México, D.D.O: Miguel Ángel Sánchez de Armas

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Como habrán adivinado mis lectores, D.D.O son las siglas de “después de Obama”. El Presidente llegó y descendió del Air Force One “como atleta”, según las crónicas. Hechizó a la clase política y a los jóvenes con su damm good-looks y su estupenda oratoria; volvió a su jumbo, salió disparado a mesmerizar a los ticos y volvió a Washington para seguir con business as usual. Tres días de imperial periplo que lo habrán dejado con la satisfacción del deber cumplido, mientras acá las legiones de analistas políticos se exprimen el seso para desvelar los significados políticos, sociales y económicos de la visita.

Les tengo una noticia: no los hubo. Obama cumplió un ritual y punto. Como aquel embajador de Fundación e Imperio de Isaac Asimov que visitaba las Regiones Nebulares para que  los nativos sintieran que Trantor los tenía en mente y en la Satrapía de Widemos analizaron sus discursos con un algoritmo psico-lingüístico para encontrarlos ayunos de compromisos, significados o mensajes, así el inquilino de la Casa Blanca nomás vino a darnos, como diría Paco Calderón en Reforma, una tacita de atole.

Veamos. La primer señal es la comitiva: la Subsecretaria de Estado para América Latina; el asesor de Seguridad Nacional; la encargada de los temas de Seguridad Interna, la responsable de los Asuntos para América Latina, un montón de guaruras, otro de periodistas y dos bestias. ¡Guau! Obama ha tenido séquitos de mayor relevancia política en Little Rock, Arkansas. Pero la verdadera medida de la importancia que tuvo el periplo fue que Michelle se quedó en Washington, y todos sabemos que en esa pareja la de verdadero peso es la señora. “Vieja, ahora vuelvo. Voy al patio a ver a unos cuates. Espérame a cenar”.

¿Algo más? Mientras la televisión noticiosa mexicana pasaba en vivo la llegada de Obama a México y después su conferencia en el Museo de Antropología, en Fox News y en CNN se hablaba de los hermanos Tsarnaev, se dieron noticias de Kentucky y de Alabama, se dedicaron unos minutos al asunto de alguna especie en peligro de extinción y quizá se habló del indignante maltrato a los animales domésticos. Ahora bien, en justicia hay que decir que sí hubo una mención a nuestro país y esto fue aproximadamente a 12:13 en International Desk cuando una reportera desde Times Square probó los lentes Google que pronto todos vamos a usar y exclamó: “Puedo pedir al sistema que me diga en donde está el restaurante mexicano más próximo… ¡y bingo, ya está!”

En cuanto a la prensa escrita, de doce diarios defeños revisados, todos menos Milenio llevaron foto del encuentro Obama – Peña Nieto y en nueve fue la nota principal, lo mismo que en cuatro grandes rotativos estatales. Pero de 16 periódicos de otras tantas metrópolis estadounidenses, sólo La Opinión de Los Ángeles dio despliegue a la visita. En todos los demás fue una breve mención. Pero eso sí, sin excepción todos publicaron notas de color sobre la celebración del próximo “Cinco de Mayo” y algunos incluso proporcionaron la receta del “margarita perfecto” para la ocasión.

¿Así o más claro?

La mejor manera de ser eterno

Con tal título, Rosa Montero publicó (El País, 12 de abril) un artículo que me encantó (quizá porque me sentí aludido) y que comparto en sus partes centrales:

“Acaba de llegarme el e-mail de un lector al que con anterioridad no conocía. Es una carta formidable, escrita con humor y brevedad, muy ágil y elegante. Además me gusta, claro está, porque se las arregla para llenarme de generosas alabanzas en muy pocas líneas. La firma un tal Óscar Corbacho; es argentino, vive en Buenos Aires, y él mismo se presenta así: ‘Te digo que fui durante 30 años creativo publicitario, que tengo siete libros de poemas con algunas distinciones y uno de cuentos y que este año publicaré un volumen de sonetos en colaboración con otro poeta’. Pero lo que me ha llamado la atención y de lo que quiero hablar es del principio de la carta. El mensaje comienza de este modo: ‘Tengo noventa años y acabo de leer La ridícula idea de no volver a verte, uno de esos libros que al terminar uno siente que es una persona diferente, que le ha pasado algo importante y que es para toda la vida’. Disculpen el bochornoso autobombo de copiar una frase tan elogiosa hacia un libro mío, pero es que no he podido resistir el maravilloso encanto de sus palabras: ¡Tiene noventa años! ¡Y dice que es una lectura que ‘le ha hecho diferente’! ¡Y que será ‘para toda la vida’! Incluso si hubiera sido un elogio dedicado al peor de mis enemigos literarios (aunque, la verdad, no sé si tengo alguno), no hubiera podido por menos que copiarlo aquí, como muestra de ese portento de vitalidad y de optimismo que es este hombre. Óscar Corbacho me ha iluminado el día. […] Ya lo decía Oscar Wilde: ‘Lo peor de cumplir años no es envejecer, sino que no se envejece’. O sea: uno no envejece nunca por dentro, uno se sigue viendo igual de confuso y trémulo y vital que a los catorce, mientras se va alejando cada vez más de la realidad de su propio cuerpo. Total, que, como yo sigo sintiéndome igual a los sesenta, comprendo muy bien que a los noventa pueda pasar lo mismo. Pero lo más genial de la frase de Corbacho es esa alegría de vivir, esa capacidad para “cambiar”, ese entusiasmo con el que se proyecta ‘para el resto de su vida’ como si fuera un futuro inacabable. Dan ganas de aplaudir. […] Pero además está la disposición, la voluntad de seguir, la decisión de asumir una actitud u otra. Ya se sabe que, tras haber sido condenado a muerte, Sócrates se pasó la última noche de su vida aprendiendo a tocar una complicada melodía con su flauta. Sus amigos, que estaban desolados, le preguntaron para qué perdía el tiempo en eso. ‘¿Para qué va a ser?’, contestó: ‘¡Para aprenderla antes de morir!’. No se me ocurre una manera mejor de ser eterno.”

¡Bravo! Recordé la reflexión del candidato perdedor en la serie The West Wing cuando decide que volverá a presentarse en la siguiente ronda, pese a sus 70 años: “Los setenta de hoy son los sesenta de ayer… ¡estoy en la edad perfecta!” (o algo así). ¿Y qué decir de los hermanos Arturo y Gustavo Martínez? En 1956 viajaron en bicicleta de la ciudad de México a Toronto (5,600 kms) y hace unas semanas, con setenta décadas a cuestas, anunciaron que van a repetir la excursión ¡nomás pa’ver qué ha cambiado en el paisaje! (La Jornada, 18 de abril). Siempre lo he dicho, la edad es un estado de ánimo.

Molcajete…

¡Ya es oficial! El 3 de mayo recibí el siguiente correo de la comandancia de los vuelos a Marte: “Dear Miguel Angel,
Congratulations! We are pleased to inform you that your application has been approved by a Mars One moderator. This email confirms that you now have applied for a position in Mars One’s astronaut selection program.” Traducción: soy candidato oficial para la primera colonia marciana (quien desee revisar puede hacerlo en el sitio mars-one.com). Somos diez los mexicanos en la lista, dos mujeres y ocho hombres; la mitad menor de 40 años y la mitad mayor (ojalá resulten buenos compañeros de viaje). Llama la atención que 226 estadounidenses hayan aplicado. ¿Será que los jóvenes quieren huir del paraíso? // ¡Úta, lo que nos faltaba! Walt Disney pretende registrar la marca “Día de muertos” en EUA rumbo a una película animada que Pixar producirá en el futuro. Aunque la noticia, publicada el 7 de mayo (Reforma) fue desmentida al día siguiente, prevengo desde ahora al pueblo de México: no se puede confiar en los gringos, y menos en los jijos del ratón. Fue esta empresa la más entusiasta colaboradora del macartismo y durante la guerra fría produjo joyas como “Los tres caballeros” por órdenes de los servicios de inteligencia del Pentágono. Y si esto no fuese razón suficiente, recuerden mis lectores que La Bamba y nada menos que el Himno Nacional, son propiedad intelectual de unos güeros raspados color mostaza. ¡Llamo a boicotear el jáloguín! ¡Unidos no nos vencerán!

Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.

 

Tuit: @sanchezdearmas

 

Blog: www.sanchezdearmas.mx

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