La canalla: Luis Murat

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En Guadalajara, la canalla enardecida se lanzó contra todo lo que encontraron a su paso, lo mismo agrediendo a las personas, como el vándalo que le prendió fuego a un oficial de policía; contra edificios históricos que pintarrajearon y dañaron con martillos; periodistas que captaban con sus cámaras los hechos violentos fueron agredidos físicamente; canalla que uso bombas Molotov para atacar a los policía que, en vano, intentaban contener la furia drogada de los sub humanos que destrozaron la puerta principal de Palacio de Gobierno. La policía detuvo a 27 vándalos que participaron en la violencia callejera para, supuestamente, exigir justicia por la muerte de Giovanni López, a manos de las fuerzas policiacas por no traer colocada su mascarilla para protegerse del virus —y de la policía—. El asesinato del trabajador ocurrió el 4 de mayo y el vandalismo drogado — no protesta civil— se produjo un mes después de la muerte de Giovanni. El asunto parece extraño y provoca dudas, ya que no tiene sentido dejar pasar 34 días y luego retomar el caso para lanzar a las calles a la canalla drogada, violentar las instituciones públicas y privadas, atacar a todo y a todos, vociferar consignas contra el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramirez, integrante del grupo de los 7 mandatarios que se oponen a las acciones de gobierno del presidente Lopez Obrador, en materia de impuestos y seguridad, y proponer revisar el Pacto Federal que dio origen a la República mexicana.

Enrique Alfaro, aseguró que el gobierno del presidente López Obrador esta detrás de los disturbios en Guadalajara: “Hay intereses muy precisos y muy puntuales construidos desde Ciudad de México”.

“No ha cuidado sus palabras”, respondió el presidente, deslindándose de toda responsabilidad, asegurando que pese a las diferencias que tiene con el gobernador del Estado, no busca perjudicarlo.

“Tengo diferencias con el gobernador de Jalisco, diferencias políticas e ideológicas, pero actúo con responsabilidad y no me inmiscuyo, no participo en cuestiones partidistas, no soy jefe de grupo, ni de partido; represento al Estado mexicano, no tengo ningún propósito de afectar a autoridades locales”, afirmó López Obrador.

¿Y, podía ser de otra forma?

La respuesta del mandatario, obviamente, es no aceptar su participación en la violencia desatada en contra del gobernador de Jalisco, pretextando la muerte de Giovanni, después de un mes de ocurrida.

Sería ingenuo pensar que López Obrador respondiera, “sí, en efecto, participé en la canallada del jueves y viernes, en Guadalajara y en Ciudad de México, ordenando a la jefa de gobierno a que no intervinieran las fuerzas del orden en los desmanes de la Avenida Reforma, pero sí que contuvieran los ataques de la canalla contra la Casa Jalisco, para taparle el ojo al macho”.

Deslindarse es fácil, negar también, pero las dudas prevalecen, porque los sucesos violentos cometidos en Guadalajara y Ciudad de México, son obvios, huelen a cobro de cuentas y a diferencias políticas que no se han pulido y que provocaron el garrotazo brutal en ambas ciudades, para hacer sentir al gobernador y sus aliados, quien detenta el poder en la República.

Acciones violentas, como las sucedidas la semana pasada, reflejan el inicio de una descomposición, no transformación, del Estado Nacional, pues la inconformidad de 7 gobernadores a las políticas presidenciales no es cuestión menor, mas aún, cuando los 7 Estados tienen recia presencia en las finanzas, la economía y la política del país.

De tal suerte, que el violento, vulgar y degradante espectáculo que nos brindaron las fuerzas políticas mas retrogradas del país, sirvió para confirmar que el rumbo por el que transitamos no es el acertado pues refleja, claramente, que la nación esta dividida por las políticas autoritarias de autoridades que, a chaleco, quieren imponer sistemas estatistas que no concuerdan con nuestras formas de vida, prometiendo paraísos, aunque el cielo se nos este cayendo a pedazos.

A propósito del optimismo trasnochado de los políticos mexicanos, es prudente recordar algunas palabras escritas por George Sorel cuando escribió Reflexiones sobre la Violencia:

“<<El optimista es, en política, un hombre inconstante y hasta peligroso.>> Se figura que las transformaciones sociales son fáciles de realizar y que lo horrible del mundo actual […] podría ser fácilmente atenuado, al precio de algunas reformas a la Constitución y, sobre todo, en el personal gubernamental”.

@luis_murat

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