Ningún país o estado en el mundo ha alcanzado niveles de desarrollo sin una transformación agraria y una industrialización exitosa a sus espaldas. Desde los Países Bajos e Inglaterra en los siglos XVII y XVIII , pasando por Japón y Dinamarca en el siglo XIX y hasta Corea del Sur y España en el siglo XX; sin mencionar a China que, desde fines de los años 70, comienza su gran transformación a partir de la agricultura y una industrialización rural que hoy aporta una tercera parte del PIB de Asia.
Ugo Pipitone en su obra “Modernidad congelada: un estudio de Oaxaca, Kerala y Sicilia” nos narra tres historias del desarrollo que tienen algo en común: la dificultad de salir de una agricultura estancada que contagia al resto de la economía y de la sociedad. Las tres entidades son Oaxaca, Kerala y Sicilia; México, la India e Italia. Tres regiones en distintos continentes que, a pesar de sus distancias y diferencias, comparten una común condición añeja de atraso definida en diferentes proporciones por la baja productividad media, la escasa integración económica local, la aguda segmentación social, el desempleo y la emigración acumulada durante décadas.
Con sus 94.000 kilómetros cuadrados, la superficie de Oaxaca equivale a 3,6 veces la de Sicilia y 2,4 veces la de Kerala. Pero mientras la población de Oaxaca llega apenas a 3,6 millones, la de Sicilia rebasa los 5 millones y la de Kerala los 32 millones. Tres cuartas partes del territorio de Oaxaca son montañosas, y casi toda la población indígena vive de la agricultura. De seis millones de indígenas mexicanos, un millón vive en Oaxaca -casi uno de cada tres habitantes- distribuidos en 16 grupos etnolingüísticos dispersos en más de 7.000 asentamientos en un territorio accidentado. Un panorama complejo por donde se le vea.
Kerala, en el extremo suroeste de la India, depende del suministro externo de arroz desde fines del siglo XIX. Ahí, el arroz es el maíz de Oaxaca, y alrededor de los arrozales se despliega hace tiempo una batalla política y cultural. A diferencia de Oaxaca, no hay en Kerala propiedad colectiva de la tierra. La globalización ha causado muchos daños a la agricultura de Kerala desde fines del siglo pasado pero también hace posibles, flujos migratorios que, vía remesas -al igual que en Oaxaca- mejoran la calidad de vida de muchas familias. Las remesas provenientes de los dos millones de keralenses que trabajan fuera del estado sobre todo en los países del Golfo, representan cerca de un quinto del PIB.
Sicilia, en el sur de Italia, es un caso único en Occidente de persistencia de la feudalidad; en números redondos, un milenio; para no remontarse a los romanos y sus latifundios trigueros trabajados por esclavos. En lo que concierne a cítricos, uva y olivo, productos en los cuales Sicilia tiene claras ventajas climáticas, esas mismas ventajas son virtualmente anuladas frente a la competencia de España, Grecia, Israel, debido a deficiencias de organización, escaso grado de procesamiento de los productos por agroindustrias locales, problemas de comercialización y de transporte, inciertas estrategias exportadoras y débiles sinergias entre productores e instituciones.
Oaxaca, Kerala y Sicilia son diferentes entidades que han compartido por décadas un rasgo común: el fracaso de sus intentos de transformación agraria e industrial. En los tres casos, sus reformas agrarias, aunque contribuyeron a romper con un pasado arcaico, no activaron una secuencia sostenible de cambios productivos en el mundo rural ni fuera de él, y generaron enormes flujos migratorios y una excesiva dependencia del mercado de trabajo de los servicios y el empleo público.
A pesar del pasado complejo de Oaxaca, hoy el Gobernador Alejandro Murat apuesta por tres grandes proyectos para reducir los indicadores negativos que por décadas hemos ostentado. Clústeres agro industriales, ZEE en Salina Cruz y el corredor eólico del Istmo de Tehuantepec son los detonantes. Oaxaca, como ningún estado del mundo – incluido Kerala y Sicilia- cuenta con una posición geográfica privilegiada: somos con Veracruz la parte más estrecha del país que conecta 2 océanos y por nuestras maravillosas tierras de la región del Istmo se encuentra el corredor eólico con más potencial de América.
Aunado a lo anterior, el Gobernador de Oaxaca desde el inicio de su administración ha perfilado una alta calidad de las instituciones, políticas públicas eficientes y una gran inversión para la transformación agro industrial que se convierta en motor de desarrollo para nuestra economía. Se puede transformar el atraso en modernidad y en Oaxaca se empieza con un gobierno pulcro, que cree en el conocimiento y la productividad como pilares de su ejercicio.
*Director General del ICAPET Oaxaca