La globalización ha sido un proceso complejo en las últimas décadas. Sin globalización es imposible entender los progresos científicos y tecnológicos que marcan nuestra vida diaria, pero no todo es felicidad, hay consecuencias difíciles de prever y gestionar. Sin lugar a dudas, una de ellas y la que más afecta el presente es la pandemia por Covid-19. Como ruptura del orden internacional, los países han tenido que enfrentar este fenómeno desde las redes de conocimiento, gracias a ello ha sido posible que en tiempo récord exista una serie de vacunas para hacerle frente al virus originado en China. La globalización está en el problema y en su solución. Sin un mundo globalizado la propagación del virus no hubiera sido tan rápida y calamitosa, pero gracias a un mundo globalizado y a la cooperación entre países y especialistas hoy hay luz al final del túnel.
Hay fenómenos asociados a la globalización previos al terrible 2020 y que han llamado la atención de estudiosos en diferentes disciplinas; uno de ellos es la fuga de cerebros y su impacto en la era de la economía del conocimiento. Según la UNAM: “La fuga de cerebros es un término acuñado por la prensa británica en los años 60. Este concepto define a los profesionales que han desarrollado una carrera universitaria en su país y emigran a otros sitios para continuar con su educación, desarrollar investigaciones o encontrar mejores oportunidades de trabajo”. También con base en lo expuesto por la máxima casa de estudios de los mexicanos, “el término fuga de cerebros tuvo su origen en las pérdidas económicas que esta situación generaba, realidad que aún produce estragos. Sin embargo, fue remplazada debido a que dicho término puede ser ofensivo al categorizar a los individuos como “cerebros” o indirectamente señalar que los profesionales se han “fugado”. Por tanto, se ha optado por un nuevo término: Migración Altamente Calificada.
En cualquier caso, la fuga de cerebros debe considerarse un fenómeno reciente en el largo curso de la humanidad y particularmente complejo porque involucra distintas dinámicas de educación, interacción profesional y migración. El talento atrae inversores, de eso no hay duda. Las grandes compañías ofrecen condiciones inmejorables para profesionistas destacados según su área de conocimiento. Esto ha sido más evidente en las empresas tecnológicas establecidas en Estados Unidos como Microsoft, Apple o Google, las cuales año con año atraen nuevos ingenieros e ingenieras de países que carecen de una industria 4.0. Solo por dimensionar el flujo y valor de la fuga de cerebros en nuestro contexto: En 2011 el Banco Mundial estimó que había 400 mil profesionales mexicanos residiendo en Estados Unidos; mientras que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos calculaba en medio millón a la población total de mexicanos empleados por su talento en el extranjero. Ha pasado una década y no es difícil considerar que la cifra se incrementó hasta el año pasado.
Durante la última década, el avance tecnológico ha sido más que significativo, sobre todo considerando el boom de los gadgets que facilitan la vida diaria. Desde la rápida evolución de los teléfonos móviles hasta la aparición de una variedad de tabletas e incluso organizadores inteligentes como Alexa, no hemos dejado de sorprendernos con los nuevos lanzamientos de la era digital. Pocas veces nos preguntamos qué hay detrás de cada pantalla que se nos ha vuelto indispensable; qué hay detrás de un iPhone o de un Galaxy. Considerando este ejemplo, deberíamos pensar en cómo las redes de colaboración entre profesionales de distintas nacionalidades cristalizan lo que antes existía solo en la imaginación de los seres humanos.
La cara negativa de la fuga de cebreros suele asociarse a sus implicaciones para los países expulsores de talento. En particular, el caso analizado comúnmente se refiere a la India y a cómo se convirtió en una potencia en la exportación de conocimiento a economías poderosas como la estadounidense o la británica. De pronto, las y los ingenieros indios engrosaron las filas de empresas tecnológicas garantizando innovación y trabajo arduo aplicado a metas. Aunque el ejemplo tradicionalmente alude a ciudades del hemisferio occidental, hay que considerar también el polo creciente de innovación en Asia y capitales tecnológicas de nuestra era como Seúl, sede de grandes compañías como Samsung y LG. ¿Cuánto de su capital humano provendrá de otros países de su región o incluso de países lejanos como México?
Con la Covid-19, la fuga de cerebros ha entrado en una nueva dinámica con implicaciones difíciles de prever. A escala internacional, muchos profesionistas han tenido que volver a sus lugares de origen debido a las restricciones sanitarias; el teletrabajo se ha instaurado con nuevas formas de interacción que van de las videoconferencias al intercambio masivo de datos en minutos. No obstante, el hecho de que el talento retorne a sus hogares y las ciudades donde se formó no implica que vuelva a contribuir a las redes de conocimiento y producción de sus países. Un interesante artículo publicado este fin de semana en The New York Times da cuenta del fenómeno. Elena Parisi es una ingeniera italiana cuyo talento e intereses la habían llevado a Londres como a miles de sus compatriotas, pero ha tenido que volver a casa. Al igual que Italia, la nota señala a Rumania y Polonia como los otros países europeos que más expulsan personal calificado. Una asociación italiana, Confindustria, señala que la fuga de cerebros le cuesta al país 14 mil millones de euros, considerando lo que se invierte en la educación de sus profesionistas que luego se van de casa. La solución para los italianos que regresan ha sido trabajar a distancia, pero aún no dan el salto a enrolarse en la industria nacional y dejar las empresas que los atrajeron al salir de las aulas.
La gran paradoja de la era post-Covid, como ejemplifica el caso italiano, es que volver a casa no significa producir para el país de origen. Se ha abierto una oportunidad para retener el talento, pero el principio debe ser contar con las redes tecnológicas para que las y los profesionistas colaboren. En tal sentido, se ha establecido una red de conexión a internet entre ciudades muy veloz y espacios de co-working con la esperanza de que quienes están empleados por potencias extranjeras emprendan o se enrolen en compañías nacionales más adelante. Es buen momento para reflexionar cuánto de esta experiencia es aplicable para México, un país de grandes talentos que probablemente han vuelto o volverán a casa pronto. Es imperioso cerrar la brecha digital para que puedan trabajar desde casa y, por qué no, después hagan la diferencia en empresas nacionales, estatales o locales. La lección es que la ubicación geográfica ya no es determinante para aplicar los conocimientos especializados y que la fuga de cerebros está en retorno.
@pacoangelm