Uno de los indicadores que más se ha cuidado, durante los últimos veinte años, en la economía mexicana es la inflación. Definida como el incremento en el nivel general de precios. La magnitud de la inflación –tasa de inflación– es normalmente reportada como el crecimiento porcentual anualizado de algún índice de precios. Cuando los precios se incrementan, un peso compra menos cada año. Por lo tanto, la inflación significa una caída en el poder de compra de la moneda y en el bienestar ciudadano. En el año de 1990 la tasa de inflación general superaba el 28%, mientras que el día de hoy es de 4.57%. La meta del Banco de México (organismo de gobierno encargado de controlar la inflación por mandato constitucional), es tener una inflación de 3% al finalizar el año, un valor cercano al que promedian los países más ricos del mundo.
La tendencia a la baja de la inflación puede detenerse este año, debido a por lo menos dos razones, ambas de carácter temporal. La primera es exógena, relacionada con el incremento en el precio de algunos granos básicos, como son el frijol, maíz, trigo y sorgo. Esta inflación es de carácter importado y no puede ser controlada con facilidad por las autoridades. La segunda es endógena, relacionada con el incremento en el precio del huevo, un producto esencial de la dieta del mexicano, además de insumo esencial para la elaboración de otros bienes. Los incrementos en granos y huevo, dificultarán alcanzar la meta de inflación, con lo que se mermará el poder adquisitivo de las familias.
El Banco de México cuenta con instrumentos de política monetaria que le permiten controlar la inflación, pero únicamente cuando ésta es provocada por factores de demanda, cuando los agentes económicos tienen grandes estímulos a gastar. Evidentemente este no es el caso actual, el nivel general de precios se ve afectado por cambios en precios clave. Dicho cambios a la alza son de oferta, temporales y relacionados con las actividades de los productores.
Dejando de lado la inflación que proviene del exterior, la inflación provocada por el incremento en el precio de los huevos, no será controlada rápidamente, ya que los productores se encuentran enfrentando serias dificultades para incrementar o incluso sostener el ritmo de producción. La única forma posible de reducir los precios, suponiendo una demanda estable, consiste en aumentar la oferta. Recordemos que el precio se ha incrementado por una severa reducción de la oferta, debido a una enfermedad que afecta a las aves responsables de la generación de huevos. Según cifras proporcionadas por los empresarios del ramo, a la fecha se han tenido que sacrificar 20 millones de aves.
Para tratar de solucionar el problema, las autoridades han presentado ante los medios de comunicación un diagnóstico poco adecuado. Han comentado que estos cambios en los precios pueden deberse a la actividad especulativa de los productores para obtener mayores utilidades. Lo anterior aunque posible, no puede ser la causa principal del problema, el origen es una caída del 20 al 22% de la producción nacional. De acuerdo con los productores, en temporada de lluvias y con el calor, el huevo no dura más de 15 días en todo el circuito. Los productores no pueden conservarlo más de ocho días. Aun teniendo la tecnología para preservarlo por más días, los productores mexicanos actuales no tienen grandes bodegas, ya que su negocio se basa producirlo rápido, entregarlo pronto y cobrar en lo inmediato [Fuente: El economista].
Las autoridades han propuesto importarlo para solucionar parcialmente el problema, pero esto no es cosa fácil, ya que existen múltiples dificultades de logística. Otra opción es importar a las gallinas ponedoras, pero esto tampoco resolvería rápidamente las cosas, porque el ciclo de crianza y desarrollo es lento, lleva aproximadamente 20 semanas hasta que una gallina pone su primer huevo. No existe forma de que en las próximas semanas se recupere el número de aves que a la fecha han sido sacrificadas.
La solución a este problema vendrá del mercado, productores y consumidores encontrarán la forma de satisfacer sus necesidades. Ya en este momento los consumidores se mueven hacia sustitutos, reduciendo la demanda del producto y provocando con ello que los productores busquen la forma de aumentar la producción para establecer un precio de equilibrio que deje satisfechos a todos (esto nunca es posible, pero se persigue). Aunque lo peor de la crisis del huevo ya pasó, se anticipa una recaída en el mes de octubre, ante la creciente demanda de huevo para la producción de pan de muerto, una costumbre que por definición no se altera en muchas regiones del país.
En conclusión, alcanzar la meta de 3% de inflación anual para este año será difícil, las autoridades pueden hacer poco. No obstante, el gobernador del Banco de México anunció que en caso de ser necesario, se modificará la política monetaria, básicamente se incrementaría la tasa de interés de referencia, para así reducir la demanda y presionar por esa vía la baja de los precios. Lo anterior, esperemos no se presente, porque afectaría todavía más la ya de por si deteriorada economía familiar, e incluso peor, reduciría la inversión y con ellos las posibilidades de crecimiento económico.
¿Por qué querer actuar cuando sabes que no tienes capacidad de respuesta? Las autoridades están comprometidas con la convergencia de la inflación mexicana a niveles observados en los países desarrollados. Esta meta ha implicado que durante los últimos años el crecimiento no se presente como marca el potencial de la economía, ya que para lograrlo se han implementado políticas de carácter recesivo. Y lo que es peor, tampoco mejoran el poder adquisitivo de las familias mexicanas, ya que según un estudio reciente de la UNAM, entre 2006 y 2012, la capacidad de compra del salario mínimo cayó 43.1%. Está es una historia de nuestro México real. Dado que el tiempo es económico, me despido, hasta la próxima.
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* Profesor en economía de la UACJ, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)