No es la primera vez que un presidente de los Estados Unidos envía a la Guardia Nacional a resguardar la frontera entre su país y México. También lo hicieron los ex presidentes George W. Bush y Barack Obama en su momento. Sin embargo, estos presidentes no enfrentaron con su retórica a nuestro país y a los migrantes indocumentados que llegan año con año a trabajar en un país que no es el suyo. No lo hacen por gusto ni por que sea una expectativa de vida, sino que se ven obligados. La medida firmada esta semana debilita la relación entre México y Estados Unidos. Aunque la Cancillería señaló que los elementos de la Guardia Nacional no estarán armadas mientras cumplen sus funciones, la lectura es de agresión, pues es consecuente con el discurso de rencor que el mandatario ha enarbolado en su primer año y meses en el despacho oval de la Casa Blanca.
Esta medida fue justificada por él en tanto se construya un muro fronterizo que nos divida. Según Trump es la única medida que garantiza detener el flujo de migrantes que no solo son mexicanos sino también centroamericanos. Trump ve un país de blancos como él, su principal público durante su campaña política, blancos que perdieron sus empleos debido a la desaceleración de la economía estadounidense después de la crisis económica internacional de 2008. A Trump le favoreció el resentimiento social de muchos americanos, es cierto, pero aún así no ganó por el voto popular, es decir, no votó por él la mayoría de norteamericanos, sino que las reglas de su sistema democrático le permitieron acceder al poder vía el Colegio Electoral que suma los votos de los 50 estados de la Unión Americana. Hoy Trump revive los miedos de regímenes que causaron mucho daño a la gente en diferentes momentos de la historia y bajo liderazgos despóticos como el de Hitler durante la Alemania nazi.
No es difícil pensar que detrás de la estrategia de comunicación que representa el tema del muro fronterizo y ahora del envío de la guardia nacional a la frontera con México esté la intención de Trump de adelantar los tiempos de su campaña por la reelección que enfrentará en 2020. Esto implica que probablemente el próximo Presidente de México deba lidiar con Trump durante todo su sexenio, lo que mantendría la inestabilidad financiera internacional y una relación bilateral compleja, que no se resuelve por arte de magia ni a través de declaraciones fáciles como la hecha por López Obrador hace unos días mientras jugaba beisbol respecto a que le aplicará a Trump la “pejemoña” para poncharlo.
La complicada relación con Estados Unidos pasa justo ahora por la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y este factor también debe considerarse para entender la militarización de la frontera norte de México. La presión que Trump ejerce no es la de un mandatario demócrata sino la de un empresario que quiere negociar con ventaja. La diferencia es que los Estados Unidos no son una empresa sino un país soberano.
Lo que nos enseña este nuevo capítulo de nuestra historia es que durante mucho tiempo dejamos de ver a nuestros socios naturales, ya no por cercanía como por el lazo espiritual que nos une. La América unida con la que soñó Bolívar y que no tiene nada que ver con el bolivarismo de Chávez y Maduro. Ellos pervirtieron el legado de un hombre de la estatura de Juárez, que pensó en integrar a la América por sus lazos históricos y culturales, por nuestra lengua que es, con sus variantes, la que trasmite las mismas ideas y emociones. Frente a las potencias, esa América unida no debería ser un sueño sino una aspiración real. La renegociación del TLCAN debe representar beneficios para México, no pérdidas, como ya lo ha reiterado Ildefonso Guajardo, el Secretario de Economía del Gobierno de la República. El comercio debe significar mejores condiciones de vida para nuestra gente, y el tema migratorio no debería contaminar esta discusión como parece interesarle a Trump.
La postura del presidente Peña Nieto transmitida en cadena nacional es uno de los mejores mensajes que ha dirigido al pueblo de México, retomó las declaraciones condenando la orden de Trump por parte de los tres candidatos y la candidata a la Presidencia de la República. Y esta vez también fue directo con Trump. Le dijo que “si quiere llegar a acuerdos con México, estamos listos, pero si sus recientes declaraciones derivan de una frustración por asuntos de política interna, de sus leyes o de su Congreso, diríjase a ellos, no a los mexicanos, no vamos a permitir que la retórica negativa defina nuestras acciones”. Esta postura digna convoca a los mexicanos en torno a un mismo objetivo, mantenernos unidos frente a las amenazas de un magnate, que pasó en poco tiempo de organizar concursos de belleza y reality shows a ofender a quienes opinan diferente de él dentro y fuera de los Estados Unidos.
Juárez decía que “Todo lo que México no haga por sí mismo para ser libre, no debe esperar, ni conviene que espere, que otros individuos u otras naciones hagan por él”, es tiempo de hacerlo realidad.
*Director General del ICAPET Oaxaca