Luis XIV “El Rey Sol” acuñó una de las frases emblemáticas más conocidas: ¡después de mí, el diluvio!
En México, con cinismo sin par, decimos:
¡Después de mí, el que viene que arree!
Esa frase que no la grandeza histórica de Luis XIV que sembrara las semillas mejores de la Revolución Francesa, vienen como anillo al dedo al homúnculo de Toluca. Sólo que “Quique”, orgulloso puede parafrasear al autócrata francés:
¡Conmigo, el diluvio!
Díganlo si no, los habitantes de Valle Dorado y esa zona metropolitana que nadan permanentemente en el sexenio de “Los 600 Compromisos Cumplidos” de “Quique” Peña Nieto” Esos pobres mexiquenses cuyas viviendas son inundadas cada temporada de lluvias y en cada una de ellas, “Quique” repite que “ahora sí es el último año en que nadan a la fuerza”. Les extiende un chequecito con el cual hace negocios “Electra” y otros socios de “Quique” y ¡a esperar la próxima temporada de lluvias para volver a las andadas: a sufrir la agresión de las aguas! Para los que digan que es exagerado, recuerden cuántas veces se ha comprometido este hombrecillo a entubar el Río de los Remedios y a corregir las fracturas de un desagüe que truena ante la presión de las aguas ¡negras!.
Peor. A esa zona de siniestros garantizados, hay que sumar la de Chalco. En ésta, la pendiente de toda la sierra que rodea al suroeste a la Ciudad de México, garantiza corrientes torrenciales cada año lluvioso. Las promesa de ¡Quique” se repiten y las inundaciones desmienten su pretendida eficacia.
Esto nos lleva a plantearnos una interrogante: ¿podemos creer que el desgobierno de “Quique” cumple “600 compromisos” con base en su jerarquización puntual? ¿Qué asunto más urgente puede haber que garantizar la seguridad de las viviendas de los mexiquenses? ¿Cómo insistir con inigualable cinismo en prometer un mejor México a los que están, literalmente con la mierda al cuello? La situación de Valle Dorado y sus alrededores y la de Chalco en una amplia zona, confirman que “Quique” es no más que un vulgar escalador político, un personaje de opereta cuya ansia por llegar a Los Pinos, pretende cumplirla así sea sobre un montón de ahogados y empobrecidos cada año que llueve. Ese es el único, el exclusivo candidato de un partido que agónico, no tiene más que sumarse a los intereses económicos de los plutócratas de los medios y de los que saquean impunemente a la sociedad mexicana. Ese es el candidato del PRI.
Bueno no debe asombrar. Durante el zedillato, los priístas tuvieron que recurrir al gélido, intrascendente Miguel de La Madrid, como su ícono identitario. Salinas era un apestado: era el “Villano Favorito”. Era el “fantasma de Dublín” que padeció entre otras, la humillación de tener tras las rejas a su brother” Raúl. “Mister ten per cent” como fue conocido en muchos países.
Después, en la debácle priísta y el foxismo paleolítico, Zedillo optó por vivir “en donde le resultaba excepcionalmente grato”; en EUA, entre los beneficiarios de la venta de garage con que los enriqueció. Entonces, los priístas, carentes de todo, acudieron nuevamente al homúnculo de Agualeguas. Este dio lecciones de cinismo incomparables. Hasta llegó a someter ignominiosamente a un vejete valetudinario como De La Madrid que incluso confesó que tenías desvencijadas las neuronas. Así explicó su “error” de afirmar que Salinas de Gortari se “clavó” la partida secreta presidencial.
Cuando contemplamos esta “travesía por la ignominia” del priísmo, entendemos que un sujeto caricaturesco como Peña Nieto sea el candidato de los desfallecientes priístas. Ante la carencia de un político de fuste, se conforman con un actor de pésimas novelas “del corazón”. Los priístas proceden como contaban los viejos sobre el que vendió su alma a la muerte a cambio de riquezas y quiso engañarla cuando la “huesuda” vino por él, rapando su cabeza. La muerte dijo:
¡Con este peloncito me conformo! Pero no han pensado que el pueblo, piensa diferente. No se conforma con “otro” peloncito.