Hacia 2021: el autocuidado, la vacuna, y la esperanza: Francisco Ángel Maldonado Martínez*

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A punto de terminar 2020, el mundo tiene la esperanza de que los esfuerzos de vacunación frente al Covid-19 se desarrollen lo más pronto posible y de manera masiva. Hay que poner en perspectiva el 2020 o, mejor dicho, entre paréntesis, considerando que ha sido un año atípico y que ha alterado las dinámicas sociales de forma inédita. Nunca creímos que como raza humana, y con todos los avances científicos y tecnológicos del siglo pasado, llegaríamos a una situación límite por una pandemia que ningún gobierno previó. Desde finales de diciembre en Wuhan, China, este virus se convirtió en la principal amenaza a la estabilidad internacional por su fácil y rápido contagio y por las graves consecuencias en algunas personas, cuyo sistema inmunitario no logra superarlo. Ante la dificultad de hallar una cura en poco tiempo y con tratamientos experimentales como alternativa, la opción desde el principio fue contar con una vacuna efectiva, que garantice inmunidad frente al patógeno.

 

En un primer momento los efectos de la pandemia llegaron a nosotros a través de las noticias de lo que sucedía en Europa; Italia y España se convirtieron en epicentros del contagio, con ciudades enteras bajo cuarentena, medidas de distanciamiento implacables y un miedo también contagioso. Esta semana el New York Times da cuenta de las secuelas que el Covid-19 causó en Bérgamo, al norte de Italia, y que hoy requieren de apoyo psicológico especializado. Una de las declaraciones citadas ayuda a dimensionar los efectos: “he tratado con sobrevivientes de guerra”, señala Matteo Cella. La pandemia no solo causó enfermedad y muerte, sino que provocó recelo entre las personas, acostumbradas a convivir de forma cercana. El síndrome del sobreviviente se impone en aquel país, proyectándose en las escenas de marzo pasado, cuando los hospitales estaban saturados y los convoyes militares con ataúdes advirtieron a nuestro continente el drama potencial por esta enfermedad.

 

Precisamente, desde marzo pasado México vivió un confinamiento atípico a su instinto comunitario. El distanciamiento social fue un cambio duro en la vida de miles de personas e implicó adaptarnos a nuevas formas de aprender, trabajar en equipo y convivir. Las plataformas digitales se convirtieron en el pan de cada día, y tuvimos que reconfigurar nuestro espacio, al mismo tiempo familiar y laboral; organizarnos para jugar con nuestras hijas e hijos, acostumbrados a ir a la escuela y hacerlo con sus compañeros. Todo eso es menor frente al extraordinario trabajo del personal médico mexicano, doctores, enfermeras, personal de apoyo, a quienes con toda justicia el Senado de la República decidió otorgar la Medalla Belisario Domínguez, la Máxima Condecoración que la Cámara Alta otorga a los ciudadanos mexicanos más eminentes. El esfuerzo de quienes dedican su vida a salvar vidas es incalculable en estos tiempos difíciles, lo mismo en México que en el resto del mundo. Ellos y ellas son los verdaderos héroes y heroínas.

 

Al momento de escribir estas líneas, el Gobierno de México ha anunciado la aprobación de la vacuna de Pfizer, que es indispensable para frenar el nivel de contagios y sobre todo disminuir el nivel de fallecimientos en nuestro país. Luego de la aprobación de la Cofepris, se podrá vacunar antes de que termine diciembre a 2.6 millones de mexicanos, comenzando por el personal médico. Esto ubica a nuestro país a la vanguardia en América Latina, pues será el primero en iniciar la vacunación masivamente con el medicamento desarrollada por la farmacéutica estadounidense. Con la ayuda del Ejército, la vacuna será distribuida a lo largo y ancho de México; y según lo anunciado por el presidente López Obrador será universal, gratuita y de fácil acceso.

 

Pfizer ha anunciado que su vacuna tiene 95% de eficacia en todas las edades, sexos y razas de los participantes en sus ensayos clínicos. Esta vacuna fue desarrollada en colaboración con la alemana BioNTech y ha sido bien tolerada por los participantes. Los únicos efectos adversos graves presentados han sido fatiga, en el 3.8% de los casos, y dolor de cabeza, en el 2%. Según reporta El País: “basada en tecnología ARN —toma un código genético del virus para activar el sistema inmunológico humano—, esta vacuna necesita de dos aplicaciones que deben suministrarse con 21 días de diferencia y debe conservarse a 70 grados bajo cero”. Hay que recordar que son varios esfuerzos a nivel internacional los que se siguen para lograr vacunas efectivas. Originalmente, la apuesta del gobierno mexicano fue por la vacuna desarrollada por AstraZeneca y Oxford. Sin embargo, los mejores resultados de la vacuna de Pfizer cambiaron la ruta de acción. México está destinando 20 mil millones de pesos para suministrar inicialmente 34 millones de dosis de este medicamento. No hay que olvidar que el primer Estado en implementar su plan de vacunación con Pfizer la semana pasada fue Reino Unido.

 

En el gran y esperanzador proceso que ha abierto el desarrollo de distintas vacunas hay que reconocer la importancia que tiene la cooperación internacional frente al conflicto. Gracias a la cooperación es posible que hoy los países estén en ruta a inmunizar a su población o a punto de comenzar dicho proceso. Los días o semanas de diferencia son menores; en general podemos advertir que los procesos de vacunación serán simultáneos, y esto permite afirmar que el esfuerzo de concreción de la vacuna para frenar al Covid-19 partió de una visión global del problema. Mientras que algunos gobernantes, como el saliente Donald Trump, hubieran preferido capitalizar el logro políticamente, en su caso desde octubre pasado, hay que entender que el proceso de diseño, prueba y aprobación de una vacuna es sumamente complejo y depende de los avales científicos, no políticos. En marzo pasado, cuando la pandemia empezó a mostrar sus primeros saldos en México, nadie pensó seriamente que tendríamos una vacuna antes de terminar el año, y afortunadamente esto está sucediendo. Tuvimos un mal 2020, pero todo indica que 2021 será mejor, y avanzaremos en la normalización de la vida.

 

Hay que ser claros y enfáticos: la implementación de la vacunación no supone bajar la guardia. No significa que, a partir de ahora, podamos relajarnos porque hay una solución que se estará suministrando en los próximos meses. En la práctica, hemos visto lo nocivo que ha resultado confiarse. Actualmente, ciudades alrededor del mundo que relajaron las medidas están enfrentando un segundo brote epidémico, a lo que se ha sumado la llegada del invierno. Es más, la semana pasada la Ciudad de México se ha declarado en emergencia y el Estado de México impuso una medida de cierre de negocios no esenciales a las cinco de la tarde. Son situaciones que nos indican que el autocuidado sigue siendo esencial para prevenir los contagios. Usar el cubrebocas todo el tiempo y en todo lugar seguirá siendo la clave hacia 2021. Así deberíamos entenderlo en Oaxaca, para que más temprano que tarde volvamos a vernos, abrazarnos y celebrar juntos.

 

@pacoangelm