La revolución de hoy y los rezagos del ayer: Bersahin López

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04-bersahinSuperar las adversidades se convierte, necesariamente, en el principal reto de quienes quieren alcanzar mejores condiciones de vida. La óptica para lograr esa mejoría es la que determina la forma en que se busca superar las adversidades en lo individual y colectivo. Es ahí mismo donde se reconoce a villanos o héroes, dictadores o mártires, desarrollo o rezago, gobiernos autoritarios o democracia.

La visión equívoca, sesgada por el interés personal, es el elemento que siempre contamina los movimientos sociales, por nobles que éstos sean. Es lo que ha ensombrecido algunas de las gestas heroicas que, por su naturaleza, debieron ser un bálsamo de alivio para sanar las heridas, pero paulatinamente han abierto aún más la llaga, que no deja de sangrar a través de los siglos. Sobre la línea del tiempo se pierde quién provocó la herida y ahora se busca afanosamente calmar el dolor sosteniendo una mentira histórica, aún a costa de que el desarrollo del pueblo se haga más difícil.

La Revolución mexicana estuvo llena de movimientos armados que se suscitaron uno a uno como en cascada.  Inspirados en rencillas, desacuerdos económicos y desigualdades sociales, estaban desarticulados y soló funcionaban para la región donde se levantaran en armas. Cualquier motivo era suficiente para empuñar un arma, montar a caballo y salir en busca de la aventura que hoy sólo conocemos en los corridos. Hicieron una revolución que en ese momento no tenía un destino pero sí muchos pretextos que la nutrieron socialmente.

Los oaxaqueños fueron piezas clave en la Revolución Mexicana. Por ejemplo, Porfirio Díaz, la figura ambigua del padre y villano, constructor y dictador, militar que ya se había eternizado en la presidencia pero que entendió las circunstancias y el tiempo que se vivía. Los hermanos Flores Magón, que  desde su trinchera intelectual trabajaron para que, por medio del  liberalismo se conociera el desarrollo integral del país.

La Revolución Mexicana también fue una lucha de intereses particulares y egos. Los generales  revolucionarios peleaban por su parcela, por la restitución de sus cosechas trabajadas de sol a sol. Emiliano Zapata, Francisco Villa, Belisario Domínguez, Otilio Montaño, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón son nombres que nos recuerdan la historia, pero no un proyecto integral de nación.

Las desigualdades, combatidas con fuego, sangre y la muerte de los jefes revolucionarios, se capitalizaron casi dos décadas después, con la institucionalización de la Revolución Mexicana. Se logró en cierta medida armonizar intereses, se pactó el desarrollo de un nuevo sistema político y las parcelas de los campesinos –antes bandera de lucha-,  se convirtieron en feudos políticos en la nueva dinámica de armonía institucional resultado de la lucha social.

Ciento quince años después de su inicio, hoy vemos en la Revolución Mexicana una fecha desgastada, una celebración sin gran significado, un movimiento sin alcances. Las bondades y objetivos  que se ensalzaron en el pasado siglo XX  parecen haber terminado. En el calendario cívico la fecha aún se marca como un día para recordar, para festejar, no obstante, los mexicanos en general lo consideran un día cualquiera, un día en el que si paran sus labores, no se obtiene el sustento familiar para salir adelante.

Los resultados de la gesta de 1910 tienen que valorarse en su justa medida. Hacer un análisis real de lo que nos dejó la Revolución nos debe dar la oportunidad de saber qué tenemos y cómo debemos luchar para obtener lo que nos falta como país; debemos estar conscientes de que no es una persona la que resolverá todos los problemas, el trabajo en equipo y la armonización de propuestas son un binomio inseparable que nos hará avanzar como nación.

La Revolución Mexicana nos legó fortaleza cultural, identidad nacional: “más revolucionario que propositivo”. Es una corriente ideológica que desde su inicio colocó en la agenda nacional sus posturas y postulados.

Tenemos novela de la revolución, muralismo, libros de historia que ilustran el periodo, monumentos, santos laicos, constitución y libertades, pero con todo y eso nos ha faltado hacer equipo y buscar eso que inspiró a algunos revolucionarios: la justicia social.

La Revolución, por antonomasia, es un suceso que genera cambios inmediatos, no obstante, aunque la nuestra lleva ciento quince años de haber iniciado, no se ha podido concretar la solución de los grandes flagelos nacionales, como lo puntualizaba Andrés Molina Enríquez.

Los mexicanos no debemos perder nuestra memoria histórica, al contrario, lo que necesitamos es recuperar el rumbo que a algunos cuantos les conviene que perdamos.

Nuestra revolución tiene que ser por una verdadera causa, que sea un objetivo y no sólo estandarte… tal vez en eso sí podamos coincidir.

@Bersael