La transición: Luis Octavio Murat

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La transición de poderes da señales del rumbo político, económico y social que el próximo gobierno seguirá apoyado en las instituciones públicas del Estado. Instituciones que cumplieron bien el reciente ejercicio democrático de la nación.

En efecto, el proceso de transición que se lleva a cabo confirma el resultado del periodo electoral que ha conducido al país a un proceso de cambio de poderes tranquilo y pacífico, diferente al que presagiaban los agoreros del desastre.

Reconocer, aceptar y rechazar, permite el proceso de transición democrático y seguro que se vive, debido a que el sistema político pudo sostener y proteger la diversidad ideológica de los miembros que son actores en el proceso democrático de transición. Y es que ante los cambios que se operan en el mundo, nuestro país continua activo y participante en los procesos políticos, económicos y sociales que se necesitan.

Proceso democrático que se ha ido construyendo, poco a poco, hasta formar el modo de vida que hoy nos parece común, normal, nada sorprendente, porque así debe ser la democracia.

El proceso de transición de hoy es el resultado de un ciclo difícil que fue modelando la cultura política que hoy nos arropa.

No hace mucho, la transición de poderes entre el gobierno saliente de Vicente Fox y el que iniciaba de Felipe Calderón fue difícil debido a la lucha entre partidos que no aceptaban los resultados electorales y que, en un acto bochornoso y ridículo, le obstaculizaron al Presidente electo tomar protesta como Presidente Constitucional en la Cámara de Diputados.

Hoy el proceso de transición que se opera es un ejercicio responsable de los individuos que sufragaron y de los que lucharon por sus candidaturas; de aquellos que perdieron la elección y de los que alcanzaron las anheladas victorias. Es un proceso en el que se está informando a la nación cuales y como serán los cambios que el nuevo gobierno llevará a cabo los próximos seis años como, vender el avión presidencial (aunque no se pueda), cambiar oficinas presidenciales a Palacio Nacional y convertir Los Pinos en Parque público; convocar a consultas populares para que opinen los que ignoran cual es el lugar adecuado para el Nuevo Aeropuerto; derogar la Reforma Laboral llamada Educativa aunque se hayan gastado cientos de millones de pesos; derogar la Reforma Energética y construir refinerías, a pesar de que el futuro, que ya nos alcanzó, nos indique que la industria automovilística esta modificando el uso de gasolinas por el de hidrógeno y eléctrico; disolver el Estado Mayor Presidencial y enviarlo a los cuarteles como Policía Militar; otorgar becas al estudiantado y a los ninis (of course) que también votan; despenalizar el uso de las drogas para uso médico y lúdico (mariguana y amapola); así como todas las modificaciones que se le ocurran al nuevo gobierno, pero a través de iniciativas de ley.

Y, a pesar de que no avanzamos al ritmo que deseamos, el país se mueve, aun con dificultades que obstruyen el avance de la nación, como la violencia, los cárteles criminales, el narcotráfico, el tráfico ilegal de armas desde Estados Unidos hacia México; lo cual robustece el poder de los grupos criminales en Guerrero, en Tamaulipas, en Michoacán, en Oaxaca, en Puebla y Chihuahua. Pero, está claro, que los avances, en varios rubros, se han logrado, por ejemplo: en el proceso democrático que se vive; el rescate de la rectoría de la educación que, hasta hace poco tiempo, estaba bajo el control de la CNTE y la S22 en los estados de Oaxaca, Michoacan, Baja California y otros; el de la vivienda que a pesar de los sismos y la irresponsabilidad de algunas autoridades delegaciones y estatales se le hizo frente; lo mismo ha ocurrido con los servicios de salud en la medida que los recursos lo permiten.

Por lo que se refiere a la clase gobernante, a pesar de todas sus fallas y aciertos, propició el marco de referencia que requieren los partidos y organizaciones políticas sin que hayan estallado conflagraciones sociales, como muchos vaticinaron, incluyendo un supuesto atentado contra el Presidente Electo.

Por otro lado y a punto de que se instalen las cámaras legislativas, toca a los legisladores recuperar la confianza de los electores; limpiar el desprestigio en que han caído realizando tareas que fortalezcan su trabajo, como sería el orientar, informar y fortalecer la participación ciudadana porque, ante un nuevo gobierno reformista a ultranza, no caben ya las descalificaciones sin sentido alguno, pero si las críticas positivas y objetivas. Los fatalistas y los que promueven las desobediencias para justificar sus incapacidades tampoco tienen destino, porque los cambios se instauran al ritmo que demanda la nación. En tanto, continuemos el proceso de transición como hasta ahora, en paz y en la democracia.

@luis_murat