Un plan de papel: Emiliano Golay

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Cuando inició la campaña de la Alianza opositora muchos pensamos que se abrían posibilidades reales de alcanzar un desarrollo pleno, económico y social, de participación ciudadana y democrático en la toma de decisiones.

 

Siempre creímos que los trabajos preparatorios para elaborar el Programa de Gobierno permitirían ofertar a los oaxaqueños un Plan accesible para su entendimiento pero sobre todo que diera luz o respuestas claras a la infinidad de reclamos sociales y, porqué no decirlo, a las aspiraciones del inversionista privado.

Fueron varios los ejercicios o intentos para producir un documento a la altura de las exigencias de todos los sectores. Pero no hubo frutos que aproximaran planteamientos acordes a las esperanzas de quienes creímos en Gabino Cúe Monteagudo. Ni como producto de la campaña, ni como resultado de las reflexiones del receso entre la actividad proselitista y la asunción al poder, ni mucho menos al cumplirse los tiempos constitucionales obligatorios para hacer entrega al Legislativo del documento rector de las acciones de gobierno.

Es realmente bochornoso el papel del Ejecutivo, e igual el del Legislativo. El primero entrega un documento lleno de fotografías, sin rigor metodológico ni identificación de proyectos prioritarios o estratégicos y menos aún programas o acciones especificas que permitan apreciar un Oaxaca distinto al del rezago, la miseria creciente y la marginación. Pero el Legislativo, obediente, disciplinado, sometido, rebajado de grado y sin darse a respetar, recibió complacido sin valorar, hasta hoy, la posibilidad de objetar las insuficiencias de este documento y rechazarlo para su reformulación.

El diagnostico cansa por el exceso de cifras, en muchos casos tendiente a exhibir deliberadamente y con intención tramposa, las limitaciones, la negligencia o la falta de atención de sus antecesores. Es despreciable que se abuse de un documento, que debería enderezarse hacia las propuestas, para insistir en la condena sistemática, diaria, desbordada a la administración anterior. Definitivamente, el gobierno aliancista debe probar y judicializar los casos de corrupción pero que no pretenda crecer su aceptación disminuida con juegos mediáticos todos los días.

El PED 2011 – 2016 carece de un diagnóstico debidamente estructurado y homogéneo por sector o tema, que ubique los principales problemas y permita definir objetivos, estrategias y líneas de acción congruentes, bajo un orden de prelación y con proyectos reconocidos por la población demandante, incluyendo metas especificas.

El PED 2011 – 2016 no explica bajo qué metodología expondrá o abordará la problemática que le duele a los oaxaqueños ni qué hará, ni cómo lo hará, ni con qué lo hará, ni cuando lo hará. De relleno, el PED refiere cosas sabidas como lo establecido en la Constitución o la Ley de Planeación pero no se intenta siquiera ubicarlo en el nivel de un plan indicativo y menos aún hace uso de la planeación estratégica. No refiere fortalezas ni debilidades de las que puedan derivar objetivos, estrategias y líneas de acción claros, sin generalidades ni lugares comunes. En resumen, no se identifica método alguno en la formulación.

Siguiendo los principios de la planeación estratégica, las condiciones mínimas para la formulación de un programa de gobierno requerían: 1) fijar objetivos y metas posibles de alcanzar; 2) enseguida, el equipo tendría que haber determinado cuáles eran las tareas necesarias para llegar a cumplir los objetivos trazados; 3) también se hubieran ubicado los medios necesarios para llevar a cabo las tareas previamente definidas; 4) se tuvieron que ver en perspectiva, es decir, situadas en el tiempo, las distintas acciones a programar; y finalmente, 5) se debió de asignar a cada miembro del equipo de trabajo, responsabilidades específicas para cada actividad a desarrollar.

Lamentablemente no fue así¡ La formulación del Plan se contrató al TEC de Monterrey, que si bien es una institución académica prestigiada, de votepronto desconocía el entorno social, cultural, económico y político oaxaqueño. Sin embargo, no nos explicamos la ausencia del gabinete legal y ampliado para nutrir el ejercicio planificador de ese Instituto, que por cierto estaba pertrechado de su experiencia (en este caso sólo algunos funcionarios por supuesto), de la información y las propuestas que se expusieron en los repetidos foros para tal propósito.

Es entendible que el PED no apruebe ni mencione en el diagnostico los avances relevantes del pasado. Sería tanto como reconocer la efectividad de su adversario, y en este mundo de miseria política eso es inaceptable.

Por más que se gaste en campañas mediáticas para exaltar un Plan de Gobierno, esté documento nos ha dejado mucho que desear, tanto a quienes fuimos partidarios de la Alianza como a la población en general. No se diga a los priístas, que se pitorrean de un acto fallido más del Gobierno del cambio. En el que muchos creímos.

A los oaxaqueños no nos importa un rollo doctrinario, que abuse de las definiciones académicas, ni de las cifras del fracaso, ni menos aún la cita de tratados internacionales. Queremos que se cumplan las promesas al pueblo. Que aclare nuestro rumbo. Que el gobierno muestre en los hechos y todos los días acciones concretas, obras, empleo, bienestar para todos. No un Plan de papel.