El poder a los tontos los enloquece. Viví hace años una experiencia conmovedora. El Señor Secretario o “Ministro” como reiteraban sus aduladores, estaba seguro de lograr su ingreso a Los Pinos por la puerta ancha y por seis años. Su menguada figura crecía en los actos públicos y sus modales se volvieron afectados. ¡Había que demostrar empaque, ¡patas de gallo”, para la “Grande”! Se rodeó de cortesanos que aplaudían sus gestos mayestáticos o las más intrascendentes palabras. ¡Qué sabiduría tan profunda! ¡Qué profusión de ideas y conceptos! Indudablemente EL SEÑOR sería el nuevo Mesías laico, el nuevo guía del país y de la Revolución Mexicana.
Solo que…no fue el “bueno”. No fue el escogido por el “dedo” mágico del Presidente agónico en su última gran decisión: “democráticamente”, designar a su sucesor. A la usanza de los reyes y emperadores, al más viejo estilo porfirista o colonial. En el último tramo, perdió la batalla, ¡qué digo batalla, la guerra, “su” guerra mayor! La buena. La conmoción entre sus seguidores fue impresionante, como la inmediata “estampida de búfalos” para acudir al “designado por las fuerzas vivas” ¿no existían las “fuerzas muertas” entonces?, del partidazo. Se quedó solo. Deambulaba por los corredores de Palacio Nacional en que ahora retumbaban los cuchicheos, cuando antes albergaba el vocerío de sus “leales seguidores”. Aún las secretarias se ausentaron en busca de “amigos políticos” que las apalancaran ante el nuevo “Sol Político”. Mientras los politiquillos de segunda y tercera, acudían al que repartiría dones, con “proyectos” que garantizarían el éxito de la futura gestión del ungido. Menudeaban los “estudios”, la mayor parte refriteados.
Mientras, el olvidado, el fracasado prospecto de candidato, mascullaba su amargura y la corroboración de las palabras de un célebre inquilino del Palacio de Covíán:
¡En política no se necesitan amigos, se necesitan cómplices!
Su final fue patético. Entregó forzado, la oficina. Pero al día siguiente, como lo hizo seis años, entró para iniciar el despacho de asuntos que ya no le competían, Impartió órdenes al personal, con la misma seguridad que lo hiciera. El nuevo secretario estaba atónito igual que todos los colaboradores de esa oficina. Entendieron: su antecesor se había desquiciado. Llamaron a la esposa y lo llevaron con dificultad.
Después conocimos la prolongación de esa infortunada experiencia. Cayó en la más profunda obnubilación y a cualquier saludo respondía con un gesto de temor y desconfianza. En pocos años se agostó físicamente y murió en el peor olvido para un político: una sola esquela anunciando su deceso. Ninguna condolencia. Se esfumaron los “leales seguidores”, los que pugnaban por ganar su sonrisa y estrechar su mano.
Viene a cuento esta evocación por los sucesos políticos recientes. La visita de Peña Nieto a EUA en su incansable persecución de “Doña Leonor” y las palabras de un burócrata yanqui que anticipó su ungimiento como Presidente de México. Palabras que seguro sonaron a música celestial en el mexiquense. Quien según otra versión ya declaró que será el próximo “Tlatoani”. A eso se llama “comer vísperas”.
Solo que esa firme vocación “pinolera” plantea varias interrogantes. ¿Qué puede ofrecer el candidato de un partido que ha perdido la brújula nacionalista y que olímpicamente se llama socialdemócrata? ¿Con qué se come eso, me dijo un viejo priísta? ¿Qué propone Peña Nieto al país además de convertirlo en un “set” televisivo o cinematográfico? ¿Acaso sostener ese idilio personal que deja lelas a muchas mujeres mientras México se hunde en 40,000 asesinados? ¿Acaso sus poses y las de su bella “lady” se difundirían junto a las noticias de feminicidios en el Estado de México? “La Restauración” priísta promete a México algo con Peña Nieto? ¿O Peña Nieto mantendrá el optimismo de Moreira que dejó hecho garras la seguridad coahuilense y de ribete quiere y probablemente herede ese matadero a su hermano Rubén? ¿Qué propondrá a un país que simultáneo a su endeudamiento, en el colmo del absurdo, se ve amenazado por una devaluación? ¿Podrá superar la narcoviolencia y la violencia oficial para atenerse al eslogan calderonista que “tiene la razón, la ley y la fuerza? La verdad estoy convencido que son muchas preguntas, imposible de responder y más aún superar por un político provinciano, con experiencia como “tapadera” de “Tío Montiel” y mala copia de Brad Pitt. A quien no deseo que la eventualidad de su fracaso, lo aboque a repetir la vieja historia evocada.
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