Los tiranos no están acostumbrados a escuchar razones. Su imagen del mundo es la única que existe. En diferentes ocasiones hemos compartido en este espacio críticas fundadas en argumentos sobre los desaciertos de la administración de Donald Trump. Esto es relevante porque Trump no solo es el presidente del país más poderoso del mundo occidental, sino porque es el actor político más significativo en las relaciones exteriores de México.
Esta semana, la batalla por el muro fronterizo llevó a un “apagón” administrativo parcial en Estados Unidos. La Administración federal se vio obligada a cerrar sus actividades a la medianoche del viernes pasado por la falta de acuerdo sobre unos fondos de los que depende una cuarta parte del Gobierno. Esto se produce debido a la partida presupuestaria destinada a la construcción del muro fronterizo de Donald Trump, que afortunadamente los demócratas han rechazado. Aunque la mayoría republicana en la Cámara de Representantes aprobó el jueves el proyecto de ley que consideraba 5 mil 700 millones de dólares para construir el muro en la frontera, el Senado lo frenó un día después. Para que la propuesta saliera adelante en esta Cámara se necesitaba de sesenta votos, lo que implicaba que al menos ocho demócratas la apoyaran.
La correlación de fuerzas en los Estados Unidos es más tensa que nunca. El divisionismo en la sociedad norteamericana se refleja en las expresiones políticas de Washington. Por un lado, están los republicanos que respaldan el proyecto de su presidente, los mismos que consideran que mexicanos y centroamericanos somos una amenaza para la seguridad interior de su país. Bajo su óptica, toda la inmigración ilegal a su país conlleva males como la violencia y la delincuencia desbordada. Todos somos miembros de una banda criminal que secuestra o mutila o asesina a los norteamericanos blancos, que como ellos son los “auténticos dueños” de los Estados Unidos. Afortunadamente, por otro lado está el reposicionamiento del Partido Demócrata en las elecciones intermedias, lo que brinda un respiro al rechazo y la discriminación hacia los migrantes.
La semana pasada Donald Trump señaló: “Me siento orgulloso de cerrar el Gobierno en nombre de la seguridad fronteriza”, ante los líderes demócratas Nancy Pelosi y Chuck Schumer, en una reunión televisada en la Oficina Oval. Una imagen que retrata este choque de fuerzas políticas por una polémica acción de gobierno: construir un muro al estilo del que dividió por décadas a Alemania durante la Guerra Fría. La edificación de este muro tiene un costo aproximado de 25 mil millones de dólares. Una enorme cantidad de recursos que Trump podría destinar a programas de empleo o de salud para su población y también para la gran fuerza de trabajo que representa y ha representado por décadas la migración proveniente de otros país.
Para medir el tamaño del diferendo que prevale en el vecino país del norte, cabe señalar que este es el tercer “apagón” de este año, una cifra que no se había alcanzado en las últimas cuatro décadas. A diferencia de los dos anteriores –uno entre el 20 y 22 de enero y otro el 9 de febrero– éste puede ser “muy largo”, según adelantó Trump. Este apagón implica que dejan de funcionar nueve departamentos federales y varias agencias que dependen de ellos. A su vez, cerca de 380 mil trabajadores tendrán que quedarse temporalmente en sus casas sin paga y 420 mil funcionarios “esenciales” trabajarán sin recibir su sueldo hasta que se pacte la partida presupuestaria pendiente. Esto implicará pérdidas por mil 200 millones de dólares del PIB a la semana, según cálculos de algunos analistas.
Conviene reflexionar en el escenario político que está provocando Trump. Mientras que los primeros dos años de su administración gozó del bono democrático que le dio su elección en 2016, a pesar de que no ganó con el voto popular de los estadounidenses, Trump ha provocado un grave divisionismo entre su población. De ser un país multicultural fundado por inmigrantes, y de ser tierra de protección de las libertades individuales, Estados Unidos se ha convertido en un país hostil, no porque la mayoría de su población lo sea, sino porque su liderazgo se ha dedicado a promover el odio y el rechazo a la inmigración ilegal. Ver como delincuentes a quienes huyen de situaciones de miseria y violencia es actuar injustamente contra quienes al igual que los ciudadanos estadounidenses con seres humanos que merecen respeto.
“El Presidente Trump está sumiendo al país en el caos”, ha dicho el líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer. “Abandone su estrategia de cierre. No va a tener el muro hoy, la próxima semana, o el 3 de enero, cuando los demócratas tomen el control de la Cámara de Representantes”, le ha advertido el congresista. Y tiene razón, ha Trump no le favoreció el resultado electoral de las elecciones legislativas de este año. Hacia su campaña presidencial de 2020 no tiene de su lado al Congreso, por lo que es de esperarse que su retórica que incita al odio continúe en 2019. Es triste que todo esto ocurre en la semana que se celebró el Día Internacional del Migrante.
El tema de este año fue “Migración con dignidad”. La migración es el gran asunto de nuestra era, se trata de una lucha por la dignidad porque permite que las personas elijan salvarse a sí mismas. No esperemos que lo entienda un tirano, pero ojalá que más estadounidenses empiecen a distinguir entre un presidente y un tirano, éste tipo de gobernante no va con la tradición democrática de esa gran nación.