Asumiendo que en los tiempos actuales es fundamental poner el acento en los temas positivos, celebro el video difundido el sábado por el Gobernador Alejandro Murat, en el que convoca a “elegir la vida en la tierra donde Dios nunca muere”. La producción es excelente; inicia con un trinar de aves en un paisaje de montañas, para dar lugar a la imagen del más universal de los oaxaqueños, que desde el cerro del Fortín les dice a los que quieran escuchar y a los que no también, “al que no le guste mi tierra, que se vaya”. La interpretación a distancia, mezclada con imágenes de lugares emblemáticos de nuestro estado, emociona y ratifica la decisión de nuestras razas de que, ante cualquier adversidad, saldremos adelante.
Lo anterior me lleva a plantear, en mi condición de oaxaqueño “nacido y creado en este solar” mágico, universal y eterno, que la Guelaguetza hoy más que nunca debe realizarse como un reencuentro de las voces y culturas de este planeta. Debe ser una convocatoria al renacimiento de la ilusión; por supuesto con una modalidad fundamental, en lugar de que los de allá, de otros espacios vengan presencialmente como es tradición, nosotros llevársela a través de la magia de la tecnología; con dos condiciones fundamentales: que la transmisión tenga un costo, como lo tienen las páginas de medios nacionales o internacionales o cadenas como Netflix, Hulu, Amazon Prime y tantas más y que ese ingreso beneficie y sea distribuido, a través de un organismo sin intermediarios, a todos los prestadores de servicios de nuestro estado.
Por supuesto que un proyecto de esta naturaleza, por el que no faltarán los que se pregunten si fumamos de la de Totolapam o de los Coatlanes, requiere de otras dos condiciones sine-qua-non. La primera que sea convocada la “loca de la casa”, la imaginación, versión Santa Teresa de Jesús y que sean oaxaqueños de acá, nuestros talentos, los que llevan en sus venas las emociones, las causas, las penas, las historias, las luchas de este mosaico de pueblos nigromantes, quienes hagan realidad este proyecto. La segunda, que los nuevos extradítales que han convertido a Oaxaca en el room-garden de sus frivolidades, ofensiva prepotencia y estólidas visiones sean totalmente excluidos.
Volviendo a la necia realidad. La pandemia parece haber causado estado; Oaxaca seguirá en semáforo rojo, lo cual me parece correcto; hasta el sábado se reportaban 5,974 casos, 2,294 negativos, 742 sospechosos, 2,938 confirmados, 2,062 recuperados y 334 fallecidos. El #YomeguardoporOaxaca y la #SanaDistancia son más vigentes que nunca. Frente a las versiones de carencia de insumos, respiradores y espacios en los hospitales, busqué a Donato Casas, el López-Gatell de estos rumbos para precisar datos que los oaxaqueños deben conocer. Me explicó que los resultados de la convocatoria de guardarse por Oaxaca se advertirán en los siguientes días, en atención al tiempo de incubación del virus; comentó la llegada reciente de 150 respiradores, la apertura de un nuevo hospital para atender posibles casos y, si bien expresó su optimismo de que a principios de julio la pandemia entre en una meseta, evitó hacer una proyección definitiva, advirtiendo que ello depende de la responsabilidad con que actuemos todos, gobierno y sociedad. Al despedirnos le advertí que lo llamaría el “Gatell serio”.
Ya entrado en gastos. Consulté a Garganta Abismal sobre el tema de la violencia que priva en el país, la institucional y la de enfrente que tiene múltiples orígenes y matices. De entrada me presumió “¿Qué crees? Ordené comida de la Specia”. La Specia es uno de nuestros restaurantes preferidos, de comida polaca-húngara, está ubicado en la Condesa, en la esquina de Ámsterdam y Michoacán, donde es tradicional de entrada disfrutar de aperitivo un Zubrowka casi helado y al tope y por supuesto al final unas crepas de queso con salsa de blueberry, Carlos I y el express cortado, que ahí es de primera, con su tuis de limón y una cereza en trébol; sonreí y le dije, “¡No me digas! Ya sé qué ordenaste, lo de siempre, la crepa de arenque y pato relleno de manzanas agrias”. Reímos y pasamos al tema en cuestión.
“Hay que ser muy precisos”, me dijo Garganta Abismal: “la violencia de Estado es histórica, social y jurídicamente inaceptable. Desde la que conduce a guerras hasta la que reprime insurgencias, así como la del crimen organizado que lamentablemente ha ganado espacios en los ámbitos de la gobernabilidad municipal en nuestro país e incluso ha penetrado estructuras de gobierno, ahí está el caso García Luna, o si me permites te recomiendo leer el libro “EL JUICIO” Crónica de la caída del Chapo, de J. Jesús Esquivel para constatar la triste realidad, en la que se insertan los casos de Giovanni en Jalisco y Alexander en Oaxaca, jóvenes que fueron abatidos por policías municipales”.
“Diferente en sus orígenes y consecuencias lo son los saqueos y agresiones de jóvenes, ocurridos recién las semanas pasadas en Guadalajara y la Ciudad de México. Por supuesto nada los justifica; de ninguna manera podemos considerarlos en el ámbito de la protesta social, son actos delictivos. Sin embargo, yo me voy a causas más profundas, déjame compartirte un fragmento de opinión de Rene Alejandro Jiménez Ornelas, investigador de la UNAM”:
“La violencia -juvenil- no es producida aleatoriamente, parte de una cultura de conflictos familiares, sociales, económicos y políticos y en general del sistema globalizado que permea las diferentes formas de vida en la sociedad, donde los estilos de vida de los jóvenes son catalogados como formas de delincuencia. Sin embargo, el objetivo de esos estilos de vida, sólo consiste en distanciarse culturalmente de una sociedad que los jóvenes no han fabricado. Víctimas de discriminación social y excluidos de las decisiones importantes, muchos jóvenes carecen de planes o proyectos de vida y son considerados incapaces de adaptarse al medio social”.
“Por ello toman la delincuencia como alternativa de vida y son considerados incapaces de adaptarse al medio social, para ellos la delincuencia es una alternativa de sobrevivencia. El fácil acceso a las drogas, la falta de oportunidades de empleo, salud, educación y espacios para la cultura y el deporte, la desintegración familiar, la impunidad, entre otros factores, integran el contexto en que nace y crece la juventud mexicana del siglo XXI”concluyó Garganta Abismal.
Me quedé pensando. Tenemos el diagnóstico probable, ahora falta lo más complejo, quién tiene el remedio. Recordé una reflexión de Carlos Monsiváis “la variedad de comportamientos juveniles se relaciona con tradiciones históricas y culturales, con desesperaciones y angustias diferentes, con formaciones diametralmente opuestas, con ideas de la nación escasamente relacionadas entre sí, con diferentes oportunidades de inserción en la sociedad”.
Para despedirnos, Garganta Abismal me dijo con su clásica ironía “Queda pendiente analizar el decálogo que nos recetó el Presidente López Obrador para enfrentar al Covid-19; no le encuentro más que una posible comparación, el texto bíblico dice “Moisés levantó su mano sobre el Mar Rojo y el señor -Dios- lo movió por medio de un fuerte viento toda la noche y lo convirtió en tierra seca”, por donde condujo a su pueblo a la tierra prometida. Así, desde los modestos corredores de Palacio Nacional, donde habita el Presidente, San Andrés levantó su mano tatuada con el símbolo de la 4-T y separó las aguas del Grijalva para conducirnos al ritmo de la Boa, a un México libre de fifis y conservadores, promotores de la pandemia”.
Me despido invocando la frase de German Dehesa, inscrita en las sagradas escrituras de los bohemios de afición: “Es viernes. Hoy toca.”. Aunque no sea viernes.
Volveremos a abrazarnos.