¿Septiembre negro?: Miguel Ángel Sánchez de Armas

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Algo tiene de inquietante el mes de septiembre, y en particular su onceavo día. En esta jornada tuvo lugar la destrucción de las torres gemelas de Nueva York, con lo cual, según el filósofo, parió el verdadero siglo XXI. Un repaso histórico revela hechos espeluznantes sucedidos una y otra vez en esa fecha. Muchos dirán que fueron casualidades y otros sostendrán que no; pero no siendo la parapsicología hagiográfica el fuerte de JdO, permítaseme alguna reflexión ociosa en lugar de la esperada apología patriótica de la temporada o de la satanización a los maestros que tienen ahogada a nuestra querida ciudad capital.

En la noche del 10 al 11 de septiembre de 1541 tuvo lugar la tragedia en la que perdió la vida doña Beatriz de la Cueva, viuda del conquistador Pedro de Alvarado, noticia que nos llegó con el título de: “Relación del espantable terremoto que agora nuevamente ha sucedido en las Yndias…”, cuyo autor, el notario Juan Rodríguez, inauguró así la crónica periodística en América. Un año después, las fuerzas de Michimalonco destruyeron la ciudad de Santiago de Nueva Extremadura, en territorio que hoy llamamos Chile, y en 1649 Cromwell se cubrió de gloria con la masacre de Drogheda. ¡Ay… tanta historia! 

En 1943 los nazis iniciaron el exterminio de los judíos en los guetos de Minsk y Lida; en 1965 llegó a Vietnam la primera división de caballería del ejército norteamericano y quedó sellado el destino de cientos de miles de jóvenes norteamericanos y vietnamitas, peones en un tablero de ajedrez manipulado desde Washington, Moscú y Pekín; en 1972 el comando palestino “Septiembre Negro” secuestró a once israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich; en 1973 el general Augusto Pinochet derrocó al presidente Salvador Allende; en 1982 Israel invadió Líbano y se dieron las masacres de Sabra y Shatila. ¡Ay… tanta historia!

De todos esos acontecimientos, sólo uno, el de Guatemala en 1541, fue un desastre natural. Todos los demás tienen que ver con lo humano. Permítaseme el lugar común: “Homo lupus hominem”. Mas el tiempo, que todo pone en su lugar, un día levanta los velos y nos enteramos de las razones ruines, frecuentemente cobardes, casi siempre impunes, con que los poderosos siegan vidas y destruyen pueblos por “razones de Estado”, cuidando siempre que tales “razones” se cumplan puntualmente en las vacas del vecino y no en las propias. Hay en el documental “Fahrenheit 9/11” de Michael Moore una escena que sería de comedia si no tuviera algo de conmovedor en donde el robusto director se apuesta a las afueras del Congreso en Washington, D.C., e invita a los padres de la Patria que votaron por la invasión a Irak a que enlisten a sus hijos para defensa de la tierra que los vio nacer. Todos sin excepción -a semejanza del señorito Aznar, que en un encuentro con estudiantes en México declaró que había sido “engañado” en ese asunto-, huyeron con risas nerviosas. En mi rancho a eso le llamamos mariconería… con perdón de los señores filólogos de la Suprema Corte de Justicia. Claro, en mi rancho somos unos pelados sin remedio, como le consta a G.

Hace ya tiempo que el Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad de Georgetown (NSA, por sus siglas en inglés), publicó las transcripciones de telefonemas entre el señor presidente Nixon, el señor profesor y Premio Nobel de la -hágame usted el refabron cavor- Paz, Kissinger (asesor de seguridad nacional), el señor secretario (de Estado) Rogers y el señor director (de la CIA) Helms, que confirman lo que todos sabíamos: en 1973 el gobierno de Estados Unidos organizó y estuvo tras el golpe militar de Pinochet, tal como organizó y estuvo tras los asesinatos de Madero y Pino Suárez en 1913. Nixon murió hace 19 años, Rogers hace 12 y Helms en julio del 2008 (el 4, día de la independencia, no menos). Pero don Henry sigue vivito y coleando a los 90. ¿Pisará la cárcel por acciones que hubiesen tenido cabida en el tribunal de Núremberg? Apueste usted a que no.

Poco después de la asunción de Allende en 1973, este feroz retoño de Metternich gritaba a Helms: “¡No permitiremos que Chile se vaya por el drenaje!”

Dice el NSA: “Después de que Nixon habló personalmente con Rogers, Kissinger grabó una conversación en la que el Secretario de Estado estuvo de acuerdo en que, ‘como tú dices, deberíamos decidir a sangre fría qué hacer y después llevarlo a cabo’; mas aconsejó proceder ‘con prudencia para que no nos salga el tiro por la culata’. El secretario Rogers consideró que ‘después de lo que hemos dicho acerca de las elecciones, si la primera vez que un comunista gana los E.U. intentan impedir el proceso constitucional, nos vamos a ver muy mal’”.

Las transcripciones revelan que apenas nueve semanas antes del golpe de Pinochet y la CIA, el 4 de julio de 1973, Nixon llamó a Kissinger y le dijo: “Creo que el tipo chileno ése podría estar en problemas”. “Sí”, respondió Kissinger. “Definitivamente está en dificultades”. Nixon, dice el NSA, procedió a culpar al director de la CIA y al antiguo embajador en Chile, Edward Korry, por no haber impedido la asunción de Allende tres años antes. “La regaron”, dijo el Presidente.

Demos dar gracias a la diosa Walpurga o a nuestra deidad favorita de la antigua Teutonia, de que el señor profesor Kissinger, a imagen y semejanza de los represores de izquierda y derecha con los que seguramente no estaría dispuesto a sentarse a la mesa, haya grabado secretamente sus conversaciones telefónicas como la que tuvo el 16 de septiembre de 1973 con su jefe Nixon. Es posible que tenga efectos eméticos en algunos lectores, por lo que se recomienda precaución:

(Saludos respetuosos. Nixon pregunta si hay novedades.)

K. No. Nada de importancia. El asunto chileno se está consolidando. Claro que los periódicos están desgarrándose porque un gobierno pro-comunista fue derrocado.

N. Vaya, vaya. Qué cosas.

K. Digo, en vez de celebrar. En la administración de Eisenhower seríamos héroes.

N. Bueno, no lo hicimos –como sabes- no aparecimos en esto.

K. No lo hicimos. Quiero decir los ayudamos ______ generamos condiciones tan amplias como fue posible (¿?).

N. Así es. Y así es como se va a jugar. Pero escúchame, en lo que toca a la gente, déjame decir que no se van a tragar ninguna mierda de los liberales en esta.

K. De ninguna manera.

N. Saben que es un gobierno pro-comunista y eso es lo que es.

K. Exactamente. Y pro-Castro.

N. Bueno, lo principal fue… Olvidémonos de lo pro-comunista. Fue un gobierno totalmente anti estadounidense.

K. Ferozmente.

N. Y los fondos de que dispusiste. Vi el memorándum que giraste acerca de la plática confidencial _________ para una política de reembolsos para expropiaciones y cooperación con los Estados Unidos y por romper relaciones con Castro. Bien; diablos, ese es un gran aliciente si lo piensan. No, de ninguna manera te fijes en las columnas y en los desgarres sobre eso.

K. Oh. No me molesta. Sólo se lo informo a usted.

N. Sí. Me lo informas porque es típico de la mierda a la que nos enfrentamos.

K. Y la increíblemente sucia hipocresía…

N. Eso lo sabemos.

K. De esa gente. Cuando se trata de Sudáfrica, si no los derrocamos arman un escándalo.

N. Sí. Tienes razón.

¡Ay… tanta historia!

Molcajete

Perdón por la necedad de citar continuamente a los grandes filósofos, pero confirmo que pensadores como Jesús Hernández Toyo en verdad conocieron el alma de los políticos y crearon una tipología universal para su análisis. Si bien nadie podría regatearle a Kissinger el mérito de una patológica obsesión por la imagen histórica que nos legará y que se ha traducido en numerosos y gruesos volúmenes y en un matusalénico tiempo en las aulas, después de leer la anterior conversación tampoco nadie podría estar en desacuerdo con que la sentencia de nuestro llorado compatriota le va como anillo al dedo: “La política apendeja a los hombres inteligentes y enloquece a los pendejos”. Amén.

 

 

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