T-MEC, López Obrador ante los ojos del mundo: Ángel San Juan

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El encuentro prorrogado entre Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump, originó una discusión acalorada y misteriosa sobre el porvenir de ambas naciones, más allá de la contingencia ocasionada por la covid-19.

México, frente una de las crisis económicas más grandes en su historia y que conlleva disuadir la escrupulosa hipótesis que la pandemia sería en todo caso, la responsable de tan complicada situación.

Estados Unidos, ante un clima políticamente estremecedor como el de cualquier proceso electoral, y que aventura especular sobre el destino de migrantes, y la disertación expresa de reivindicar aparentes lazos de amistad en busca de alcanzar el voto.

Ante un discurso que evoca incertidumbre, pero que obliga detallar perturbadoras estadísticas de repatriación, para finalmente, al calor de los números y las suposiciones, examinar detenidamente el panorama que envuelve al ahora presidente.

La contradicción entre Donald Trump, y Barack Obama, es evidente. El Gobierno de la República, a través de la Unidad de Política Migratoria, reportó que durante el primer periodo del presidente Barack Obama, se repatriaron 1, 845,573 mexicanos, en comparación con la de actual presidente con 658, 214.

Tomando en consideración el segundo periodo, esencialmente es la misma situación. El gobierno de Barack Obama repatrió 1, 003,364, es decir, la comparativa es de 345,150 repatriaciones, lo que nos lleva finalmente a comprender, que del discurso a la realidad, existe una inmensa diferencia.


De cualquier forma, el T-MEC, se envuelve ahora entre halagos, teorías y disertaciones. Hipótesis que aluden sospechar si la participación del Ministro de Canadá, habría causado el mismo efecto en la opinión pública o los medios de comunicación.


Si bien, López Obrador, representó a gran parte de los mexicanos, su discurso abonó en gran medida a recordar y reconocer la riqueza en recursos naturales con la que cuenta el país y la fuerza económica de naciones como Estados Unidos o Canadá.

Reconoció, lo valioso que será trabajar de la mano y generar mayores inversiones, pero principalmente, ante lo que llama: una joven, creativa, y responsable fuerza laboral, aunque irónicamente, la migración corresponde en su mayoría, en la necesidad de alcanzar mejores condiciones de vida, que generalmente el gobierno pocas veces garantiza.

Habló sobre desencuentros y agravios que no se olvidan, que endurecen el alma y se toleran en medida que la política exterior lo demanda o lo permite. Algo similar a lo que sucede con quien reconoce la violencia. Lo sabe, tolera, intuye, pero omite comentario alguno y se muestra respetuoso de cualquier determinación.

Emotivo, en tanto recordó a los mexicanos y lo que ofrecen a la Unión Americana, aunque en foros, talleres o conversatorios, se recrimine la falta de apoyo a los connacionales, o ausencia de políticas públicas que abonen a garantizar se cumplan los derechos humanos migrantes y las familias mexicanas en el extranjero.

Generó controversia, ante esa comprensión y respeto hasta ahora inexistente. Aunque el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, bien pudiera ser ejemplo de absolutamente lo contario.

Más allá de las adecuadas o inadecuadas decisiones, un poco de historia refresca siempre la memoria. Cárdenas y Juárez, no podían faltar o pasar inadvertidos ante la eventualidad de un encuentro codiciado.

No obstante, Donald Trump, aprovechó el momento para tratar de reivindicar el camino, pero sobre todo, resaltar la lucha contra carteles, estupefacientes o cruce de armas, lo que exige en medida, recordar entre líneas, el trabajo de la Guardia Nacional ante el flujo migratorio y no precisamente ante el objetivo en mención.

De cualquier forma, Donald Trump, como cualquier otro empresario, nunca pierde. Tomen nota de eso.