El discurso de Alejandro Murat: Moisés Molina

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Mientras existan mujeres y hombres que le den valor a las palabras, no todo estará perdido.

 

Decía el Maestro José Muños Cota que el hombre es su palabra. Una verdad tan compleja en una frase tan sencilla. “La palabra lo define y lo concreta”, escribió.

 

La naturaleza de mi trabajo tiene que ver más con escuchar que con hablar y escribir. Y lo que más me apasiona de él es que me da la oportunidad de platicar mucho con nuestro gobernador. Sus convicciones son mi materia prima.

 

A lo largo de los años he tenido el privilegio de conocerle en lo público y en cierta parte de lo privado. Una mujer o un hombre de poder no dejan de ser humanos. El gobierno no es más que las convicciones en movimiento.

 

La característica fundamental del poder es la transformación. El que tiene poder transforma la realidad, para bien o para mal. Y por eso es tan importante conocerles.

 

La mejor ocasión que tenemos de hacerlo es escuchándoles. Cuando hablan, sabemos de qué están hechos, qué piensan, en qué creen, cuáles son sus reservas y sus convicciones.

 

Y no solo hay que escucharles. Hay que verles. Todo en ellas y ellos comunica, transmite y en no pocas ocasiones, inspira.

 

En la entonación de cada frase, en sus pausas, en la orientación de la mirada, en el gesto, en el ademán y en los matices, conocemos al que habla tanto o más que en lo que dice.

 

A la hora de comunicar, más que en muchas otras cosas, la forma es fondo.

 

Hay días en que los mensajes del gobernante marcan el pulso del momento, en los que el que habla se desnuda y las palabras fluyen. Pocas veces en la vida pública de una persona confluyen las circunstancias para convertirse en un “verbo motor”.

 

Y el pasado viernes fue una de ellas para Alejandro Murat. Hay que escuchar detenidamente ese discurso que le pinta de cuerpo entero y se revela como una ventana abierta a quien le quiera conocer más allá de lo convencional.

 

En la instalación de la Comisión Intersecretarial para el Corredor Interoceánico, Alejandro Murat pronunció uno de sus grandes discursos. Las ideas se decantaron y se expresaron con claridad una tras otra.

 

Quienes hemos tenido la oportunidad de hablar incontables ocasiones en público sabemos que hay días en que el universo conspira a nuestro favor.

 

Nuestro ánimo está alimentado, nuestra mente serena, nos hacemos uno con el momento y cumplimos con una misión.

 

“No subas a una tribuna sin una causa justa que defender y no bajes de ella sin la certidumbre de la dignidad cumplida”, nos enseñaron.

 

Y eso hizo Alejandro Murat.

 

Nos dijo lo que el interoceánico representa para Oaxaca.

Nos dijo que es el tiempo del sur.

Les habló a todos los ahí presentes, diputadas y diputados del PRI y de MORENA, representantes del gobierno federal, medios de comunicación e integrantes de su gabinete, de lo que ha sido su convicción a la hora de gobernar, haciendo equipo.

Habló de una mística de trabajo.

Reflexionó sobre la historia y el lugar que debemos ocupar en ella las y los oaxaqueños de hoy.

Habló de esta generación de políticos oaxaqueños y el peso que tienen todas sus decisiones.

Ejemplificó con la historia de vida de Belisario Domínguez y nos habló del interoceánico como un puente entre el Oaxaca de hoy y el Oaxaca del mañana.

Dijo, sin decirlo, que los hombres duran lo que dura su esfuerzo y que la misión del que gobierna hoy Oaxaca es trascender, ser recordado, dejar huella.

 

El mensaje casi completo ha circulado ampliamente en las redes sociales. Fue un mensaje extenso en donde, extrañamente, los minutos pasaron volando.

 

Reitero, tienen que escucharlo.