Víctor Hugo llamó a los economistas “arqueólogos de los políticos”. Creo que ahora, algunos cumplen eficazmente el papel de comparsas de la politiquería y de los plutócratas extranjeros y mexicanos. Viene a cuento porque Cano Vélez Presidente del cada vez más deteriorado Colegio Nacional de Economistas en su columna pontifica sobre los “tumbos” que sigue dando la administración pública calderónica. Descubrió el agua tibia. O el hilo negro. Solo que además se guardó algunos “cadáveres” atribuíbles a la perversión entre otros del priísmo en la cámara de diputados, con minúscula, como es su “representatividad” popular.
Resulta que los “señores diputados” entre otros el Sr Cano Vélez, según reseña Enrique Galván Ochoa, votó a favor de mantener ¡por 3 años más!, los infames gasolinazos. Ésta, la vía más fácil de aplicar impuestos a la sociedad, impuestos al consumo, pero cada vez más costosos para todos los ciudadanos. ¿Por qué? Simple y sencillamente por que los transportistas los trasladan, en palabras llanas, hacen que los pague la sociedad entera. A guisa de ejemplo. En Oaxaca, uno de tantos “gasolinazos” derivó en un aumento de 8 centavos por kilo de productos tropicales traídos de la región del Papaloapan a la capital. ¿Cuánto elevaron el precio del producto final? No menos de un peso. En otras palabras esos aumentos a gasolinas derivan en el aumento de precios de los productos al consumidor muy por arriba del aumento del litro de energético. Es inflacionario. “Gasolina” literalmente hablando, para el incendio social. Provoca el enriquecimiento de los transportistas y comerciantes y el agobio de los consumidores.
¿Por qué los diputados aprueban esta catarata de agresiones en forma de “gasolinazos” que arruinan a la población? Porque esos aumentos derivarán en mayores ingresos para los gobiernos estatales. Es decir para los gobernadores que tendrán en el próximo ¡año electoral!, fuertes ingresos. Obvio los priístas para financiar la campaña de Des-Peña Nieto. ¿El pueblo? ¿El control de la inflación? Pues a ambos que se los cargue La China Hilaria.
¿Por qué los diputados prefieren los “gasolinazos” que la aplicación de otros impuestos? Por que los impuestos al ingreso deberían recaer en los ricachones de este país. Esos que desde tiempos de López Portillo y ahora cada vez más, gozan de exención de impuestos. Esos ricachones que al no pagar impuesto originan un “hoyo financiero” de cerca de 400,000 millones de pesos. En lugar de obligarlos a pagar impuestos, gozan de sus actividades “productivas” en la Jauja mexicana. ¡Que paguen los jodidos!
Es así que la sociedad mexicana sigue “dando tumbos”. Merced a un gobierno reaccionario, antipopular, extranjerizante. Pero también gracias a grupos que como los economistas del priísmo agónico prefieren agredir al pueblo, sacrificarlo en el ara de los intereses de los ricos de este país.
Esto es repugnante. Porque si consideramos los ingresos que tienen los diputados federales, que reciben gordos cheques ¡llamados “dietas” burlonamente!, es para que trabajaran en bien de la sociedad, en bien del pueblo que paga su alto nivel de vida. Todo lo contrario: es indignante el ausentismo de los llamados “legisladores”; la casi totalidad de curules vacías han sido motivo de crítica social. Disfrutan de largos periodos de inactividad. No rinden cuentas a sus electores y ahora, en el colmo de la indignidad, se emborrachan en la sala de sesiones. ¡Y quieren que para “profesionalizarlos” se apruebe su reelección! Como si no fuera reelección de facto la que ejercen: hay “trapecistas” de la política que pasan por decenios de un puesto a otro. Se reciclan y cuando no pueden, promueven a sus hijos, esposa, concubinas o contlapaches. ¡En Oaxaca, hasta un excaballerango llegó a diputado federal y ahora le dicen ”licenciado”. Por cierto con antecedentes criminales.
Cierto, México “seguirá dando tumbos”. Mientras tengamos caricaturas de “representantes populares” que son comerciantes de la política. Igual a vendedores de autos, seguros de vida o tacos de canasta. Tartufos que seguirán pontificando y levantando el dedo para aprobar más “gasolinazos”, hasta que el pueblo reviente.