México y Brasil: dos guerras: Rubén Mújica Vélez

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México 2011 y los años que siguen: la “guerra eterna”. La despiadada carnicería que sin objetivo aceptado socialmente se mantiene pese a 40,000 asesinatos, que no fallecimientos. Reflejo del asombroso papel de un nuevo Calígula o Nerón que decide desde Los Pinos la suerte-mejor decir: la muerte-de miles de mexicanos. Crece la montaña de sacrificados en el ara de un paranoico. Los “daños colaterales” abultan las cifras y la rijosidad de un personaje menor que usa a su antojo la InJusticia, las fuerzas armadas, mientras los otros “poderes” sumisos, se concretan a esporádicos reclamos.

 

Se ha arrinconado la política económica que debería contrarrestar la fase amenazadora de la crisis renovada en EUA. Renovada y Obama, el Nobel de las Guerras “Justas”, no tiene “cartuchos” con que combatir. Tampoco encontrará apoyos en los financieros que por su avaricia desataron la peor de las crisis, después de la de 1929. Tal vez superó a ésta. Ahora se destruyó más capital productivo, se creó mayor desempleo y hambre. Es decir, la sociedad pagó con  creces el saqueo realizado por los banqueros.

Pero en México, además de la “Guerra Santa” de Calderón prevalece el conformismo en sus ineptos monetaristas. Para el Banco de México, el reducto de los “talibanes antiinflacionarios”, el escenario en mayo de 2011 fue alentador. 

“La debilidad de la demanda interna y la fortaleza del tipo de cambio del peso frente al dólar, han sido los factores que apoyaron el desempeño de la-baja-inflación en mayo”.

Suena bien, ¿no cree usted mi único lector amigo? Pero lo que los tecnócratas del Banco de México no dicen es que “la debilidad de la demanda interna” significa una reducción en la producción, el consumo y el empleo nacionales. En otras palabras significa una economía menos productiva, con hambre en amplios sectores sociales y con mayor desempleo. ¡Ah!, pero dirán los hijos de Cártens. ¡Hemos mantenido controlada la inflación. No rebasa los límites que se programaron! Podríamos compararlo a un enfermo: gastamos menos en medicinas y alimentos. Se pone pálido, débil y su aspecto es atemorizador. No importa: ¡gastamos menos en él! Si se muere, dejaremos de gastar: no habrá inflación. Esas palabras reflejan la “sabiduría” de los monetaristas del Banco de México y de paso de Calderón. Aunque éste no sabe que el problema, como dijera Clinton:

                ¡Estúpido, es la economía!

Brasil y la Presidenta Dilma Rousseff. Se aboca ese gobierno a otro tipo de guerra: “Brasil sin miseria”. Objetivo rescatar a 16.2 millones de personas de la pobreza extrema. Las palabras de la mandataria, son lapidarias:

“La lucha contra la pobreza es un deber del Estado y una tarea de todos los brasileños…el mayor y más desafiante problema de este país es tener la pobreza crónica instalada. Nuestros pobres ya han sido acusados de todo, incluso de ser responsables de su propia pobreza”.

La Presidenta Rousseff ha tomado la estafeta de “Lula”. Sin olvidar que éste dejó pendiente la justicia agraria a los “Sin  Tierra”. Pero la “guerra” contra el hambre está arraigada en una profunda convicción: en Brasil “se demostró que la mejor manera de crecer es distribuir la riqueza”. Es decir elevar la alimentación del pueblo pobre.

Reiteremos: el gobierno de “Lula” en ocho años de gobierno construyó cinco refinerías. El panismo demostró su esterilidad: Fox pretendía establecer una en Centroamérica. En México, nada. El desgobierno de Calderón no ha podido construir la barda perimetral de la refinería autorizada en Hidalgo. A manera de pregunta: ¿Quién o quiénes serán los beneficiarios de la importación de 400,000 barriles diarios de gasolinas? Diría Cantinflas: ¡Ahí está el detalle!