Transformación de promesas: Carlos R. Aguilar Jiménez

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Durante el tiempo que el actual presidente realizó campaña para ser presidente, prometió y ofreció acciones de gobierno que beneficiarían notablemente a la población, argumentando siempre apoyar a los más pobres y necesitados, porque sabe son los que más hay y aseguran mayor cantidad de votos a favor de quien hace las promesas vendiendo su voto por unos pesos obtenidos a cambio de dádivas o limosna oficiales sin pensar en el beneficio del país o sus circunstancias económicas, porque en realidad la pobreza o abundancia es asunto de cada quien, porque el gobierno administra recursos, impuestos, inventa leyes y a veces las hace cumplir, pero no hacer ricas o pobres a las personas, eso depende de cada quien, de su talento, trabajo, iniciativa, ideas y hasta de herencias, pero no de lo que haga o deje de hacer el presidente o cualquier gobernante.

Para alcanzar la presidencia del país se prometió: descentralizar dependencias federales, regresar soldados a cuarteles, terminar la corrupción, solucionar feminicidios e inseguridad exterminar los moches a la prensa, excepto al periódico La Jornada y que acabaría la pobreza, ofrecimientos que no ha cumplido ni cumplirá; especialmente que la gasolina costaría 10 pesos por litro, proposición que tampoco ha cumplido, sino que únicamente disfrazó, porque actualmente la gasolina cuesta por litro más de 21 pesos, impactando negativamente los costos y ganancias de todas las empresas, negocios y particulares que utilizamos gasolina, sobreprecio y costo excesivo que antes se conocía como “gasolinazo” y ahora con nombre transformado, como eufemismo populista,  hoy se llama: “Ajuste de precios de combustibles respecto del nivel de inflación”, siendo lo mismo, aunque ahora no se manifiesten quienes antes se escandalizaban, dado que si protestan o rechazan el gasolinazo serán considerados adversarios, traidores a la patria, conservadores, neoliberales, explotadores o fifis capitalistas enemigos de la transformación, en una dinámica política que repite exactamente lo mismo que hicieron gobiernos anteriores, pero ahora con otros nombres, con eufemismos populistas que suenan bien para quienes reciben su dadiva mensual y para quienes poco o nada les importa la economía de la nación, los políticos, preocupados exclusivamente en sus intereses y los de su partido, porque saben el país no importa, los primeros interesados en vender su voto por unos pesos y los otros, por abultar más sus carteras y cuentas bancarias o perpetuarse en el poder, sin que importe el incremento del precio de gasolinas y gas, porque jamás les ha inquietado al no haber trabajado nunca, dedicándose únicamente a la política donde se vive del presupuesto, del dinero que paga como impuestos la gente que trabaja y también lo hace para que el gobierno compre votos a través de dádivas que eufemísticamente les dice Bienestar.