Al momento de escribir este artículo, Greta Thunberg, la adolescente sueca de 16 años que encabeza un movimiento de alcance mundial, participaba en la Cumbre del Clima de la Juventud celebrada en la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. Junto a Thunberg, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, reiteraba su petición a los líderes globales que participarán este lunes en la Cumbre de Acción Climática a que presenten planes concretos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 45 por ciento en los próximos diez años y cien por ciento para 2050.
El viernes pasado alrededor de cuatro millones de manifestantes protestaron en más de 150 países para enviar un mensaje a los tomadores de decisiones que acudirán a la sede de la ONU mañana. En todo el mundo se observaron protestas en torno a un tema que no está en la agenda política prioritaria de la mayoría de dignatarios del mundo: la lucha contra el cambio climático. Hubo protestas en Sídney, lo mismo que en Sao Paulo, París, Bruselas, Londres, Washington, Johannesburgo, Nueva York, Berlín y la Ciudad de México.
La denominada “Huelga Global Climática” provocó una respuesta internacional inusitada protagonizada sobre todo por jóvenes. En Australia, varias ciudades registraron las protestas más grandes del país desde las que se emprendieron contra la guerra en Irak de 2003. Por otra parte, en París, adolescentes y niños, algunos de sólo 10 años, no fueron a clases para protestar en las calles. En Washington, cerca del Capitolio, miles de jóvenes marcharon con carteles en los que se leía “no hay planeta B”. Son algunos ejemplos de una ola de protesta inusitada que buscar poner en la agenda internacional un tema que desdeñan mandatarios como los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Brasil, Jair Bolsonaro.
La indiferencia de estos políticos, pero no solo de ellos, es un ejemplo de lo mal que van las cosas en este ámbito. Sus declaraciones en materia de medio ambiente, varias veces tratadas en este espacio, dan la espalda a la evidencia científica y avanzan en sintonía con el discurso absurdo que sostienen en otros ámbitos. Culpar a la sociedad civil por los incendios en la Amazonía, o justificar el abandonar el Acuerdo de París como una decisión soberana dado que el mecanismo no tiene sentido, son claras muestras de las actitudes de estos líderes populistas que apuestan por los hechos alternativos frente a la razón.
En medio de la desazón que produce la ignorancia de quienes están al frente de grandes países, la figura de Greta Thunberg ha venido a refrescar la discusión sobre el cambio climático, y se ha convertido en un fenómeno de masas. Un liderazgo del siglo XXI que sin duda conecta mucho más con los millennialsque cualquier político convencional. Thunberg llegó a Nueva York después de dos semanas de travesía a bordo del velero “Malizia 11”, una embarcación acondicionada para cruzar el Atlántico por sus propios medios; equipada con tecnología sostenible: paneles solares, turbinas hidrogeneradoras y una desalinizadora con la que se obtiene agua potable. No emite carbono. Thunberg se niega a abordar aviones por su efecto contaminante.
¿Qué nos dice la lucha de una valiente niña de 16 años sobre el momento que vivimos? Básicamente, que a nivel mundial se nos olvida que hay retos mucho mayores a las agendas circunstanciales que dominan los ámbitos nacionales y locales. El mensaje de Thunberg es sencillo: ocúpense de lo importante antes que lo urgente, porque de hecho es más urgente. Con apenas un año en la agenda internacional, desde que llevó su protesta a la sede del Parlamento Sueco y luego de iniciar un movimiento de huelgas escolares a las que ha conseguido arrastrar a más de millón y medio de estudiantes alrededor del globo, Greta ha demostrado que las y los niños tienen voz propia, que los jóvenes no son la esperanza sino el presente, y que a la clase política le convendría escucharlos permanentemente.
El riesgo de convertirse en una marca que puedan utilizar los políticos en su beneficio es constante alrededor de Thunberg, pero lo visto el viernes pasado ha demostrado que el mensaje que proyecta no es un asunto de ideología política sino de acción masiva frente al cambio climático. Mañana hablará desde la tribuna más alta del planeta en Nueva York, pero sigue siendo un ícono de la sencillez para expresar una idea que como sociedad habíamos dejado en segundo término. Hoy nos da un ejemplo monumental una niña, a quien varios ya ven como candidata al Premio Nobel, que en su interior concluyó que debemos actuar como si nuestra vida dependiera de la Tierra, lo que es un hecho.
¿Qué mundo esperamos heredarle a las futuras generaciones? Como padre de dos niñas, estoy convencido de que estamos a tiempo de corregir el rumbo. Una parte corresponde a las decisiones de gobierno, sin duda, pero otra, más importante por su alcance, está en nuestras manos. Nosotros podemos marcar la diferencia con nuestras acciones diarias. No contaminar ni destruir el medio ambiente que nos rodea empieza en casa. Lo expresó bien el activista Gerd Johnsson en una de las protestas convocadas por Greta frente al Parlamento Sueco: “Esto es como en los cuentos: un niño, el más pequeño de todos, empuja a los demás a luchar contra el dragón”.
Y con esta fuerza de millones de personas creo que sí. Podemos vencer al dragón.
*Director General del ICAPET