George Floyd y el resurgimiento de la indignación en contra del racismo: Francisco Ángel Maldonado Martínez*

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El asesinato de George Floyd, en la capital del estado de Minnesota, luego de ser detenido y asfixiado por el agente de policía blanco, Derek Chauvin, quien puso su rodilla en la nuca de Floyd hasta que éste perdió el conocimiento, ha levantado una ola inesperada de protestas alrededor del mundo en contra de ese mal de siglos y generaciones: el racismo. Desde el papa Francisco hasta personalidades de la política, el deporte y la industria del entretenimiento han levantado la voz para condenar lo que a todas luces fue un caso de abuso policiaco en contra de un afroamericano. Grabado desde un celular, el momento se viralizó en redes sociales y demostró una vez más la trascendencia que tienen al generar una ola de indignación que fue del mundo digital a las calles de las principales ciudades del mundo occidental.

 

Bajo el lema #BlackLivesMatter miles de personas han desafiado las medidas de distanciamiento social impuestas por la crisis sanitaria actual y han salido a manifestarse masivamente. En un primer momento se pensó que esta oleada de protesta solo afectaría a los Estados Unidos, luego de que varias ciudades se sacudieran por la indignación, incluida Washington DC; lo que obligó a un histórico apagón de las luces de la Casa Blanca y, según fuentes reportadas por The New York Times, a que Donald Trump fuera resguardado en el bunker que se ha dispuesto bajo el supuesto de un ataque por misiles a la sede del ejecutivo estadounidense.

 

Desde distintos ángulos se ve a Trump como un promotor del supremacismo blanco que hoy altera las dinámicas de convivencia social en su país a grados extremos. Incluso sus aliados notan la distancia que el mandatario ha tomado de la situación de crisis, sin buscar honestamente reconciliar a una sociedad profundamente dividida. Luego de la manifestación en Londres en contra del racismo, el primer ministro Boris Johnson señaló: “Mi mensaje al presidente Trump, a todos en Estados Unidos desde el Reino Unido, es que el racismo, la violencia racista no tiene cabida en nuestra sociedad”.

 

El gobierno de Sudáfrica, el país de Nelson Mandela, que enfrentó un abominable racismo convertido en sistema social por décadas, exhortó a las fuerzas de seguridad en Estados Unidos a observar la “máxima moderación” en su respuesta a las protestas. Mientras que en el Vaticano, el Papa señaló que ha “presenciado con gran preocupación el perturbador malestar social” en Estados Unidos en reacción a la muerte de Floyd e hizo un llamado a la reconciliación de ese país.

 

No hay que obviar que las protestas en Estados Unidos se dan en un clima político altamente polarizado al que se suman las elecciones presidenciales de noviembre próximo. Al gran problema por la oleada de contagios y defunciones a causa del coronavirus, se suma ahora el que quizá ha sido el negativo principal de la presidencia de Trump: su discurso de odio y división, que hoy cobra su dimensión más evidente entre sus gobernados. Como lo señaló el virtual candidato presidencial demócrata Joe Biden: “Trump ha convertido a este país en un campo de batalla”.  

 

Trump, al ver la escalada de manifestaciones en su territorio, amenazó con enviar al Ejército a reprimir protestas que se han registrado en al menos 140 ciudades; en algunas de ellas se han impuesto toques de queda y se ha desplegado a la Guardia Nacional, lo que ha acrecentado el conflicto. No solo ha habido indignación del lado demócrata, sino incluso entre republicanos distinguidos. El expresidente republicano George W. Bush ha dicho que “aquellos que se propusieron silenciar esas voces (de quienes exigen el fin del racismo sistémico) no entienden el significado de los Estados Unidos”. Mientras policías de varias ciudades se han arrodillado en un gesto inédito de humildad para apagar el fuego desencadenado, un día después de la mayor protesta en Washington, Trump salió rodeado de agentes, que habían dispersado antes una protesta pacífica para fotografiarse con una biblia en mano afuera de la histórica iglesia de San Juan.

 

El racismo es un innegable mal que creíamos olvidado pero que en realidad está bastante vivo y muestra su peor cara en agresiones y asesinatos como el que sufrió George Floyd. Asociar el color de piel de una persona con la inferioridad o la maldad o la fealdad es un atropello al valor fundamental de la igualdad entre seres humanos. En la búsqueda de esa igualdad se emprendieron las revoluciones en otros siglos, con sus altos saldos de muertos y héroes (mujeres y hombres), quienes creyeron en un ideal superior a ellos mismos. Hay que recordar que éstas son las mayores protestas en Estados Unidos desde las que encabezara Martin Luther King en1968, cuando ser afroamericano representaba mayores desventajas sociales y económicas; así como la prohibición de servicios públicos y del acceso a negocios privados.

 

El reclamo extendido por ciudades como París, Ámsterdam, Auckland y Vancouver es el mismo que el que enarboló el magnífico orador cuando señaló: “Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todas las personas son creadas iguales”. Así como él lo hizo en las escalinatas del Monumento a Lincoln en Washington, hoy miles de personas, sin importar su nacionalidad, asumen el mismo compromiso con una verdad que, aun siendo evidente, no es aceptada por todos, menos por quienes creen que su apariencia física o posición social les da derecho de maltratar y humillar a otros.

 

El color de piel como el origen étnico o la condición de género no suponen diferentes capacidades, y debe quedar claro para quienes todavía piensan de esta forma retrógrada. El mayor basquetbolista de la historia, Michael Jordan, es un claro ejemplo de trascendencia por habilidades formidables en el deporte. Barack Obama, quien no ha dejado de ser un líder global, hizo historia como el primer presidente afroamericano de Estados Unidos e hizo de la política un acto de sencillez y empatía. Al igual que el ghanés Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas y, por tanto, líder de los esfuerzos de mantenimiento de la paz en el mundo durante una década. Ellos al igual que Luther King han peleado por un mundo más justo, libre e igualitario.

 

El racismo entraña mal en sí mismo, y es factor de odio entre hermanos. No permitamos que ese mal conviva con nosotros, menos en tiempos de emergencia e incertidumbre globales, cuando la lucha por la vida es lo único que verdaderamente importa.

 

*Director General del ICAPET