Mujeres y hombres tenemos las mismas capacidades para ejercer el poder. El gran error de los clásicos griegos fue concebir que las mujeres estaban delimitadas a la esfera doméstica, que en ésta debían desarrollarse durante toda su vida, criando a los futuros ciudadanos, y a otras mujeres que los acompañarían. Estamos muy lejos de esa visión de la política como un asunto de hombres, y al mismo tiempo, hay que reconocer, que estamos muy cerca de la igualdad política efectiva, que se remonta, en el caso de México, a unas cuantas décadas. Fue hasta 1955 cuando el sufragio femenino se hizo realidad, lo que demuestra que pasaron muchos siglos desde el origen de la política en Atenas y otras polis griegas, en los que las mujeres permanecieron relegadas a un segundo plano, en el que se les concibió como complemento perfecto por razones que subrayan lo moral y lo religioso.
El siglo XX fue un siglo de transformaciones a gran escala. Transformaciones científicas, culturales y políticas. Trajo consigo dos guerras que desolaron buena parte de Europa y un nuevo orden mundial de polarización que se quebró en los noventa. En muchos países, el papel de los grupos socialmente excluidos por siglos cobró un nuevo papel. Los movimientos por los derechos civiles en los sesenta, de París a Nueva York y pasando por el 68 en México, pusieron en el centro de la discusión una idea clave: lo personal también es un asunto político. La política no se trata solo de las reglas del juego para obtener al poder, sino de relaciones de poder que se mantienen en la vida diaria, y que invisibilizan, discriminan y estigmatizan. En esta segunda acepción, las mujeres sufrieron por décadas la violencia política como algo normalizado en los sistemas de representación política de cada país.
En México, el machismo en la política, que se resiste a morir, estigmatizó el ejercicio del poder por parte de las mujeres, asociándolo a su debilidad física, a su sensibilidad emocional, y a otras características que no tienen género. El feminismo, como teoría y práctica, revitalizó el ejercicio del poder. Tenemos muchos ejemplos de mujeres que enriquecieron la política como un ejercicio de discusión inteligente. Un buen ejemplo es Rosario Green, quien se desempeñó como la primera Secretaria de Relaciones Exteriores en el mandato de Ernesto Zedillo, fue además senadora de la república y secretaria general del PRI. Su gran cultura, estilo diplomático, su fineza, su gran inteligencia y dominio de temas, son un referente de cómo una mujer puede influir en los círculos políticos de cualquier nivel, no por ser mujer, sino porque la virtud se cultiva por igual entre mujeres y hombres.
Hoy una noticia sorprende al mundo, Sanna Marin, de 34 años, es la nueva Primera Ministra de Finlandia, convirtiéndose en la Jefa de Gobierno más joven del mundo al frente de una coalición de cinco partidos —socialdemócratas, verdes, alianza de izquierdas, de la minoría sueca y centro— dirigidos por mujeres, cuatro de ellas menores de 35 años. Marin, quien además es Ministra de Transporte y Comunicaciones en funciones, se impuso por 32 votos contra 29 al portavoz parlamentario del Partido Socialdemócrata de Finlandia, su único rival en una ajustada votación. Su nombramiento ya fue ratificado por el Eduskunta, que es el Parlamento finlandés.
Marin, quien ya ha sido nombrada por algunos medios como una jefa de gobierno millenial, tomó las riendas de un país de 5.5 millones de habitantes. Nació en la capital, Helsinki, pero se mudó a la ciudad de Tampere. Es hija de madre soltera y abiertamente lesbiana. Estudió en la Universidad de Tampere Administración Pública. Llegó a ser concejal con 22 años. Cree en los derechos de las minorías en parte por haber sido educada por una pareja homoparental. Hasta el próximo 31 de diciembre, no solo estará ocupada en la agenda doméstica de su país, también estará al frente de la presidencia pro tempore del Parlamento Europeo, que le corresponde a Finlandia.
En sus primeras declaraciones a la prensa, Marin señaló: “Tenemos mucho trabajo por hacer para recuperar la confianza. Nunca he pensado en mi edad o género. Pienso en las razones por las que entré en política y en aquellas cosas por las cuales me he ganado la confianza del electorado. Marin añadió: “Soy de una familia homoparental y eso sin duda me ha condicionado para que la igualdad, la paridad y los derechos humanos sean muy importantes para mí”.
Ni la edad ni el género deberían condicionar las posibilidades de dedicarse a la política en un mundo que tiene su futuro en manos de la juventud. De la juventud y de las mujeres. Como nunca antes, se han dado avances para que las mujeres accedan al poder y tomen las decisiones que antes estaban destinadas exclusivamente a los hombres. Este gran avance, que tiene ejemplos como Marin, o como Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, de quien hemos escrito anteriormente en este espacio, es irreversible y no podemos más que celebrar el avance en la igualdad política en todos los niveles. Hoy el Congreso de la Unión y el Congreso del Estado de Oaxaca tienen mayoría histórica de legisladoras, y tenemos el mayor número de presidentas municipales en Oaxaca de la historia, más de setenta.
La igualdad política debe contribuir a que se terminen todas las formas de violencia en contra de las mujeres. Con ellas al frente de las decisiones, estamos en mejores posibilidades de lograr este objetivo de nuestro siglo. La igualdad de género llegó para quedarse, y las mujeres en el poder garantizan, no una visión complementaria, sino una visión integral de las responsabilidades de gobierno. Con el cambio de época que vivimos, no deberíamos sorprendernos de tener en los próximos años una Presidenta en México, que haría historia, así como Marin lo está haciendo hoy, en una sociedad que ha apostado por la educación como clave del crecimiento y la felicidad.
*Director General del ICAPET