La pandemia por Covid-19 cumplió un año de suscitar un cambio de reglas en nuestro país. En este lapso hemos sido testigos de situaciones lamentables, entre las que se encuentran la pérdida de familiares y amigos cercanos. A estas alturas, todos tenemos un motivo para estar tristes debido al virus que surgió en Wuhan, China, pero pronto azotó a todo el planeta. El patógeno llegó a Europa y desde aquí a América Latina, siendo nuestra región la más golpeada, con países como el nuestro y Brasil en situaciones límite en diferentes momentos del último año. Nadie previó un shock de esta magnitud, precisamente cuando la tecnología y las ciencias de la salud habían avanzado tanto, y es precisamente gracias a ellas que hoy existe un proceso de vacunación global, con gran inequidad en el reparto de los distintos fármacos, pero por fin una solución a la ansiedad y el miedo que se expandieron en 2020.
Entre los casos de éxito a nivel internacional podemos destacar el de Israel, país de Medio Oriente con poco más de nueve millones de habitantes en un angosto territorio bien comunicado, cuyo sistema de salud pública está conectado por una base de datos de punta. En Israel, hasta el mes pasado solo habían fallecido 4,260 personas a causa del coronavirus; en esto fueron cruciales las eficaces medidas de sana distancia. Hoy es la punta de lanza de la vacunación a nivel mundial; en tiempo récord, el Estado judío ya ha vacunado a la mitad de su población y desde hace dos semanas ha reabierto su economía plenamente. Como era de preverse, un ordenado y eficiente plan de vacunación muestra sus efectos en la caída de infecciones, hospitalizaciones y muertes por Covid-19. No solo ha pasado lo peor, sino que han logrado mantener el virus al margen de cualquier nueva oleada de contagios. Prontitud y disciplina saltan a la vista.
Los primeros resultados del Ministerio de Salud israelí luego de aplicar a un amplio segmento poblacional la vacuna de Pfizer/BioNtech son promisorios: muestran que sólo 0.4% de las personas resultaron infectadas una semana después de haber sido vacunadas y sólo 0.002% de los vacunados tuvieron que ser internados en algún hospital. De modo que la vacuna ha sido, en la práctica, 92% efectiva, muy cerca del 95% de efectividad que mostraron los ensayos clínicos de la farmacéutica estadounidense.
En contraste con el caso de Israel, y otras gestiones destacadas como la de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern o la eficacia del gobierno de Corea del Sur, en México no hemos tenido una estrategia coherente y enfocada en las particularidades de nuestro país. En vez de partir de la lógica del diseño federal bajo el que se rige nuestro sistema político, se ha centralizado a extremos indeseables la aplicación de las vacunas que en las últimas semanas han llegado a nuestro país. En este esfuerzo, el de conseguir distintos fármacos en un mundo donde los países ricos y poderosos concentran la mayoría de dosis para sus poblaciones, hay que reconocer el talento de la Cancillería. Sin embargo, si la principal fortaleza ha sido conseguir vacunas de varios países como China, India y Rusia, la principal debilidad es la implementación de los embarques que hemos recibido. Tal implementación se volvió caótica y ha provocado en el menor de los casos que nuestros adultos mayores tengan que esperar desde una noche antes, sentados a la intemperie en sillas que llevan desde sus casas, para ver si con buena suerte luego de 12 o 18 horas pueden ser vacunados.
Hay que decirlo con toda claridad: el dichoso zar de la estrategia antiCovid-19 no lo es. Hugo López-Gatell se ha convertido en el principal obstáculo para que la estrategia de vacunación avance. En esta crítica hay dos razones. La primera tiene que ver con su falta de liderazgo en la implementación. Gatell se convirtió en un vocero a modo, que lo mismo oculta información que tergiversa evidencia científica. Recordemos cuando señaló, hace cerca de un año, que era preferible que en una escuela se enfermaran todos los niños y no uno solo para lograr una supuesta inmunidad de rebaño. Llevemos su ilustración al plano de nuestros adultos mayores, el principal segmento poblacional lastimado por la pandemia, ¿tenía y tiene alguna lógica aquel comentario absurdo? La segunda razón es más poderosa que la primera: Gatell no predica con el ejemplo, su frivolidad es lastimosa para las y los mexicanos en un momento en el que nos acercamos a los 200 mil fallecidos a causa del virus.
En el peor momento de la pandemia, cuando las fiestas decembrinas empezaban a mostrar su lamentable saldo de contagios y defunciones, con largas filas de gente en busca de oxigeno para mantener a flote a sus familiares y amigos, Gatell decidió visitar Zipolite en compañía de su pareja sentimental, y mostrarse sin cubrebocas desde que abordó el avión hasta que estaba comiendo mariscos en la playa. Luego de contagiarse hace unas semanas, Gatell dejó el protagonismo que le brindan las conferencias de las siete de la noche para atenderse, entre rumores sobre la gravedad de su contagio, que al parecer le obligaron a usar oxigeno y tomar Remdesivir, un fármaco que él mismo había descalificado meses antes como alternativa de tratamiento contra la enfermedad en casos graves. Apenas se sintió mejor, y aunque informó que seguía siendo positivo al virus, se fue a pasear por un parque de la Ciudad de México, abrazando y besando a su novia. Nada tiene de malo compartir momentos así con un ser querido, pero volvamos a ver la pantalla completa: en los dos momentos el Subsecretario de Salud mostró su falta de empatía con quienes han sufrido más los estragos de la pandemia. Mostró su indiferencia frente a quienes han tenido que ingresar a sus padres, hijos, hermanos y amigos a hospitales de los que no saben si saldrán vivos. Gatell es un obstáculo para que la estrategia de vacunación haya tenido y tenga un rumbo distinto en México.
En la última escala de la estrategia de vacunación, Oaxaca volvió al centro del debate nacional luego de que se suscitaran conflictos a nivel municipal por la escasez de las vacunas, cuando ya se había informado a la población que se les aplicaría en fecha y hora definidas. La indignación es justificada porque se les avisó que la jornada se cancelaba cuando todo el operativo había sido montado. Además, quedó claro que, en la línea de prioridad, algunos servidores públicos federales, en su mayoría jóvenes de menos de 30 años, son vacunados antes que nuestros adultos mayores. ¿Esta distorsión sucederá en países como Israel o Nueva Zelanda? Seguramente no. En principio, el liderazgo debería definir los objetivos y las restricciones de toda estrategia, pero en este caso no lo hay. Quien debería encabezar los esfuerzos se ocupó más de ser una figura pública y mediatizar su imagen. Requerimos un verdadero científico al frente, que tome decisiones acertadas durante los largos meses que siguen.
@pacoangelm