Agosto termina con una de las peores catastrofes ambientales de que se tenga registro. El gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil ha resultado una desgracia para la selva del Amazonas, uno de los ecosistemas más diversos y sin duda el mayor pulmón de nuestro planeta. Era sabido que para el ultraderechista mandatario sudamericano el medio ambiente no era prioridad, sin embargo, lo sucedido en las últimas dos semanas da cuenta de un problema mayor: la negación de la verdad cuando ésta se respalda en datos, muy al estilo de su amigo norteamericano Donald Trump.
El Instituto Nacional de Investigación Espacial (Inpe), la agencia federal que monitorea la deforestación y los incendios forestales en Brasil alertó sobre la cifra récord de incendios forestales al pasado 20 de agosto. Solo en Brasil: 74 mil 155 kilómetros cuadrados, un incremento de 84% respecto a 2018. ¿Cómo entender que en esta selva magnífica se haya prácticamente duplicado esta cifra desde que Bolsonaro asumió el poder el pasado primero de enero?
El desdén del mandatario por esta gran reserva natural que comparten varios países sudamericanos se ha reflejado en sus políticas públicas. A su llegada al poder Bolsonaro recortó en 25% el presupuesto del Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, como parte de su anunciada política de austeridad. Lo anterior según la denuncia que ha hecho pública el partido opositor PSOL. Este recorte, por supuesto, impacta en la prevención y control de incendios forestales. Por otra parte, hay que anotar que las industrias extractivas ya estaban en el Amazonas antes de esta crisis y eran una de las mayores amenazas a su estabilidad. La tala ilegal, la agricultura y la minería ya habían destruido unos 12 mil kilómetros cuadrados en lo que va del año, pero los incendios de agosto han causado un daño mucho mayor.
Además de su desafortunada política interna en materia ambiental, Bolsonaro tampoco ha sabido establecer alianzas eficaces que, por cierto, ya estaban establecidas antes de que asumiera el cargo. Una de ellas denominada Fondo Amazonia, un mecanismo de cooperación internacional que ha aportado recursos para reducir los gases de efecto invernadero a causa de la deforestación. El principal país donante a este fondo es Noruega, que hace dos semanas anunció la congelación de ayudas para los proyectos de conservación del Amazonas por un monto de 30 millones de euros. La decisión no es fortuita, responde al anuncio del gobierno de Bolsonaro de destituir al equipo directivo que gestiona el fondo. La soberbia frente al conocimiento.
No solo han sido las malas decisiones sino también las respuestas vulgares del presidente brasileño las que han sorprendido al mundo en los últimos días. Alemania también retiró su participación de este fondo mixto y Bolsonaro envío un mensaje a su canciller: “Tengo un mensaje para la querida Angela Merkel: coge tu pasta y reforesta Alemania. Lo necesitas mucho más allí que aquí”. En otro mensaje señaló: “¿No es Noruega la que mata ballenas en el Polo Norte? (…) Tomen el dinero y vayan a ayudar a Merkel a reforestar Alemania”. Desde 2008, ambos países y la petrolera estatal brasileña Petrobras aportaban dinero para rescatar y preservar la selva tropical más grande el mundo.
¿Qué nos dice esta triste historia sobre el futuro de la humanidad? En buena medida que el cambio climático sigue sin ser prioridad de gobiernos que tienen un gran peso en el sistema internacional. Brasil y Estados Unidos no son países pequeños ni pobres, son enormes extensiones de territorio, con millones y millones de habitantes y con gran crecimiento económico. Sin embargo, están gobernados por líderes populistas que desprecian la evidencia y no actúan racionalmente; que además no creen en los mecanismos de cooperación internacional y son soberbios y altaneros con sus pares. Sobre todo, que niegan que el cambio climático sea una amenaza real para el desarrollo futuro.
Así como rechazan las alianzas externas generan fracturas internas con su discurso cotidiano. Ante la oleada de críticas y protestas para que deje el cargo, Bolsonaro señaló que organizaciones de la sociedad civil podrían estar detrás de los incendios forestales. “Quizás, y no lo estoy afirmando, estas personas están llevando a cabo acciones criminales para atraer la atención en mi contra, contra el Gobierno de Brasil”, dijo Bolsonaro. El mundo al revés, señalar a los críticos para culpabilizarlos de una situación que no puede controlar. Una muestra de que se puede desperdiciar muy rápidamente la votación con la que se llega al poder pues hoy los índices de aprobación de Bolsonaro caen estrepitosamente.
La devastación del Amazonas llegó a la mesa del G-7 que se reunió esta semana en Francia. En este encuentro el más crítico fue el presidente galo Emmanuel Macron, quien incluso se enfrascó en una discusión privada con Bolsonaro por un comentario negativo de éste en contra de la primera dama francesa. Por encima del intercambio de declaraciones que llegaron a ese nivel, París ha puesto sobre la mesa la posibilidad de sancionar a al país sudamericano en el marco de su acuerdo comercial con la Unión Europea.
Asimismo, Macron ha abierto la discusión para que el Amazonas tenga un estatuto internacional, de modo que su conservación no dependa de los gobiernos en turno, algo que Bolsonaro ha llamado desafío a la soberanía brasileña. Con todo, del encuentro del G-7 celebrado en Biarritz, se obtuvieron 22 millones de dólares de ayuda de emergencia para combatir los incendios en la selva amazónica, lo que, otra vez, Bolsonaro consideró colonialista.
Sin duda la ciudadanía brasileña merece otra clase de gobierno, a la altura de la grandeza de su país, pero en sentido más amplio, los países de nuestra América deberían contar con líderes comprometidos con la sustentabilidad del medio ambiente y la protección de nuestros bosques y selvas. Está probándose que negar la realidad no es más que muestra de ineptitud para resolver los problemas más apremiantes. Los candidatos populistas son un desastre para gobernar, pero también son, afortunadamente, un desastre temporal si la ciudadanía decide removerlos.
*Director General del ICAPET