Guerra del papel y lo digital || Joel Hernández Santiago

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Hoy casi todo lo que el hombre es, en tanto humano, está en el mundo digital; el mundo en apariencia alegre y dispuesto para todos, y en el que la democracia parece cumplirse porque millones de seres humanos y sus distintas formas de pensamiento e intereses acuden a su llamado, como instrumento, herramienta o arma de destrucción de conciencias y también de verdades.

 

Eso es: la verdad y la mentira se conjugan en ese mundo infinito como es el ciber espacio, el área en el que todos estamos pero que nos desvincula para ser el planeta de los mensajes, de las caritas, de las imágenes, de la publicidad, del encanto del cine, la música, la reflexión y, sobre todo, de la información, no siempre comprobada… y tantísimo más ahí aun inexplorado.

 

Hoy el mundo es otro. No se concibe sin internet, sin redes sociales, sin mensajería, sin video llamadas o conferencias a distancia en las que se puede ver al conferenciante en su ámbito, en su aire, en su casita de sololoy. Los niños crecen ahora con un instrumento digital en las manos.

 

Agoreros del fin de la tierra dicen que la era del periodismo en papel está a punto de terminar; de desaparecer, por razones económicas -los medios sufren en sus economías y hacer periodismo para papel es caro y se dice que poco redituable– porque los anunciantes prefieren ver sus mensajes millones de veces repetidos para millones de posibles compradores en internet o tele.

 

Ocurrió hace años, a principios del siglo pasado cuando apareció de manera formal la radio como medio de comunicación; se dijo entonces que ya el teatro y la prensa escrita habrían de desaparecer por la velocidad y hasta vertiginosidad de los mensajes radiales. Eso se dijo y no pasó más que la buena convivencia entre periódicos y la radio: complementos perfectos.

 

A finales de los cuarenta apareció la televisión, y los mismos agoreros del desastre, presagiaban la desaparición del periodismo escrito y de la radio: la televisión tenía lo mismo: vertiginosidad, voz, intensidad, llegaría a millones y sobre todo la imagen visual, la imagen en movimiento, en vivo y en blanco y negro. No desapareció el periodismo escrito-en papel: “¡Las noticias, señor!”

 

Así que todo estaba escrito: la televisión sería la reina del hogar. Y así lo fue por muchos años. En el caso mexicano, por muchos años la televisión ocupaba el lugar sacrosanto en los hogares; presidía la sala, o en la cocina, o en algún mueble o repisa hacia la que todos podían ver y disfrutar de la televisión y sus programas, teleteatros y atisbos de información. La radio habrá de desaparecer, decían. Esto se acabó. No se acabó. Hoy está la radio vive tan fresca como lechuga.

 

Luego vino la época de los videos en casa. Instalar un aparato Beta conectado a la televisión -por entonces ya de colores- y acudir a los centros en los que rentaban las películas a precios nada cómodos para todos, pero era el momento y era el gusto.

 

Se escogían las películas que mejor le iban al público, para verlo en casa, sin tener que ir al cine, sin tener que pagar transporte, o combustible, el precio del boleto de entrada, los dulces, los refrescos, las palomitas… Hoy las dulcerías de cine son el gran negocio.

 

Y se presagiaba el fin del cine -el séptimo arte, con todas las de la ley-. Se decía que nunca más la gente tendría que acudir a las salas de proyección ni nada de esa monserga antigua, primitiva… Hoy sabemos que el cine como arte y sus salas de exhibición de películas de toda calidad y género, siguen ahí, vivitos y coleando y más fuertes que antes…

 

Hoy se dice que con la aparición del periodismo digital la prensa escrita-papel habrá de sucumbir. Es probable. Todo era probable, antes, pero lo cierto es que todo aún está ahí, y el periódico impreso, sobreviviendo a la enorme carga de epítetos que lo acusan de antiguo, cutre, demodé… Y que todo habrá de resolverse con el periodismo digital.

 

Y hay -eso es cierto- ejemplos excelentes de muy buen periodismo digital. Hay portales informativos de excepción. En México los hay de altísima calidad y rigor. Por su parte algunos periódicos antaño de papel han dejado de imprimirse para convertirse en digitales. Esto garantiza su supervivencia y la entrada de publicidad más barata y menos costosa, pero ahí está.

 

Incluso muchos colegas periodistas hechos en las redacciones de los grandes periódicos de México o el mundo han decidido colgar los guantes para aparecer de pronto en medios digitales, ya establecidos y formados con todo rigor o bien mediante su propio “blog”. Cada uno hace lo que puede para estar, para subsistir, para decir, para investigar, para cronicar, opinar y comunicar.

 

Hay distintos intereses en cada caso. Y se vale, siempre y cuando ese periodismo cumpla con el rigor de verdad y de ética que exige la responsabilidad de la información y comunicación. “Nunca decir nada que no puedas probar” decía el maestro Miguel Ángel Granados Chapa a sus alumnos de periodismo en la UNAM.

 

Y si bien hoy mismo hay un mundo de información interminable en internet, en el mundo digital, en las redes sociales y en la mensajería y más, también es cierto que -como diría don Luis González y Gonzáles, el gran historiador-: “No todo lo que está escrito es cierto”.

 

Y eso: la tarea de todos es comprobar que lo que se nos dice en lo digital es cierto; esa es la tarea, sobre todo para los periodistas que quieren decir verdades y ser los primeros en anunciar la novedad en el frente. El tema es que cada año, mes, semana, día, hora, minutos, segundos está fluyendo información-información-información en Internet. Probar su veracidad es el reto.

 

El periodismo en papel no desaparecerá. Pasa por un momento crítico, como ocurrió con la radio, la televisión, el cine, los videos. Pero recuperará su dignidad, su prestancia, su influencia, su intensidad y su testimonio: porque eso es: el periodismo escrito es testimonio, es huella del paso del hombre por la vida; es el registro histórico que pone al papel como testigo. ¿Romántico? Si. Ya lo veremos.