La semana pasada escribí en este espacio que la inteligencia artificial se ha convertido en un arma de doble filo en los tiempos que vivimos. Tiene ventajas enormes pero también conlleva peligros inusitados, que implican discutir sus alcances y no confiar tanto en las bondades de lo que a simple vista es tecnología inofensiva. Señalé también dos casos recientes de la política internacional que evidencian que la inteligencia artificial ya es un tema de la agenda pública. En primer lugar, la intervención rusa en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, en 2016 y, en segundo lugar, la explosión de un dron durante un evento militar encabezado por Nicolás Maduro en Venezuela.
Quisiera profundizar en el tema puesto que estamos ante una nueva realidad en la que debemos distinguir entre los prejuicios y los hechos. En la era de la posverdad, en la que cualquier noticia puede ser falsa, debemos elaborar cuidadosas opiniones sobre temas de difícil comprensión que, sin embargo, nos afectan a todos. Un tema de muy reciente discusión tiene que ver con el dispositivo llamado Alexa, el cual es un asistente personal que puede facilitar la vida de una persona a través de internet siguiendo las instrucciones por la voz del propietario. No solo eso, esta tecnología puede ser incorporada a una casa inteligente, de modo que el dispositivo administre funciones como abrir las puertas o hacer la despensa. Parece una escena de los Supersónicos, pero la inteligencia artificial ya está modificando el esquema de vida de las familias que poseen a Alexa.
El principal problema que conlleva esta inteligencia artificial fuerte es la privacidad de los propietarios. ¿Estamos realmente solos con un sistema inteligente que puede escuchar nuestras conversaciones cotidianas? ¿Deberíamos preocuparnos también los usuarios de Siri Assistant creado para Apple? En realidad, por más seguras que parezcan nuestras conversaciones, vivimos en una era sin privacidad o con una privacidad muy limitada. Mientras texteamos y confiamos en las herramientas de comunicación, dejamos de imaginar quién podría estar registrando nuestros datos en alguna parte del mundo.
Los asistentes personales están deslumbrando a muchos usuarios, prueba de ello son las 24 millones de máquinas habilitadas por voz en 2017 según Trend Micro, ¿hasta qué punto estamos dejando de confiar en nuestros semejantes para habilitar a instrumentos creados por nosotros? Alexa es la apuesta de Amazon para dominar el mercado de las compras on line. Con este sistema integrado, la bocina, el refrigerador o incluso un celular, podrán realizar compras tan solo escuchando la instrucción por parte de su propietario. Si la tienda de Amazon en Seattle, que presumió Ricardo Anaya en su campaña como su proyecto de país, en la que desaparecieron los cajeros y las filas, ya es una realidad, ahora también lo son las compras desde casa sin redactar mensajes, solo con la voz dirigida a un objeto que transforma la vida en el hogar.
La anécdota es interesante, en San Francisco, un presentador de noticias comentaba que una niña había aprovechado la ausencia de sus padres para pedir una casa de muñecas a través de Alexa. Cuando repitió textualmente la frase de la niña: “Quiero una casa de muñecas”, los dispositivos de Alexa en la casa de algunos usuarios ordenaron a Amazon este pedido. Puede parecer broma, pero este es un ejemplo de la nueva dinámica que supone la inteligencia artificial y de su hiper sensibilidad para escucharnos. El mundo que vimos a través del cine hace unos años, cuando Joaquín Phoenix se enamoraba de su sistema operativo en “Ella”, empieza a trastornar la vida de muchas personas con el pretexto de facilitar la vida diaria. Aunque no lo notemos y no tengamos a Alexa en casa, la tecnología domina muchos aspectos de nuestra vida. Pasamos más tiempo en la pantalla de nuestro celular que platicando con nuestra familia o amigos. Creemos más en las publicaciones en redes sociales que en lo impreso. Nos interesa más nuestra imagen en las selfies que el cuidado de nuestra salud.
Quizá esté generalizando, pero esta autocrítica plantea que vivimos un cambio de época, que supone muchos riesgos. Por lo pronto, Alexa de Amazon llegará este año a nuestro país con la promesa de hacerse más inteligente a medida que conviva con seres humanos. A través de ella podremos conocer el pronóstico del clima, enterarnos de las noticias más relevantes del día, administrar una página web o pedir un Uber en aquellas ciudades donde opera el servicio. En meses pasados, algunos usuarios en Estados Unidos escucharon risas siniestras del sistema sin motivo, que obligaron a Amazon a comprometerse a solucionar lo que parece una simple falla del sistema.
La duda de la semana pasada persiste: ¿es la inteligencia artificial una solución a la vida moderna o es un riesgo para la convivencia humana? Y otras más, ¿está justificado su uso en la política o en la guerra? ¿Qué debate deberíamos tener acerca de sus alcances y de su carácter ético, si es que lo tiene? Por lo pronto, nos quedamos con la duda de si alguien se está riendo de nosotros al otro lado del mundo, mientras la vida sigue su curso.
*Director General del ICAPET Oaxaca