El protagonismo de Salinas de Gortari es enfermizo.
Jamás se acogerá a la máxima de la política rancherona nacional de que “quién ya bailó que se siente” Obvio, ese protagonismo se explica por mantener incólumes sus intereses: desde Altos Hornos hasta TELMEX y la minería en el futuro. Además, pretende superar la imborrable imagen que dejó en millones de mexicanos, aunque muchos la teníamos desde antes: la de “villano favorito” del desastre de 1994 por el empobrecimiento brutal de la paisanada. Salinas, cuando le conviene es amnésico: olvida que invitó a los mexicanos a “ponerse de pie y cantar el Himno Nacional por haber liberado al país de la carga de la deuda” y que con el TLC prometió que México entraba al Primer Mundo competitivo y globalizado.
Ahora en Madrid, se devanó los sesos para explicar porque el TLC no ha traído los beneficios esperados y confesó que el Tratado, nuestro Frankestein, “no era una panacea, sino un instrumento”. Es decir dejó de ser la piedra filosofal y se convirtió en apenas un acuerdo comercial secundario Allá topó con denuncias por “traidor a la patria” “corrupto” y otras lindezas. Congruente, como siempre, “ni los oyó ni los vio”
La respuesta fulminante provino de Toluca. El siniestro John Negroponte, ahora investido de “diplomático” declaró: Salinas en 1993 ofreció a “Papy” Bush presidente de EUA, a socaire del TLC abrir la industria petrolera a la inversión extranjera…obviamente norteamericana. Sólo que la Constitución Política mexicana reserva al Estado la exclusividad del aprovechamiento de esos recursos. Según Negroponte, él sugirió a Bush “El Viejo” no meterse en camisa de once varas.
Así, hoy, a 17 años, el siniestro yanqui exhibe a Salinas como la reproducción de Ignacio Comonfort que al ignorar la Constitución Política de 1857 y reconocer el Plan de Tacubaya, se suicidó políticamente. Entonces surgió a la historia Benito Juárez. Lamentablemente en el caso de Salinas ya no se puede hacer algo más que plantearse la razón por la que Negroponte desnuda al que aún es, para algunos priístas, su “ícono”, después de que en vida enterraron a don Miguelito de La Madrid.
Por otro lado Salinas pretende siempre tirar la piedra y esconder la calva: a preguntas punzantes responde que “lean su último mamotreto La década perdida” y algunos de los rollos con que nos receta periódicamente. Salinas pretende que olvidemos que cuando se palpó que el TLC era exitoso, pero para pocos grandes empresarios y exportadores entre los que destacan empresas transnacionales pretendió incorporar una “innovación”. Sacó la versión que lo que sucedía era que no se habían profundizado las medidas de ajuste, que la “purga” no había sido radical y definitiva.
Después se “fusiló” sin rubor alguno una idea de Joseph Stiglitz Premio Nobel de Economía. Éste afirmó que para lograr la “globalización eficaz” era necesario echar a andar otra “generación” de reformas. Salinas copió esa idea y pretendió pasar por reflexivo “gurú” de la economía. Cuestión que desde Los Pinos vendió a algunos incautos que aceptaron el “rollo” que publicara su alter ego, José Cordóba y que para algunos devino como “nuevo decálogo”. Sin percibir que eran “tesis” en torno a un modelo económico, formuladas “a toro pasado”. Es decir después que se había echado a andar la política económica salinista que dejó resultados funestos para el pueblo de México: desindustrialización, extranjerización, emigración, pérdida del mercado interno y otras lindezas.
Pero parecería que se acaba el largo recorrido de Salinas por los escenarios a que es tan afecto. El “efecto Negroponte” puede ser demoledor. Aunque conociendo los efectos de la presencia de este “embajador” yanqui en Suramérica hace 40 años, a Salinas le fue bien. En aquellos lares y tiempos, Negroponte se identificó con las “guerras sucias” y la desaparición de líderes sociales.
Ahora a Salinas le pasó lo que “al perro de Tía Cleta”… ¿A Negroponte, Salinas ni lo oirá ni lo verá?
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