El mestizaje es un valor de la cultura mexicana. Sin mestizaje no se entiende el México prolífico que hoy somos. La riqueza de nuestros pueblos indígenas se basa en buena parte en el arraigo a sus tradiciones y costumbres. Y este valor es único y altamente estimable. Pero además de él, en nuestro país coexiste la diversidad que es fruto del mestizaje. Somos un país abierto al mundo porque en nuestro territorio hemos recibido a visitantes de todas partes que se han quedado a vivir aquí por amor a nuestra tierra y han contribuido a su conformación social, económica y cultural.
La polémica desatada por el envío de un par de cartas del presidente Andrés Manuel López Obrador al rey Felipe VI de España y al Papa en las que les solicita una disculpa por los atropellos cometidos durante la conquista española y su posterior dominación en lo que ahora es México ha servido para reflexionar en torno a la identidad mexicana pero también ha abierto una confrontación con el pasado. ¿Es realmente importante dicha disculpa en los tiempos que vivimos cuando España se ha convertido en un socio estratégico de México y se mantienen excelentes relaciones bilaterales, como incluso salió a declarar para atemperar el asunto el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard?
Lo cierto es que en 1836 con el Tratado Definitivo de Paz y Amistad entre la República mexicana y la corona española, en ese momento a cargo de la reina Isabel II se estableció que: “se olvidaba para siempre las pasadas diferencias y dimensiones, por las cuales desgraciadamente han estado tanto tiempo interrumpidas las relaciones de amistad y buena armonía entre ambos pueblos”. Se trata del documento también conocido como Tratado de Santa María-Calatrava y que puso punto final a quienes aún disputaban la legitimidad de los Tratados de Córdoba firmados en 1821 al término de la Independencia de México.
La historia consigna los hechos que abrieron una nueva era. México es desde hace más de dos siglos una nación independiente, libre y soberana, en la que existen múltiples realidades y en la que sin duda existe una deuda impagable con los pueblos indígenas. Esa deuda es la que hoy debería ocuparnos a todos, pero regresar a la discusión sobre lo que sucedió hace cinco siglos pone a prueba la política exterior mexicana. No solo por el esfuerzo de promover un asunto anacrónico sino porque el gobierno español rechazó el planteamiento del presidente de México.
Aunque la popularidad presidencial se mantiene en 78% como lo señala la más reciente encuesta de El Financiero, en una encuesta telefónica, el 59% de los entrevistados desaprobó la solicitud del presidente al rey de España, lo que demuestra la impopularidad de la medida solo al nivel del retiro de apoyos a las estancias infantiles.
El revisionismo histórico del presidente puede tener otros motivos como el impulso a una nueva identidad nacional que para él implica una reconciliación plena con España en el marco del cumplimiento de los quinientos años de la caída de Tenochtitlan a conmemorarse en 2021. Sin embargo, no se ve hasta dónde sea posible involucrar a los representantes de ese país en una revisión de lo que ya ha sido muchas veces revisado. Especialmente porque el asunto unió al gobierno de Pedro Sánchez con la oposición en un rechazo unánime a la solicitud del presidente López Obrador.
A futuro, el gran reto del gobierno mexicano es delinear una política exterior prudente que sea tan sólida como para atemperar las declaraciones presidenciales. En la era de la comunicación inmediata, lo dicho en una conferencia de prensa o la viralización de una carta pueden ser más poderosos que el trabajo de cientos de personas que están dedicadas a construir las relaciones de México con el mundo. No es que sea bueno o malo, simplemente es la condición de nuestra época que demanda de parte de los gobernantes la mayor prudencia al comunicar sus consideraciones sobre la actualidad y la historia. La política exterior de México debe ser conciliatoria, con una visión que impulse la economía y la sustentabilidad como ejes de la nueva agenda global.
El mayor reto del siglo XXI es construir puentes que mantengan la paz a nivel internacional. La solicitud de reconciliación del presidente no debería haberse centrado en los daños irreparables de tres siglos en los que aún no existía México como proyecto y en los que la conquista dio paso al mestizaje. En todo caso, debió haberse centrado en lo que hoy distingue a nuestro país, en parte gracias al choque de dos mundos, especialmente la lengua española que ha sido una preciada herencia y nos enmarca en un mundo hispanohablante que piensa y actúa en función de este valioso recurso. Esto no implica menospreciar a nuestras lenguas originarias, por el contrario, es la más clara muestra de que la riqueza del mestizaje depende de la diversidad y convivencia de lo que nos hace únicos.
México y España son naciones hermanas, y en Oaxaca somos testigos de la valía de su unión que nos legó una hermosa ciudad colonial y una identidad cultural basada en el respeto e integración de lo diferente. Nuestra gastronomía, nuestra música, nuestra danza, nuestra historia es fruto del mestizaje, esto es lo que deberíamos conmemorar y celebrar.