Panorama siniestro: Joél Hernández Santiago

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Uno ve los informativos de distintos medios internacionales y, en general, éstos anotan el estado político del país o de su país y de su área social; el avance o retroceso en programas políticos o las diferencias entre uno y otro partido o sus representantes…

… El sí o el no de los gobiernos o los conflictos internacionales vistos desde la perspectiva política pero también de seguridad e impacto nacional o internacional… Problemas de convivencia local y hasta –con sorpresa- algún delito criminal. Pero sobre todo, en esos medios de otros países, se debate el día a día de su vida que pocas veces roza el odio social. Esto hace a estos medios el espejo de su vida nacional, de sus circunstancias vitales y contemporáneas.

Y uno voltea a ver los informativos mexicanos y se encuentra de frente con una realidad que da pánico, que atosiga, que preocupa, que da terror y que genera indignación y miedo: todo junto.

Eso está ahí en el día a día mexicano en los medios de comunicación, sobre todo en los electrónicos, y en menor medida en los impresos o digitales pero así mismo con predominio de la nota roja que hoy en México es un espejo de discordias.

La información cotidiana presenta como cosa de todos los días –como es– notas de crimen, violencia, agresión de unos contra otros, enfrentamientos entre policías y grupos de la sociedad civil… Muerte. Sangre. Ira. Odio…

Y ahí está el panorama nacional con fosas clandestinas con cadáveres allá o más allá, mujeres asesinadas o agraviadas, crimen organizado frente a una Guardia Nacional que no acierta a solucionar el problema de la violencia criminal y que es repudiada por muchos, aunque necesaria; pandillas de maleantes que han perdido el miedo o el pudor frente a la autoridad

Y uno se pregunta frente a este panorama siniestro ¿qué es lo que está pasando con muchos-miles de mexicanos que muestran unas fauces criminales inusitadas? ¿Quién es ese mexicano? ¿Qué condujo a que en nuestros días se hable más del crimen cotidiano que de los logros o triunfos de una sociedad que trabaja, produce, lucha, se enfrenta con sus realidades y aspira o consigue éxitos…? No.

La nuestra es una sociedad que vive días que son una pesadilla nacional; días en los que el abuso y la delincuencia hacen de este territorio una tierra baldía en donde se asienta un país que parece condenado al fracaso. Y de ahí el desánimo y el miedo que se convierte en terror ante la sola idea de estar frente a ese estado criminal: “Ojos que da pánico soñar” diría Eliot.

No hace mucho, durante las campañas de distintos aspirantes a la presidencia de diferentes partidos políticos, uno de los grandes temas era el de la seguridad pública. El de enfrentar esa ola de violencia que ya estaba ahí, como el dinosaurio de Tito Monterroso. Y ahí ha estado, porque el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador de la coalición “Juntos haremos historia” prometió que si llegaba a la presidencia una de sus prioridades sería el de abatir el crimen y garantizar la seguridad pública… Y sí, llegó… pero…

Originalmente dijo que una vez presidente haría que el Ejército regresara “a sus cuarteles” porque no tenían que estar haciendo labores de policías. Lo dijo en distintas ocasiones. Y junto a esta afirmación prometió la creación de una Guardia Nacional que estaría integrada por civiles y que sería ésta la que abatiría ese estado de violencia criminal que ya vivía el país…

Y sí, pero no. Resulta que al final de cuentas no sacó al Ejército de estas tareas, ni a la Marina, y sí creó la Guardia Nacional, pero militarizada, de tal forma que ocurrió de otro modo, lo mismo. Aunque se encontró luego con que el reclutamiento era difícil y aunque ofreció su apoyo a quienes se incorporaran a esta tarea, lo cierto es que no hubo esa lluvia de aspirantes y mucho menos de jóvenes que quisieran hacer actividades del tipo policía con mandos militares.

Además, el Presidente ha dicho de forma reiterada que cada mañana antes de iniciar su ‘Mañanera’, se reúne con el gabinete de seguridad y ahí se toman decisiones para abatir el estado criminal. Probablemente esas decisiones no han sido las más apropiadas, toda vez que el problema no sólo se mantiene, sino que se ha incrementado según se ve y se escucha…

Tan sólo el año pasado, 2019, fue uno de los más violentos en la historia contemporánea de nuestro país: 35,500 muertes dolosas; a esto habría que sumarle las muertes por enfrentamiento entre pandillas criminales, las de las confrontaciones con la Guardia Nacional o las policías estatales o municipales, los daños colaterales, las muertes no registradas, los desaparecidos, secuestros, extorsiones, asaltos…

Y esto está ahí, en los medios que, por otro lado, impúdicamente ya, presentan notas del crimen en un tono que las hace parecer como “de lo cotidiano” de lo que “ya no causa sorpresa”. Y sí, por otro lado, ahí está el espejo de nuestros días mexicanos. Ese es el Tiempo Mexicano que pregonaba Carlos Fuentes.

¿En dónde estuvo el germen de esta situación? ¿Qué la hace estar ahí para causar pánico-terror-miedo? ¿Quién capacita a estas pandillas de tal forma que actúan como ejército privado para enfrentar a la autoridad y a la sociedad? ¿Por qué con toda su fuerza de Estado, el gobierno mexicano no abate este flagelo y sí, por otro lado parece incrementarse?

Algo más que buenos deseos u ocurrencias deberán ponerse en práctica para organizar, establecer mecanismos, estrategias, protocolos y capacidades de reacción para enfrentar a esa forma de confrontación social-criminal y garantizar la seguridad y la vida de muchos en México.

Cambiar la estrategia de hoy será un paso para la solución, porque ya se ha visto que la que hay no funciona y no funcionará porque los criminales ya le tomaron la medida. ¿Pero se querrá cambiar la estrategia para hacerla eficiente y sin costos en vidas o perjuicios? ¿Se querrán fortalecer nuevas formas de seguridad pública para conseguir la paz social? El Presidente dice que no.