Un honesto oaxaqueño tiene una oportunidad singular; dirigir programas de obra pública. A mi juicio es la posibilidad de operar una “palanca múltiple”. ¿Por qué? Porque en tanto la obra pública, correctamente ejecutada, es contemplada como solución a problemas sociales, su vertiente como bujía del cambio social, ha sido poco aprovechada. Tradicionalmente se le concibe ejecutada por contratistas. En este ángulo residen las mayores suspicacias de la sociedad: el 10% consabido “en efe y por Adela”, han derivado en obras que pronto muestran vicios que devienen ruinas y problemas sociales…y grandes fortunas. Por otro lado, se ha recrudecido la desconfianza social porque ahora como nunca se ha incurrido en la deshonestidad de adjudicar las obras directamente, haciendo a un lado la normatividad vigente. Se ha llegado al extremo de que no tiene sentido contar con una ley de obra y compras públicas. El panismo ha exacerbado esta práctica viciosa y corrupta que el priísmo supo manejar con cierto disimulo. No obstante, Raúl Salinas De Gortari “Míster ten per cent” fue el prototipo de la corrupción del moribundo dinosaurio que pretende, sin ofrecer algo al país, solo ¡volver por sus fueros.
Pero la opción de convertir la obra pública en palanca de un cambio sensible, a favor de la sociedad, sobretodo la más modesta, reside en una política limpia de recovecos que devienen ingresos para burócratas corruptos. Las obras por cooperación, o en el caso oaxaqueño, apelando a la aportación popular de la mano de obra, tequio en diversas formas, permite “estirar” el presupuesto y realizar obras que los municipios, barrios, colonias y agencias, sienten realmente suyas. Obras que resuelven sus problemas y no que se construyen por un aberrante contratismo o por la percepción pueblerina de construir banquetitas, pavimentar calles, etc., mientras las poblaciones están carentes de obras fundamentales. El último sexenio en Oaxaca fue ejemplo claro de provincianismo del gobernante y sus “arquitectos de Oaxaca”. Mientras, la vía de acceso a Viguera clama por una recua de cadáveres de mulas ¡para tapar los baches!
Para la sociedad contar con agua potable que no entubada, reduce los índices de morbilidad hídrica y servicios médicos y medicinas integran problemas claves. Obvio: alimentos producidos en traspatio y parcelas es una vía clave, pero rebasa los programas de obras e incurre en los de índole social.
Otra experiencia ha sido la de entregar la ejecución de la obra a la comunidad. Al respecto muchos claman que es una aberración. Generalmente los que solo piensan en la vía de los contratistas para sostener un régimen en que el presupuesto beneficia a empresarios.
En Oaxaca hace varios decenios participamos en una experiencia que resultó ejemplar: la construcción del camino a Asunción Atoyaquillo que con 411 millones de pesos fue ejecutado por la comunidad. Realizaron 54 obras de drenaje de primera calidad y sus efectos mejores fueron: se impidió la emigración en el período de construcción, capacitó a los campesinos como camineros, albañiles, operadores de maquinaria constructiva y despertó capacidades insospechadas entre modestos oaxaqueños. Además, elevó la creatividad y orgullo de realizar una obra propia que fue motivo de sorna por los que perdieron las utilidades empresariales. Fue un caso que no se repitió por los intereses vigentes.
En otras palabras, la obra pública es respecto de las necesidades sociales, lo que el ahorro bien canalizado: vía de solución y creación de capacidades colectivas populares.
Por otro lado, la obra pública requiere una jerarquización-que no “priorización”, porque ¡todo lo han convertido en prioritario!-para que cumpla con eficiencia su cometido. Primero agua potable, después campañas de desparasitación, a continuación campañas de mejoría de la alimentación popular. Invertir el orden es tirar el dinero, siempre escaso. Nuestro principal problema son las enfermedades derivadas del hambre. Intentar curar a un hambriento es prolongar su estado morboso. Hemos de considerar que la labor social de un gobierno exige acudir incluso con alimentos baratos para los más pobres, transitoriamente. No se debe incurrir en la más grave proclividad: el paternalismo eterno. Hace muchos años me atacaron por haber señalado que programas como PRONASOL, OPORTUNIDADES y demás, semillas del paternalismo desbozalado, terminaría por crear una sociedad de mendigos disfrazados. Desde hace 18 años señalé que esos programas desalentaban a los hombres del campo a trabajar: un amigo campesino me dijo secamente, ¡nos agüevonan!
¡Ah! y para mi amigo aludido al inicio: que sea para bien de Oaxaca.
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