Gestión educativa frente a la pandemia: lo que podemos aprender de las universidades de Singapur: Francisco Ángel Maldonado Martínez*

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En el arranque de este 2021 hemos seguido el ritmo de la pandemia en distintas latitudes. Como lo señalamos en este espacio hace un par de semanas, la situación adversa que enfrentamos no será eterna, tal y como lo demostraron los festejos de año nuevo en Wuhan, primera ciudad en padecer los efectos del nuevo coronavirus. Sin embargo, aunque China y algunos países principalmente asiáticos han logrado controlar los contagios por Covid-19, en Europa y América Latina estamos viviendo la segunda oleada de la pandemia. Para muchas personas el panorama es incierto, pues por un lado se ve la solución de varias vacunas aprobadas por las autoridades sanitarias, y por otro lado el incremento de personas que llegan a las salas de cuidadosos intensivos. Si bien en nuestro hemisferio domina la cautela debido a esta nueva fase que enfrentamos, no hay que obviar las soluciones que ya tienen lugar y que son adicionales a la aplicación de la vacuna y a la eventual inmunidad de rebaño, de la que tanto se ha hablado.

 

Las soluciones a la pandemia, ya deberíamos saberlo a estas alturas del problema, no dependen únicamente de la aplicación de la vacuna. Por cierto, que esta semana llegaron a Oaxaca las primeras dosis que ya se han aplicado al personal del sector salud, lo que representa una luz de esperanza frente al sombrío panorama de los últimos meses. Pero se debe insistir en que la vacuna no garantizará por sí sola que la vida social vuelva tal y como la conocíamos; sobre todo porque las personas no podemos permanecer confinadas como sucedió durante los primeros meses de la pandemia. Hemos visto como la búsqueda del ingreso diario se impone en la vida de millones de personas, situación que no puede ser condenable en vista de lo que representa: el sustento del hogar. Pero hay otra dimensión que hasta ahora ha podido enfrentarse gracias a las herramientas que nos provee la era digital: la educativa, y que eventualmente tendrá que replantearse.

 

En las escuelas se mantiene la consciencia de una nación; en las aulas hay una actividad que da sentido a la sociedad que somos y a la que aspiramos ser. No me refiero solo a los niveles educativos básicos: preescolar, primaria y secundaria, sino también al nivel medio superior y superior. Consideremos cuánto tiempo de nuestra vida en total pasamos aprendiendo en un aula. Algunos hemos decidido continuar estudiando un posgrado, y si sumamos los años transcurridos desde la educación preescolar hasta el doctorado podemos sumar fácilmente un cuarto de siglo. Este ciclo educativo no puede detenerse, y como ha ocurrido a nivel internacional se han adaptado los planes y programas para que el conocimiento siga cultivándose en línea. Pero 2021 anticipa el reto de volver eventualmente a las aulas; al menos es una meta y un deseo compartido por quienes se dedican a la docencia y quienes son alumnos de alguna institución educativa.

 

Como da cuenta una nota publicada en la edición semanal del New York Times, en Singapur, un país insular del sudeste asiático, por sorprende que parezca, sus principales universidades han permanecido en modalidad presencial, pero además, desde que empezó la pandemia no han presentado ningún caso de Covid-19 en sus instalaciones. Hay que advertir que Singapur es un país pequeño, de apenas 6 millones de habitantes y cuyo régimen político no es precisamente democrático, de hecho se ha cuestionado el papel del gobierno respecto a las libertades civiles y el derecho a la libre expresión. Con todo, es un modelo de desarrollo en Asia y su puerto es un modelo logístico de clase mundial. También, este país posee un excelente nivel educativo. Por supuesto, podemos considerar que la verticalidad del orden social imprime un sello de disciplina innegable, pero consideremos los resultados en el nivel universitario, que llaman la atención del periódico neoyorquino.

 

En el caso de la Universidad Nacional de Singapur, el rector tiene un tablero de control que verifica el desplazamiento de los miembros de la comunidad universitaria. Por ejemplo, si una cafetería está demasiado llena, el rector pide a los administradores que adviertan de esta situación a los usuarios y se establece un periodo de entrega de alimentos en los dormitorios. Si por un lado existe un mapa que verifica el aforo de las áreas del campus, por otro lado, se aplica una severa sanción en caso de incumplir ciertas reglas establecidas; algunos estudiantes han sido desalojados por recibir visitantes en sus dormitorios. En el campus conviven 50 mil personas, entre profesores, estudiantes y personal administrativo, que han sabido lidiar con el virus a costa de una estricta reglamentación. No debe perderse de vista el contexto general, como otros países asiáticos, Singapur ha apostado por la aplicación masiva de pruebas, la atención médica gratuita y el rastreo de casos de personas infectadas. Según el New York Times, al 11 de enero este país registra 59 mil contagios y 29 muertes. Subrayo 29 muertes, pues incluso en un país pequeño éste es un claro ejemplo de éxito en la gestión de la pandemia. Si a esto se suma el haber mantenido la vida universitaria conciliándola con las medidas restrictivas, estamos ante un caso de innovación interesante.

 

En Singapur, además de la Universidad Nacional, la Universidad Tecnológica Nanyang y la Universidad de Administración han dado muestras de resiliencia. La modalidad en línea no puede ser permanente, como el virus no será permanente. Desde ahora deberíamos voltear a ver realidades que a veces nos parecen lejanas y fuera de contexto para encontrar claves aplicables a nuestra realidad. Por cierto, la nota referida da cuenta de que los profesores encuentran en los tres casos una población estudiantil altamente cooperativa; otra clave es la apuesta por la tecnología: apps que reportan la temperatura de las personas y una red: Singapore Spacer, que recopila datos anonimizados mediante las redes wi-fi de uso público. No deberíamos ver estos ejemplos como modelos imposibles de gestión, sino como proyectos que parten de un valor que también nosotros hemos reforzado en esta pandemia: la responsabilidad social. Sin ella, ninguna herramienta es eficiente por sí sola.

 

@pacoangelm