4 millones de personas, en 2009 se redujo a 14 millones, recuperándose en 2010 al alcanzar la cifra de 14.5 millones. Sin la crisis económica de 2009, el empleo en 2010 tendría que haber sido de 15.4 millones de personas. Para todo el periodo, en promedio, 89% del empleo generado fue permanente y el resto eventual.
Si en lugar de observarse el total del empleo, se revisa el número de empleos formales creados, se tiene un cuadro francamente desolador, ya que en promedio entre 2000 y 2010 sólo se crearon 340,000 empleos anuales, cuando se necesitaban más de un millón. El año en el que más empleo se creó fue 2006, con una cifra apenas superior a las 600 mil plazas.
Otra forma de conocer la situación del empleo, es a través de la tasa de desempleo abierto. En 2000 era 2.8% de la Población Económicamente Activa (PEA), 2.4% en hombres y 3.5% en mujeres. Para el 2010 era 5.4% total, 5.4% en hombres y 5.3% en mujeres. Otro indicador que nos habla de la pobreza laboral, es la tasa de desempleo involuntario. Para 2000 era 11.9% de la PEA, en número absolutos eran 4,674,259 personas, mientras que en 2010 era 17.6% ó 8,201,937 personas. Finalmente, ocupados en la informalidad eran 10,551,013 personas en 2000 y 12,415,710 en 2010.
El país no crece y no genera los empleos suficientes, aunque ha logrado contener de forma importante el incremento de los precios y reducido la vulnerabilidad de la economía ante choques externos. ¿Debe continuar por este camino? Definitivamente no, es preciso cambiar la política económica o como dicen algunos, privilegiar un nuevo modelo económico, en el que lo fundamental sea el crecimiento y la generación de empleos.
Otro indicador del fracaso de la actual estrategia, es el ingreso que perciben las personas que sí tienen un empleo formal. En 2000, 42.2% de los ocupados percibía hasta 2 salarios mínimos; de 2 a 5 salarios mínimos 33.8% y apenas un 10.7%, 5 y más. Con lo que se tiene un mercado interno sumamente reducido debido a una población que carece de los ingresos suficientes para sostener el consumo y la demanda agregada. En 2010, 36.1% de las personas ocupadas ganaba hasta 2 salarios mínimos; 38.3% de 2 a 5 y 8.8% más de 5.
Una de las razones por las cuales la inflación no crece es porque las autoridades han fijado en niveles de infra-subsistencia los salarios; en el mercado, no se remunera a los trabajadores de acuerdo a su productividad, generando con ello grandes pérdidas para los trabajadores y ganancias para los empresarios, ampliando con ello la brecha que separa ambos grupos. Como evidencia de lo anterior, en el 2000 el salario mínimo creció 0.57%, casi nada y en 2010 0.67%, nuevamente casi nada. En cambio la productividad laboral creció 3.3% en 2000 y 6.1% en 2010. Los salarios han sido utilizados como un ancla inflacionaria.
El saldo económico de los últimos diez años no es satisfactorio, existen muchos problemas por resolver. La estabilidad económica, medida a través del control de la inflación, no es suficiente, menos aun cuando se basa en el estancamiento de los salarios. El país requiere un cambio de rumbo, la puesta en marcha de una estrategia que favorezca el crecimiento económico, la creación de empleos y el control de la inflación. La tarea no es sencilla, es bastante complicada, pero es posible. Revertir los malos resultados pasa por cambiar a quienes hasta ahora toman decisiones de política económica, sustituirlos por profesionales competentes que entiendan y puedan darle cauce a las principales prioridades del país: crecimiento y empleo.
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* Profesor en economía de la UACJ, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)
Referencias:
Botello, Jaime. “Algunos indicadores del mercado de trabajo”. Revista Análisis Económico, vol. 26, núm. 63, 2011, pp. 247-263.
Sánchez, Isaac y Cuauhtémoc Calderón. “Una interpretación sectorial-estructural del bajo crecimiento en México”. Revista Análisis Económico, vol. 26, núm. 63, 2011, pp. 129-148.