Política visionaria y pobreza de la improvisación: Rubén Mújica Vélez

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La pobreza en México  crece. La crisis mundial la acentúa. A la carencia de talento y decisión política mostrada por el PRI-PAN para confrontarla, corresponden declaraciones ampulosas, promesas reiteradas, onerosos congresos inútiles, escenarios para lucir la sapiencia de los “pobretólogos”. Los políticos no se quedan atrás; algunos se rezagan decenios. Mientras AMLO con MORENA esgrime un Nuevo Proyecto de Nación formulado a partir de conocer el país hasta en sus más recónditos lugares y palpar la pobreza, mientras postulan una política económico social íntegra, siempre perfectible claro está, los panistas declaran ideítas aisladas. Enrique Peña Nieto apenas salió con su “brillante” idea clave: impulsar el crecimiento económico. Es decir, la respuesta anacrónica ahora, del priísmo de Ortíz Mena. Manlio Fabio propone un nuevo modelo de desarrollo, pero apenas hace unos días declaró que “primero el programa y después el hombre”, a la vieja usanza de don Jesús Reyes Heroles, previamente a que López Portillo emergiera como el más puro resultado del dedazo echeverrista. Las palabras de Manlio Fabio revelan que ¡el programa aún no existe! Inexistente cuando la situación se agrava y el “Blindaje calderónico” se muestra tal cual es: una farsa.

Hace apenas tres meses, mi hijo me externaba que en Alemania casi nadie hablaba de crisis económica. ¿Cuál era la razón? Alemania está incursa en un auge exportador basado en su productividad, empleo y consumo al alza, aunque con atorones menores. Esa es la meta primordial: el crecimiento de la economía. Pero no basada en sueños guajiros de Peña Nieto, el peor de los priístas de muchos sexenios: sin ideas, sin programa, sin ideas centrales. Solo el lucimiento personal, la exhibición de su atractivo masculino, como  lo haría Heliogábalo en Roma.

Mientras México se atora en el crecimiento…de la pobreza extrema. Aquí nuestras sugerencias.  Manfred Max-Neef estudioso reveló una experiencia singular             

“Yo trabajé alrededor de diez años de mi vida en áreas de pobreza extrema, en las sierras, en la jungla, en áreas urbanas en distintas partes de Latinoamérica. Al comienzo de este periodo, estaba un día en una aldea indígena en la sierra de Perú. Era un día horrible; había estado lloviendo todo el tiempo. Estaba parado en una zona muy pobre y enfrente de mí estaba otro hombre parado sobre el lodo (no en el barrio pobre sino en el lodo). Y bueno, nos miramos. Era un hombre de corta estatura, delgado, con hambre, desempleado, cinco hijos, una esposa y una abuela. Yo era el refinado economista de Berkeley, maestro de Berkeley, etc. Nos mirábamos frente a frente y de pronto me di cuenta de que no tenía nada coherente que decirle en esas circunstancias; que todo mi lenguaje de economista era obsoleto. ¿Debería decirle que se pusiera feliz porque el producto interno bruto había subido un 5% o algo así? Todo era completamente absurdo. Entonces descubrí que no tenía un lenguaje para ese ambiente y que teníamos que inventar un idioma nuevo. Ese es el origen de la metáfora “barefoot economy” o economía descalza, que, en concreto, significa la economía que un economista usa cuando se atreve a meterse en los barrios bajos. El punto es que los economistas estudian y analizan la pobreza desde sus oficinas lujosas, poseen todas las estadísticas desarrollan todos los modelos y están convencidos de que saben todo lo que hay que saber sobre la pobreza. Pero ellos no entienden la pobreza. Ese es el gran problema.”

Estas palabras de Max-Neef, me llevó a reflexionar: ¿qué le habrán dicho a lo largo de decenios los diferentes políticos, incluso presidentes de la República que han visitado Coicoyán de las Flores, Oaxaca o Metlátonoc Guerrero, municipios colocados en el nivel de pobreza extrema mundial? ¿Qué le han dicho los “visitantes ilustres”, exhibiendo sus mejores vestuarios a esos “escaparates del hambre y la miseria mexicana”? ¿Qué pueden esperar esos ciudadanos de ¡última!, que tuvieron la visita de Fox y ni siquiera el presidente municipal de Coicoyán pudo entrar a la “Reunión de Evaluación” que realizó en el modesto palacio municipal? ¿Qué le diría Calderón a los de Yogana, cuando hace tres años cambiaron el escenario en que se desnuda la marginación y el hambre oaxaqueñas? Finalmente ¿qué hará el actual gobierno de Cué por esos oaxaqueños cuya existencia revela la ineptitud sino es que la corrupción gubernamental por decenios? ¿Es válida o no la frase de AMLO de “Primero los pobres” cuando Coicoyán nos revela la saga de la incapacidad gubernamental de ¿cuántos?,  sexenios en que se ha prometido arrancar de la pobreza a Oaxaca? ¿Qué exgobernante puede presumir que hizo algo, como dicen ahora “contundente” por los hombres pobres de la entidad? Ninguno. Es obvio que ninguno.

Por eso es que es importante postular en el Proyecto de Nación un auténtico programa a favor de los más pobres. Estos no son expresión de la falta de crecimiento, como el mensaje chabacano, pueblerino de Peña Nieto pretende convencer. No. El problema de México, el fundamental es que la concentración de la riqueza en pocas manos es la peor, la otra cara de la miseria  creciente de millones de mexicanos, entre ellos muchos, miles de oaxaqueños. Esa concentración es producto, primordialmente de la corrupción. Esa que beneficia a pocos multimillonarios que no pagan impuestos mientras masacra, asesina económicamente a los mexicanos de abajo. Esos que deben ser nuestra primordial preocupación. Antes que los balazos se anticipen a los votos que cambiarán a este país y…a Oaxaca.