En noviembre próximo Oaxaca será la sede del Segundo Congreso Internacional de Neurociencias Aplicadas al Derecho.
Organizado a iniciativa de mi amigo Mario Herrera y auspiciado en Oaxaca por nuestro Tribunal Superior de Justicia, será un espacio de encuentro y discusión de una pléyade de especialistas en la materia de varias partes del mundo.
En lugares como Oaxaca el tema es aún disruptivo. Como en muchos ámbitos, los avances de la ciencia y los desarrollos teóricos nos llegan con retraso y el caso de la neurociencia no es la excepción.
Ello aún a pesar de que uno de los referentes en la materia es Oaxaqueño. El Dr. Eric García López no ha podido ser profeta en su tierra y hoy su trabajo de investigación lo desarrolla desde la Universidad de Toledo en España donde existe un terreno más fértil para esta novedosa (para nosotros) disciplina de estudio.
Oaxaqueña es también la jueza Magdalena Victoria Oliva, quien ha sido la primera en obtener la certificación internacional en neuroderecho y en neurociencia con enfoque de violencia contra las mujeres, niñas y adolecentes, y quien se encuentra promocionando su reciente libro “La neurociencia aplicada al derecho”.
El derecho es un instrumento para normar la conducta del ser humano. Las leyes tienen esencialmente que ver con la conducta, en la misma medida en que la prueba (por ejemplo) tiene que ver con los hechos.
La máxima relevancia de esta disciplina estriba en que la conducta y por ende muchos hechos jurídicamente relevantes tienen su origen en nuestro cerebro.
La neurociencia se dedica al estudio de esa complicadísima maquinaria que es el cerebro y que aún nos guarda muchísimos secretos en relación a la memoria, la conciencia, la toma de decisiones, el pensamiento, el razonamiento, etc.
Naturalmente son los médicos quienes se avocan a tan titánica pero tan necesaria empresa. Y por eso el Neuroderecho es el terreno neutral donde las batas blancas se encuentran con las togas negras.
La neurociencia es útil para entender mejor las posibilidades de reinsertar al delincuente, de que los jueces dicten sentencias mas justas a partir del mejor entendimiento de cómo deciden las personas y cómo decidimos nosotros mismos a la hora de construir los argumentos de esas sentencias; para entender mejor algunas potenciales excluyentes de responsabilidad penal o de comprender por qué las personas con discapacidad intelectual sí tienen voluntad y por ende capacidad jurídica.
El conocimiento de la neurociencia no es ni podrá ser un lujo.
En un mundo tan cambiante y en expansión de su conflictiva cada vez son necesarios más instrumentos de auxilio para explicar la realidad y entender de mejor manera porqué hacemos lo que hacemos.
Alguna vez Cesare Lombroso pretendió convencer al mundo de que los criminales nacen, que vienen predeterminados por “causas biológicas congénitas”, algo venía mal en su genética que los predisponía a delinquir.
La neurociencia moderna en su aplicación al derecho no pretende, como piensan muchos, justificar trayendo de vuelta los postulados lombrosianos más que superados, pero sí aportarnos luces para saber cómo funciona, a partir de la química y la física, ese órgano que alberga las la memoria, las ideas, la conciencia, las emociones y la voluntad.
La neurociencia es el presente y es el futuro. Hay que estudiarla.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca