INE: con Dios o con el diablo || Joel Hernández Santiago

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El Instituto Nacional Electoral está a prueba. Está en un momento crucial de su ya larga existencia. Está a la vista de todos y con la expectativa de millones de mexicanos porque la institución autónoma demuestre que, en efecto, está con los ciudadanos del país, que es decir, con todo el país… con la democracia y con la transparencia electoral mexicanas.

… O si, por el contrario, se somete a un gobierno federal y estatales o municipales que bajo toda circunstancia quieren mantenerse en el poder obteniendo una mayoría electoral en los comicios de junio de 2024.

Esto es: el gobierno federal pondrá toda la fuerza del Estado para obtener un triunfo que, por lo mismo, podría ser muy cuestionable y hasta envenenado. Esto dañaría gravemente al INE y su futuro que ya desde ahora parece incierto, y junto a ello, podría ser muestra fatal de que la democracia mexicana es vulnerable y puesta a disposición del gran postor. Con esto dejaría de ser democracia.

Es la gran encrucijada de esta Institución de la democracia.

Con muchos esfuerzos, librando batallas políticas cruentas, sobreponiéndose a ambiciones enormes y a sus propias limitaciones, carencias y animadversiones, el INE ha sido una institución autónoma que a lo largo de años ha garantizado el buen quehacer electoral, el respeto al voto, la pluralidad a prueba de cañonazos, procesos y jornadas electorales marcadas por la eliminación de chanchullos y truculencias antidemocráticas.

El 11 de octubre de 1990 nació el Instituto Federal Electoral (IFE) a fin de contar con una institución imparcial que diera certeza, transparencia y legalidad a las elecciones federales.

Luego, con base en la reforma constitucional en materia política-electoral del 10 de febrero de 2014 se transformó en el Instituto Nacional Electoral (INE), ‘para homologar los estándares con los que se organizan los procesos electorales federales y locales para garantizar altos niveles de calidad en nuestra democracia electoral.’ Se dijo. Bien.

Y para ejercer sus funciones cuenta con once Consejeros Electorales y un Secretario Ejecutivo, así como representantes de los distintos partidos políticos oficialmente reconocidos.

El tema hoy es que desde 2018 y a la fecha, el Ejecutivo nacional y sus réplicas, lanzan dardos envenenados en contra del INE y en particular contra quienes ocupaban posiciones relevantes en la institución, con descalificaciones y apuntando directo al tema presupuestal.

“La democracia en México es muy onerosa”, se dijo; los sueldos de los Consejeros son “groseros y excesivos”, también. Era y es el pretexto. El fondo es político-electoral y nada más.

Se quiere un INE consecuente con las directrices que les envían desde Palacio Nacional. Un INE a modo. Lo que en parte se ha conseguido con el nombramiento reciente de 4 nuevos consejeros afines a la 4-T y luego la mirada hacia otro lado durante las campañas de “Los Corcholatos” por todo el país, disfrazadas de Asambleas Informativas o Conferencias magistrales.

Y aun cuando los otros siete consejeros han estado ahí en momentos críticos y de turbulencias, hoy todo parece dispuesto a complacencias por el impulso de los cuatro consejeros a modo de Palacio Nacional, incluida, de forma relevante, su presidencia.

Y esto hace que en general en el país se vea con gran preocupación porque de seguir este modelo de obediencia, nuestra democracia dejará de serlo para dar paso a la decisión de políticos cuyo interés es claro: La preservación en el poder político, a toda costa.

Está a prueba el INE. Está a prueba su probidad. Su autonomía. Su independencia. Su pluralidad. Su transparencia.

Y la defensa de la democracia en México y la defensa del voto de quienes acudan a decidir libremente por sus candidatos y partidos el 2 de junio de 2024 en un Padrón Electoral de 97,094.531 a septiembre de 2023 y un listado Nominal de 96,227,442.

Ya el INE solicitó un presupuesto precautorio de 23 mil 757 millones 453 mil pesos, de los que la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos aprobó el anteproyecto de más de 10,444 millones de pesos para los partidos políticos nacionales de cara a las elecciones de 2024.

El problema sigue siendo la intromisión externa a la Institución, y los caballos de Troya que ya están insertos en ella.

Sin embargo es responsabilidad ciudadana defender y cuidar a esta Institución de la democracia, independiente, autónoma y plural, por el bien de todos. Ojalá.