El noveno mes del año representa para los mexicanos, la oportunidad de mostrar su patriotismo exaltando la justa independentista, con un grito ensordecedor cada 15 de septiembre, con un desfile que recuerda batallas, gestas heroicas de nuestras fuerzas armadas, hoy criticadas y en el “ojo del huracán” como muchas Instituciones del Estado Mexicano. Desencanto que hizo que este año, en muchas partes el festejo fuera desdeñado debido al enojo de los ciudadanos con los gobernantes locales, amenazado por disputas políticas o “lucha social” mal encauzada.
Este nacionalismo de calendario, año con año ha mermado el verdadero espíritu de mexicanidad; se ha convertido en una fecha de mercadotecnia, de gozo popular alejado de la reflexión social que como nación es de urgente necesidad para reencontrar el camino marcado por héroes y forjado por nombres, apellidos, rostros que no aparecen en las páginas de los libros de texto, los monumentos, las letras de oro, pero que mucho o todo tuvieron que ver con la construcción de nuestro país.
Los momentos actuales de adversidad, problemática económica, encono ciudadano, desencanto social y crisis de credibilidad son resultado de muchos años de desgaste político y gubernamental, que hoy se manifiestan en una relajada identidad que impide al mexicano diferenciar entre gritar vivas y construir grandeza. Hemos permitido que los festejos patrios respondan a modas o circunstancias y no a una actitud de grandeza nacional, la cual debe cimentarse en el ciudadano, en las familias y traducirse en bienestar colectivo.
Quienes festejan gritando debajo del balcón de cada gobernante, quienes se divierten en la suspensión oficial de labores, los que orgullosos se pintan el rostro o portan sombreros en la fiesta tradicional son igual de mexicanos que aquellos que por la pobreza no pueden tener cena de festejo patrio, que por agravios cometidos en su contra no gritan vivas, a los que ha ahorcado la economía nacional y a pesar del calendario oficial tienen que trabajar día a día y de sol a sol, a los que su patriotismo no se ve en desfiles y conmemoraciones pero se refleja en el trabajo diario que genera bienestar a sus familias y su comunidad.
En este mes patrio es importante recordar que la grandeza de una nación radica en la fortaleza espiritual de sus habitantes, como lo señala el escritor Salvador Borrego: “lo esencial para que un pueblo sea dueño de las circunstancias y de su destino es que primero sea dueño de sí mismo”, siendo ese ímpetu, ese valor, ese trabajo, lo que va materializándose a pesar de circunstancias adversas, en prosperidad.
La identidad nacional debe estar cimentada en los valores que nos heredaron nuestros antepasados, las luchas independentistas y revolucionarias son referentes que nos recuerdan lo valiosa que es nuestra libertad y lo importante de luchar por los más nobles ideales. Los héroes, caudillos y próceres de la patria son ejemplos de la tenacidad con que debemos afrontar los retos actuales para superar vetustos rezagos.
Los festejos patrios, más que oportunidad para el lucimiento personal, el desmán social, la protesta radical, la egolatría política, deben servir como una fecha que fortalezca el eslabón que une a las distintas generaciones que hoy conviven en este territorio, y que deben de articular esfuerzos en conjunto para lograr construir el México que irremediablemente habrán de heredar otras generaciones.
Tenemos muchos motivos para festejar pero existen razones importantes por las cuales estas fechas tienen que servir para una reflexión seria, que nos lleve a encontrar con valentía formas de afrontar los obstáculos o circunstancias adversas que vivimos como país. Corrijamos los errores del pasado manteniendo la esperanza de un futuro prometedor.
Han corrido casi dos décadas del siglo XXI, prometedor en muchos aspectos y con complicaciones en distintas áreas, pero sin duda es un siglo de oportunidades, un siglo de concretar beneficios de revoluciones iniciadas en siglos pasados, de materializar esfuerzos que han sido dispersos y que hoy podemos cohesionar, es un siglo de mayor efervescencia pero con amplias posibilidades de otorgar bienestar perdurable en áreas importantes para el desarrollo humano.
La Identidad debe sustentarse en respeto y defensa de nuestra esencia como cultura milenaria, con eso debemos de crecer en armonía, amar lo nuestro no puede cerrarnos la posibilidad de abrirnos al mundo, en busca del aprendizaje que nos permita tener mejores condiciones de vida, festejar no puede ser un acto sin sustento en los hechos, ser mexicanos debe ser un orgullo diario y no solo un festejo anual.
Los mexicanos tenemos que articular acciones en conjunto que logren hacer del júbilo patrio una herramienta que eslabone historia, presente y futuro, sólo así el mañana tendrá posibilidad de tener bienestar material con fortaleza interior, en otras palabras: festejar con bienestar colectivo.
El verdadero nacionalismo es una oportunidad de reencontrarnos con nuestro pasado, de hacer más sólido el presente y construir un futuro cimentado en la verdad, fortalecido en el sentimiento de pertenencia, enriquecido culturalmente con literatura, gastronomía, lengua, religión, música, folklor y un grado de espiritualidad que nos permita generar un estado de conciencia nacional que nos haga amar verdaderamente a nuestro país, quererlo profundamente, defenderlo con actitud, festejarlo con hechos.
* Presidente Estatal de Nueva Alianza
Twitter: @Bersael