Los romanos en sus bacanales pantagruélicas, cuando el estómago estaba repleto, iban al vomitorium. Una pluma de ave en la garganta, facilitaba la asquerosa exoneración. Exitosa, volvían al banquete. Algunos comensales en ese riesgoso lance, estiraba la pata. Era frecuente en los que añadían al pecado capital de la gula los ejercicios sexuales: el mejor pasaporte al Hades griego o al reino de Plutón.
Se identificó el vomitorium con los romanos. No es correcto: en años recientes diversos teatros estadounidenses contaban con esos sitios. El término también se aplica a las puertas de teatros, cosos taurinos, etc. En nuestros días, el acto, es práctica de damas pretenciosas por contar con una figura esbeltísima, a riesgo de su salud.
Viene a cuento porque hace dos días, se originó en tierras guerrerenses un grave problema. Fue un “acarreo” a la mejor usanza priísta. El presidente municipal de Chilapa, Sergio ¡Dolores! Flores, ansioso de escalar una diputación, después del mitin de “apoyo”, entregó centenas de “lonches” a campesinos e indígenas modestos de La Montaña. Las tortas de jamón- estaban descompuestas. Se estima en cerca de un millar las personas intoxicadas en diversos grados, sin corroborar si hubo consecuencias funestas, porque muchos se trasladaron a sus aisladas comunidades. Esa fue una concentración masiva ¡inolvidable! Sólo que los pobres tuvieron que gastar sus escasos recursos en medicinas para superar el problema. ¿Llegará a diputado el prohombre chilapeño? Debería ser objeto de una sanción económica que reparara el daño sufrido por los obligados seguidores.
¿Dónde atendieron a las centenas de modestos guerrerenses que en su pobreza inimaginable acudieron a “apoyar” a su exPresidente Municipal Chilapeño? En el pueblerino centro de salud lugareño, en consultorios locales y médicos provenientes de Chilpancingo. Obvio: los pobres elevaron su hambre. Las tortas no la calmaron.
El asunto no acaba ahí. Enrique “Des-Peña” Nieto, Pedro Joaquín Coldwell y Beatriz Paredes, estaban prestos a acudir al mitin guerrerense. Previamente, se reunieron para un “banquetito” que ¡of course!, no fue a base de tortas de jamón y huevos con arroz como los modestos guerrerenses intoxicados. Los tres distinguidos priístas, en reproducción puntual de Pantagruel, se embaularon lo que la reseña periodística revela: caviar iraní Petrosian, paté marca La Piara (ojo: la “puercada”), baguettes con jamón serrano (ojo: no del que comieron los guerrerenses), quesos manchegos, blueberries cubiertos de chocolate negro y vinos Atrium, aguas mineralizadas francesas (¡no hay de Tehuacán!) y para cerrar, helados Haagen-Dazs sabor Baileys.
Cuando a mi “media costilla” le leí esta relación de alimentos propios de tragones ¡sin límites presupuestales!, afirmó de inmediato:
¡A quién se le puede ocurrir comer chocolate negro, amargo y sumamente graso, con el resto de alimentos. Sólo a unos ignorantes!
En pocas palabras los tres distinguidos priístas revelaron su vulgaridad supina. Comieron aquello que garantizaba una indigestión o congestión de órdago. Ésta se originó. La nota, zumbona, dice que mientras a Doña Beatriz Paredes la condujeron a una clínica afamada del DF, a “Des-Peña” Nieto y a Pedro Joaquín Coldwell, de urgencia los llevaron a ¡Houston! Es decir, hasta entre correligionarios acérrimos ¡hay clases!: Doña Beatriz quien hace meses discrepaba de “Des-Peña Nieto”, mereció una atención nacional; “El Choricero Intelectual Priísta”, atención yanqui. Pedro Joaquín Codwell también. Después de su muestra gastronómica “al revés” (expulsada por ignorancia culinaria, ojo: relativo a la cocina), sonrientes aludieron a un “dolor de barriguita”. Doña Beatriz Paredes, bajó varios kilitos ¡y sin hacer dieta! Seguro mejoró su perfil.
Los dos casos revelan que ¡aún hay clases sociales! Las que representa el febril candidato a Los Pinos, engominado y televisivo y los olvidados de todos, los que no existen. Los “mostrencos” de México. Los que pueden dilapidar el dinero del pueblo y la masa popular que acude a mítines por una torta de jamón y arroz con huevo.
Irónicamente, estas vomitivas sesiones, en el DF y en Chilapa Guerrero, reiteraron que la enfermedad y la muerte emparejan los extremos: los ahítos por la “piñata” del presupuesto y los empobrecidos por el sistema. Eliminan la misma basca.