Con sabor a mí: Ernesto Ruiz

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“De momento la inmortalidad sólo la han conseguido el plástico biodegradable y las prótesis que se llevan los muertos a las tumbas.”

Manuel Vincent.

 

Corre el año de 1492, un viajero empecinado en dar la vuelta al mundo, se encuentra por fin con tierra a la vista, después de más de dos meses de infausta travesía. Alegre desciende de la Santa María, pone los pies en la arena, le da el último sorbo a su botella de agua y sin más la arroja sobre la playa al tiempo que se hinca para agradecer a Dios el afortunado arribo. Sin saberlo, Colón había llegado a América.

 

Si en verdad Colón, los hermanos Pinzón y su tripulación hubieran llevado como parte de su avituallamiento botellas de plástico con agua y las hubieran arrojado por ahí -tal y como lo hacemos actualmente- probablemente muchos de esos “históricos” recipientes continuarían flotando por ahí.

 

Esto no sería un fenómeno nada extraño pues, según la Fundación Aquae, las botellas de plástico pueden tardar en degradarse hasta mil años si permanecen enterradas.

 

Ya podrá imaginar mi estimada o estimado lector que en esta ocasión me enfocaré en lo dañino que los plásticos de un solo uso –sin el adecuado tratamiento post consumo-  son para el medio ambiente y de paso para nuestra salud.

 

En ocasiones anteriores he escrito sobre la cantidad de plásticos que van a parar al mar anualmente en el mundo (según cálculos de la ONU la cifra asciende a trece millones de toneladas aproximadamente) y del daño que para los ecosistemas marinos y terrestres representan.

 

Sin embargo, la intención de mi colaboración de hoy es compartirles información de cómo el material plástico que hoy estamos consumiendo en forma de envases, contenedores o embalajes está regresando a nosotros –sin saberlo- y paulatinamente se está incorporado en nuestra dieta. Es decir, ahora lo estamos consumiendo en forma de “alimentos” … Así es, aunque nos cueste creerlo y cerremos los ojos a ello, el plástico está presente en nuestro organismo.

 

En un estudio publicado en “Science Advances” por Roland Geyer, de la Universidad de California, se indica que entre 1950 y 2015 se han producido alrededor de 7.800 millones de toneladas de plástico. Para que se dé una idea, esto equivale más o menos al peso de 9,641 millones de los icónicos vochos.

 

Imagine la magnitud de dicha producción, y de ello The Ocean Cleanup calculó en 2017 que los ríos del mundo transportan anualmente al mar entre 1.15 y 2.41 millones de toneladas de residuos plásticos. De acuerdo con un informe de ONU Medio Ambiente, para 2050 existirán cerca de 12 mil millones de toneladas de desechos plásticos repartidos en vertederos, mares y océanos.

 

Preocupados por estas alarmantes cifras y el lento proceso de degradación de los plásticos que, en la disminución de su composición pasan a formar microplásticos, hace unos pocos años la Organización de Consumidores y Usuarios de España, se dedicó al análisis de 102 alimentos de origen marino, sus conclusiones detectaron la presencia de estos, en menor o mayor grado, en el 69% de las diversas muestras.

 

Entre los productos que dieron positivo a la presencia de microplásticos están: La sal con el 100% de muestras conteniendo de 60 a 280 micropartículas por kilo analizado, los crustáceos como langostas y cangrejos obtuvieron un porcentaje del 66% de las muestras. Por otro lado, la Universidad de Minnesota, en el estudio Invisibles: el plástico en nosotros, se dio a la tarea de analizar muestras del suministro de agua potable en poco más de diez países y encontraron la presencia de microfibras de plástico en el 83% de las muestras.

 

Sin lugar a dudas, muchos creíamos que la diversidad e inmensidad del océano nos permitiría esconder nuestros desechos sin tener repercusiones. Años más tarde debemos comprender que los mares están estrechamente ligados a nuestra existencia. Debemos evolucionar en nuestra visión, para poder entendernos como una pequeña parte de un todo. No tenemos el derecho de romper el equilibrio de un sistema que ha llevado millones de años perfeccionar, aunque así lo creamos.

 

El tamaño de muchas microfibras, que bien podrían alcanzar la escala nanométrica, seguramente permitirá que se adentren en nuestras células e incluso trasladar sustancias tóxicas o microorganismos patógenos.

 

Por ello es importante la generación de conciencia en el adecuado tratamiento de nuestros desechos, la reeducación de nuestra especie es imperante para nuestra supervivencia, estamos en el límite. Reaccionemos.

 

En Oaxaca, el Gobierno del Estado ha iniciado una campaña estatal para generar sólida conciencia sobre la adecuada separación de Residuos sólidos Urbanos –sobre todo el plástico de un solo uso- y su reincorporación a procesos productivos generando subproductos. “Reciclemos por Oaxaca” dota además de islas de contenedores para la separación de residuos a escuelas, espacios públicos y autoridades municipales que lo solicitan. Es una labor titánica, pero sin duda es un buen primer paso, en la praxis, el que han dado el Gobernador Alejandro Murat y el Secretario del Medio Ambiente, Samuel Gurrión.

 

Pero como siempre lo he manifestado, no debemos esperarnos a las acciones de Gobierno para sumarnos, las grandes decisiones de este planeta han surgido de la movilización ciudadana. Por ello, hay pequeñas acciones que salvan al planeta, tomemos verdadera conciencia y evitemos tener sabor a plástico en nuestra vida.

 

 

Tw: @JErnestoRuiz

Fb: Ernesto Ruiz